EL HIJO DE DOÑA INES SÁNCHEZ DE TAPIA II
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
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EL HIJO DE DOÑA INES SÁNCHEZ DE TAPIA
II
Don Francisco de Hinojosa
Crónica desde la Ronda de la Pizarra.
Dejábamos a doña Inés en el capítulo anterior pariendo en plena plaza mayor trujillana, en presencia de sus parciales, como testigos, para acallar las bocas de mentiras y bulos que corrían sobre ella, y su preñez, menuda era doña Inés Sánchez de Tapia, señora de don Martin Alonso de Hinojosa y viuda que lo fuera del sr de Gironda, y que el pueblo entre risas, bulos y mentiras la bautizara como Inés “la Rabiosa”, y como dijimos pario a un infante, al que lo acristianaron con el nombre de Francisco. Más dirán que pasó con el niño que pasó, pues que el chiquillo andando el tiempo se convertiría en un excepcional paladín, caballero sin par, valiente como pocos y hombre de honor, que tuvo y mucho que ver con las luchas por el poder en el Maestrazgo de la Orden de Alcántara, y cuyo nombre fue don Francisco de Hinojosa, que casó con Juana de Solís, pero acaeció que:
Se mediaba el siglo XV, cuando nos encontramos por las calles de la villa cacerense, a aquel neonato en la plaza trujillana, ya convertido en un joven y atractivo galán con hechuras se señorito, su presencia gallarda no dejaba indiferente a nadie, guapo de las guapuras de la moda del siglo, vestido cual figurín, espada al cinto, por la cadera del lado izquierdo como marcan las ordenes de caballerías, en el derecho daga fina y de mucho filo, para templar embestidas de malandrines y acuchillar por lo bajo sin que el contrario sepa de donde le vino la eternidad, o parar estocadas y entrar por derecho con la espada al centro del corazón del rival, y vive dios que tuvo muchos altercados de esos que cuando se acaba el verbo la única solución era batirse, según me cuentan, el mozo trataba de evitar estos encuentros, más al ser afortunado en el juego y con el negociado de piernas abiertas, no le faltaba noche sí y la otra también tener que tirar de la de Toledo para acallar bocas y bulos y mentiras sobre su persona, y era correr de boca en boca por las tabernas, tugurios, casas de putas, casas de señores de abolengo, de señoritos y del pueblo llano que no se sacara conversación de tal y cual lance del de Trujillo, y en los mentideros de la villa cacerense se comentaba que el lindo caballero lo habían visto salir a deshora de tal y cual casa, cuyo marido o padre se encontraba ausente de la villa, y ya saben cría fama y jódete, porque al mozo, no le pasaba ni la mitad de lo que el pueblo le otorgaba.
Sucedió cierto día, recién comenzada la primavera, se vio salir al mozo de una casa de latrocinio de la calle Amargura, la noche había sido de esas que llaman toledanas, entre vino y mujeres ligeras de ropa, y donde el naipe no diferenciaba de señores ni vasallos, cuando ya clareaba el alba, y dio en pasar una linda muchacha acompañada de una sirvienta que iban a primera misa a la iglesia de Santa María, iglesia esta, cercana a la vivienda de la dama, al punto el galán quedó prendado de la linda estampa de la damita, y eso que aun perfumaba en él, olor de otra hembra, y a ella a pesar de donde salía y como salía, la moza no le hizo asco.
Ya sereno, descansado, y acicalado, dio en averiguar donde vivía la dama, filiación y costumbres, y comenzó junto con su fiel escudero a sitiar la plaza, la de la chica el uno, la de la moza de compañía el otro, y tantos fueron sus intentos que al final conquistó lo sitiado, que atendía por el nombre de doña Juana de Solís.
Aunque con muchas dudas, los cronistas creen ver en la persona de Diego de Cáceres, que murió en 1434, en el desastre donde fueron diezmadas las tropas del Maestre Gutierre de Sotomayor, al intentar la toma de Archidona, cuando fue contra el moro de Granada, este hombre de armas, Diego de Cáceres, casó con Leonor de Loroña, a quien se le atribuyen parentescos por vía ilegitima con la nobleza.
Algún cronista pone en duda la escasez económica de los padres del que llegarían a elevar a la dignidad de Maestre de la Orden de Alcántara, puesto que el solar familiar ocupaba parte de los jardines del actual palacio de Mayorazgo, elevado en el siglo XVI.
¿Y a qué viene esta monserga? Pues bien, esto vine para situar a la familia de la muchacha, y nos encontramos con el que, se convertiría en el páter familia dada la posición de poder y dineros que llego a acumular.
Vemos a don Gome de Solís, picando de flor en flor, Cuesta de la Compañía arriba, Cuesta de Aldana Abajo, y siempre acompañado de lindos y jovencito efebos, sus ayudantes, decía él, aunque no se sabe en que lo ayudaban, toda vez que no tenía ocupación conocida, homosexual, bujarron, gay, le decían en murmullos cuando pasaba, maricón, invertido, mariposón, le decían por las tabernas, que hasta no ha mucho tiempo un descendiente de este linaje publicó en la prensa local que don Gome, fue el primer homosexual reconocido en Cáceres.
De familia larga como comentábamos, dos hermanas doña María y doña Juana, dos hermanos don Fernán y don Gutierre, y corriendo el año de 1458 o así, esta familia daría mucho que hablar, tanto en la villa cacerense como en Coria o en Badajoz, y es que don Gome, era un cara linda, enjuto de cuerpo, hechuras de guapo, y chulo por añadidura, siempre acicalado, con vestidos de colorines que más simulaban a moza que a recio caballero del siglo, con hechuras de palomo cojo, y aunque cosía para la calle, o quizás por eso, trataba de alternar con los grandes linajes de la vetusta nobleza cacereña, según parece con poco éxito, pero debió ser el más avispado de lo hermanos, no sabemos si por la bragueta o por sus dotes como escribano, ya que al poco de yo conocerle, le enviaron aviso de colocación nada más y nada menos que con el Conde de Oropesa, donde se ocupó de su secretaria.
Estando entre papeles del Conde de Oropesa, y como grande de España que era, fue llamado a la corte para consultas, y allí que tenemos al bueno de don Gome a acompañando a su señor, disfrutando del ambiente cortesano, y dio en ocurrir un sucedido que lo cambio todo. Y es que reinaba por aquel entonces don Enrique de Trastámara, con el nombre de Enrique IV, al que pueblo ya se sabe, amigo de poner motes a todo el que se mueve le dio en llamar “El Impotente”. Gustaba a su majestad ver lidiar toros bravos, y de lindos muchachos parece ser que también, y el que se vio salir al albero aquella tarde o mañana que el cronista no indica hora del día, un morlaco astifino, negro bragado, de 550 kilos a la sombra, cuernos largos como vereda de trashumancia, y que como animal bravo al verse en una encerrona buscaba su defensa, mientras pensaba que con lo a gusto que estaba en el campo, con sus vacas, y tuvieron que llegar estos gañanes a tocarle los huevos ¡pardiez que estos fideputas lo iban a pagar.!
Y así, iba transcurriendo la lidia, o tortura o como lo llamen, con el resultado de toro cinco, caballeros cero, y es que el noble animal volteaba a todo el que se pusiera a distancia de un cuerno, acojonando a todos los presentes, hasta que arremetió con la guardia personal de Enrique IV, al que puso en un brete, entonces y como salido de la nada, apareció ante el noble animal un caballero de fina estampa, si, si don Gome de Solís, y con gallarda prestancia de una certera estocada dio con el animal en tierra, tampoco cuenta el cronista si recibió su faena orejas y rabo.
Al punto el de Trastámara se interesó en persona de tanta gallardía y apostura, y al que en breve lo trataría con más confianza que a sus amigos de toda la vida, en incluso corría por los mentideros que monarca y caballero se encerraban en el dormitorio y no para dormir precisamente, maricón, homosexual, bujarron, mariposón, gay, no paraba de correr los bulos y mentiras, esta buena amistad duró hasta que los acontecimientos los separaran, al poco los volvieran a juntar, y así hasta el fallecimiento de Enrique de Trastámara, “El Impotente”. Pero paremos un pelín, al parecer, y en el Monasterio de Guadalupe, donde está enterrado Enrique IV, apareció no ha mucho, otro esqueleto y que al parecer pertenecía a doña Juana hija del monarca, y que todos dan como hija de don Beltrán de la Cueva valido del rey. Según el doctor Marañón que en 1931 examino los restos, diagnosticó como displacio eunucoide, vamos que sí, que era estéril.
Fuera como fuere, y si era o dejaba de ser, el caso es que en dia 12 del mes de octubre del año de 1453, falleció don Gutierre de Sotomayor, el maestre que le dio poderío y riquezas sin fin a la Orden de Alcántara, y todo estaba previsto para que ocupara su lugar don Alonso de Monroy, sobrino del Maestre y Clavero de la Orden , vamos el jefe de seguridad, y que había sido educado desde su niñez para ocupar tan alta dignidad, este impresionante personaje, vaya por adelantado es uno de los caballeros de más nobleza y valentía, caballerosidad y grandeza de los que por aquel siglo sangriento patearon las calles de la villa cacerense, pero esto, esto es otra historia.
Y de pronto nos encontramos tan ufano presumiendo por la calle Pintores de Cáceres a don Gome de Solís de haber sido elevado a la dignidad de Maestre de la Orden de Alcántara, y lo primero que hizo fue colocar a sus hermanos que debían ser unos flojos, concedió con ayuda de su “querido” Rey a su hermano don Gutierre de Solís el marquesado de Coria en 1469, marquesado este que a los pocos años lo vendió a la familia Álvarez de Toledo en 1475, por cuatro perras, o maravedís o como quiera que le llamaran a los dineros en el siglo XV, no debía ser muy hábil este caballero, al otro hermano don Hernán, le nombró duque de Badajoz en 1470, la hermana mayor María había emparentado con el linaje Galíndez-Pantoja, y la menor Juana, es la que nos ocupa esta historia.
“Pidió la buena de Juana licencia al páter familia, Gome de Solís para contraer matrimonio de su novio don Francisco de Hinojosa, más don Gome ya encumbrado quiso emparentar con un linaje de mucha nobleza y el de Hinojosa le pareció de poca enjundia, poco para su linda hermana, contrariada quedó doña Juana y en su mente se fue programando salirse con la suya, y así quedó con su amado don Francisco a la anochecida, y desde su balcón le echó una escala de cuerda, por donde el bueno de don Francisco subía y bajaba después de yacer con la moza, ¡pero no era la casa que se conoce como del Sol, la casa familiar de los Solís, en el siglo XV estaba en el patio de lo que fue palacio de Mayorazgo, hoy sede de un banco.”

“Estas mercedes que le llegaron de improvisto, hizo que modificara sus planes de futuro, todo un Maestre, podía enlazar a sus parientes con las primeras casas de la nobleza del reino, y aun siendo don Francisco de Hinojosa, caballero de casa muy principal de las de Trujillo, ya resultaba poca cosa para su hermana, Gómez de Solís, quiso se rompiera el compromiso contraído, compromiso que se hizo cuando los dos jóvenes, no tenían edad para el matrimonio, el de Solís, empeñado en que no se celebrase la boda con don Francisco de Hinojosa, se dedicó a buscarle mejor situado y más importante marido a su hermana doña Juana de Solís, esta, enamorada del valeroso y gallardo don Francisco, no estaba dispuesta a renunciar a su amor por él, así las cosas, doña Juana, espero durante algunos años a que su hermano consintiese la boda, hasta que aburrida y cansada en la espera, no tuvo inconveniente en recibir en su alcoba a su enamorado, y por una ventana de la torre del homenaje del solar de la familia Solís, retozaron en su anticipada y negada luna de miel, de aquellos polvos gozos vinieron estos barros, y la bella doña Juana de Solís, quedo preñada, embarazo buscado para obligar a don Gómez de Solís a acceder al casamiento, cuanto antes, con don Francisco de Hinojosa.
Al parecer, el embarazo de doña Juana, no causo mucha preocupación de don Gómez, pero el embarazo se ocultó cuidadosamente, y tan solo algún familiar más allegado tuvieron noticias del suceso, al fin la boda tan deseada de doña Juana de Solís con el hidalgo trujillano don Francisco de Hinojosa, quedó acordada que se celebraría con todo esplendor en la villa de Cáceres, y la villa cacerense, histórica, se dispuso a testificar los formidables festejos, largamente contadas por los cronistas locales, y que darían comienzo a que corriera la sangre por las calles de la villa, estamos en el año de 1464.”
(Miguel Muñoz de San Peder-Conde de Canilleros)
“Y tan felices pasaban los años, hasta que cierto día su cuñado el Maestre Gome de Solís, ordeno que se hiciera cargo del castillo y plaza de Alcántara, y sucedió que, quedaron sitiados por el Clavero de la Orden don Alonso de Monroy y:
Los defensores de Alcántara, que llevaban tantos meses de sufrimientos, y escaseces con entereza, quedaron tras la victoria del clavero don Alonso de Monroy, totalmente abandonados a su suerte, pero lejos de rendirse estaban dispuestos a seguir defendiendo la plaza, con tanto empeño en la empresa que, un extranjero que por la época visitaba Castilla, dijo: Este es un pueblo que sufre bien el hambre y los trabajos.
El hambre que estos sufrieron, fue sonada por todo el reino, comieron perros y gatos, los cueros de las adargas, y paveses y otras infinitas miserias, tenían bastimentos apenas para cinco meses y con mucho tino, les duro catorce meses. Bien escogió el Maestre Solís, a los defensores del feudo alcantarino, los caballeros que dentro se encontraban se defendieron bien y bravos, don Francisco de Hinojosa dio muestras de temple y entereza admirable, residiendo padecimientos materiales y morales, sin que su ánimo decayera en ningún momento, su amada esposa, doña Juana de Solís, murió en Alcántara, durante el cerco, de su cuarto parto, junto al recién nacido, a causa de las privaciones sufridas, no quiso doña Juana separase de don Francisco, y aunque fueron muchos los que aconsejaron su marcha, decidió acompañar a su marido hasta el resultado final, tan noble y digno gesto produjo admiración hasta en el enemigo, admiración y lastima, el Señor de Belvis, le envió numerosos mensajes, dándole facilidades para salir de la plaza, haciéndole llegar en secreto panecillos y conservas, viendo el gran peligro que corría, en calidad de generoso y buen caballero.
Cuando se produjo la muerte de doña Juana de Solís, don Francisco de Hinojosa, dispuso el depósito provisional del cadáver, para llevarla a enterrar en su momento a Trujillo, pero la muerte de su amada esposa, no influyo en el ánimo ni hizo mudamiento en su pensar, como tampoco dejo de dar ánimos a su gente, ni de resistir y ofender a los enemigos, con ánimos invencibles. Tras la victoria sobre el Maestre, le había dado una lección de estrategia a Gome de Solís en la batalla del cerro de las Vigas, el Clavero don Alonso de Monroy, quiso acelerar la rendición del Alcázar alcantarino, pero una y otra vez, sus ataques eran rechazados por los sitiados, don Francisco de Hinojosa, enfermo de calenturas, proseguía luchando, aunque durante un tiempo la defensa la dirigía Hernando de Mujica, Caballero del hábito de Santiago, debido a causa de estas.
Llegó la hora, una vez superada la terrible prueba para don Francisco de Hinojosa, tener que rendir la plaza por pacto, y cuando con su la escasa y famélica hueste Hinojosa, salió del baluarte, era, según dice el cronista, espectáculo maravilloso, la delgadez y amarillez de sus carnes y rostro, el destrozo en su persona valerosa, tan gastadas ropas de las armas continuas, que se les escapaban las carnes por mil agujeros.
El Clavero, se encontraba junto al hombre que por su causa ocasional se originó la lucha fratricida, don Alonso de Monroy, siempre caballero y noble, debió sentir admiración y pena al contemplar tan lastimoso estado del que encontró arrogante mancebo en Cáceres, durante las fiestas nupciales, por ello y en tono de consuelo le dijo:
-Quien gano más honra, Hinojosa, señor, vos que os habéis defendido tanto tiempo amparado con no muy buen aderezo, o los que entramos ahora por concierto en la Villa.
- Sed vos Juez, señor, respondió Hinojosa, pus tuvisteis ventura.
-No pudo caballero en el mundo, defenderse mejor, que vos habéis hecho, vos sois más honrado- concluyó el Clavero, mientras se quitaba su capa, ordenando a uno de sus servidores echara por encima de los hombros de don Francisco de Hinojosa. Estamos en el mes de Octubre dia 19 del año de 1472.”
(Alonso de Maldonado-Hechos de don Alonso de Monroy)
El tiempo vuela, y nos encontramos al aquel niño que nació en la plaza mayor de vuelta a su tierra trujillana y, muerto su cuñado en 1473, solo y arruinado y enfermo en la fortaleza de Magacela.
Por aquel entonces andaba ya don Francisco de Hinojosa, desligado a los bandos alcantarinos, volvió a su pueblo de Trujillo, dispuestos a seguir a los nuevos monarcas, deseando poner fin a su viudedad, fue a tratar con el famoso caballero principal Luis de chaves “el Viejo” quien conociendo bien su valor y sus fama, le ofreció en matrimonio a su hija menor doña Juana de Sotomayor, hermosa y joven dama, este don Luis Chaves, era el gran paladín trujillano, de los derechos dinásticos de la reina Isabel. Curioso fue que, el que las dos mujeres de don Francisco de Hinojosa, fuesen cada una parienta de cada uno de los grandes rivales, el Maestre Solís y el clavero Monroy, la primera hermana de Solís, la segunda sobrina de Monroy hija de una prima hermana de este, doña Juana de Sotomayor, hija del Maestre don Gutierre de Sotomayor.
Tras contraer matrimonio don Francisco se unió a la gente de su suegro, siendo muchos y buenos los servicios que a los Reyes Católicos hizo, si bien no fueron servicios a destacar, si fueron sin duda eficaces. En aquellas luchas, más importante que poner o quitar un Maestre, fue herido varias veces, apresado en distintas ocasiones, logro escapar, gracias una vez a su segunda esposa, porque don Francisco supo inspirar un ciego amor en sus mujeres, si doña Juana de Solís, prefirió morir por las privaciones a separarse de él, doña Juana de Sotomayor, su segunda esposa, cambio sus vestidos con los del esposo, que pudo huir disfrazado, mientras ella ocupaba su lugar en la prisión, donde fue tratada con alto desabrimiento desde que supieron del engaño con que liberó a su marido.
Este suceso ocurría cuando doña Juana de Sotomayor, estaba embarazada de su primer hijo, próxima al parto, su Padre Luis de Chaves, orgulloso del noble detalle de su hija, antes de recobrar eta la libertad, le envió a la prisión un plato lleno de florines de oro, con un mensaje en que le decía,
- Envioos estos florines como flor de nuestro linaje, que mira y mirara por la honra como los has hecho.
don Francisco de Hinojosa, consagrado al servicio de los reyes en tareas bélicas, aunque quebrantada su salud, las calenturas que cogió durante el asedio de Alcántara, nunca desaparecieron por completo, en realidad estaba enfermo de tuberculosis, por esta causa hacia ahora paradas con más frecuencia en su casa solariega de Trujillo, esta villa, durante ,los años 1477 a 1479, tuvo en acelerado ritmo de vida, durante ellos doña Isabel y don Fernando, permanecieron largas temporadas, mientras afirmaban su trono y extinguían los odios y banderías que asolaron hasta entonces todo el reino de Castilla, especialmente la tierra cacerense donde nos dice el cronista, a diario corría la sangre por la calle.
Don Francisco de Hinojosa, pasó en Trujillo los últimos años de su vida, disfrutando de su cuantiosa fortuna, salvadas tras muchos azares y aumentado con la dote de sus dos esposas, vivía con todo lujo y esplendor del momento, grandes casas, caballos, criados armas, vajillas de plata, como todo gran señor que se prestase, poco a poco, aquellas calenturas que cobro en el sitio de Alcántara, fue minando su salud, murió en su casa trujillana, a los cincuenta y cuatro años de edad, en 1489, siendo su entierro de los más fastuosos visto en la Villa de Trujillo, se le sepultó en la iglesia de Santa María la Mayor, en el sepulcro de sus padres, en la capilla de Santa Ana, donde también descansa su primera mujer doña Juana de Solís, sobre la sepultura pusieron su estandarte de seda encarnada con las armas de su linaje.

Agustín Díaz Fernández.
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