HISTORIAS DE LA VILLA DE CÁCERES-RELIGIÓN Y TOROS
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 2 abr 2020
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 24 jul 2022
HISTORIAS DE LA VILLA DE CACERES
(II) RELIGIÓN Y TOROS
Habíamos dejado , en el capítulo anterior, a la corporación municipal y al pueblo, en la procesión del Corpus Chistis, y una vez terminada, el concejo convidada a los capitulares y convidados, así como a los figurantes, con refrescos, huevos hilados, y truchuelas, y por la tarde función de toros, para rematar la noche con auto sacramental cuyo escenario se levantaba fuera de la puerta d la iglesia, la de los Pies que da a la plazuela de los Golfines.
La lidia de reses brava fue desde el principio, el ejercicio favorito de los caballeros hispanos y del gusto del vulgo, y en Cáceres no era solo un festival que se rigiera por la costumbre, si no impuesto por ordenanzas bien antiguas y por preceptos gubernativos. En 20 de Agosto de 1.383, los caballeros e hidalgos de la villa fundaron en la iglesia de San Mateo una orden militar de caballería denominada de Nuestra Señora del Salor, en una de las ordenanzas s dispone que se lidien para siempre víspera de Santa María de Septiembre cinco toros,(e dende adelante, que los lidien cada año, e que den la carne dellos por amor de Dios).

En la sesión del Ayuntamiento en 16 de Junio de 1.675, se hizo constar, que de tiempo inmemorial la Corporación tenia acordadas fiestas de toros en las festividades de San Jorge, el Corpus , san Juan, Santiago y Nuestra Señora de Agosto, y en su virtud se acordó, que para el siguiente día , fiesta del Santísimo Sacramento , se corriesen seis toros y se diese una alegría a los vecinos, en el intervalo que la villa no tuviese más medios para sufragar las demás fiestas, que para ello se trajese al toreador de Trujillo o de Guadalupe y un clarín que hiciese las señales de costumbres.
El regente de la Audiencia, a principios de Septiembre de 1.793 hizo petición al Municipio, para que se diese tres corridas de toros, y con cuyos productos se atendiese al ornato e la villa, donde se acababa de instalar el primer Tribunal de Extremadura. En efecto, la función más socorrida para allegar recursos, para subsanar cualquier desperfecto en calles, puentes etc. de la ciudad, se daba una corrida de toros para recomponerlo con los beneficios, que se Quedaba exhausta una hermandad para levantar sus cargas, Toros y al canto y cepillo de repuesto, si había que hacer frente a una epidemia, y los asilos benéficos escaseaban de camas, medicinas, y alimentos, se lanzaban al coso media docena de cornúpetos y necesidades satisfechas.
En un principio de la villa, y cuando aún no rebasaba el circuito de la cerca amurallada, se utilizaba para este festival la plaza de armas del Alcázar, próximo a la actual plaza de las Veletas, donde no estaba por no existir todavía el convento de San Pablo, más tarde el campo de la lidia se desplazó a la plaza Mayor, o mejor dicho , a la mitad superior de ella, limitada por la Pasera ( era una pasadera de losas de granito, que desde las escalerillas conducía a la calle empedrada, hoy General Ezponda) sobre esta se construían , tablados y talanqueras, así como delante de los portales de la parte Noroeste, de la plaza, donde se acomodaba el pueblo, y aquellas otras personas que aunque de buena posición, no tenían derecho a alegrías ( este derecho consistía en utilizar, las ventanas y balcones que daban a la plaza), en las casas el contorno.
Los toriles se construían, ya en la parte del Adarve comprendido entre la Puerta Nueva o Arco de la Estrella y la casa de los Toledo-Moctezuma, a espaldas del palacio Episcopal, ya en la tortuoso calleja que partiendo del ángulo oriental de la plaza, conduce al Arco del socorro, que llamaban de la Lala, ( Apodo de una meretriz famosa, que tenía en ella su lenocinio , y consiguió dar nombre a la calle en oca del vulgo, hoy calle del Arco de España) .
Como por aquella época, no se cuidada ni dedicaban ganaderos a la cría de reses exclusivamente para estos festejos, los toros que para estos festejos se lidiaban se elegían de unas y otras, y en prevención de las muchas capeas que al cabo del año el concejo tenía que disponer, la obligación al ganadero de regalar a la Corporación uno, dos o tres toros cada uno, según se presentasen el año, y las ganancias que se le calculaban, toreros hubo alguno, de cuestionado arte, figurón de tercera en algún cartel, de renombre ninguno, lo que parece mentira con tanta afición como huno en la villa desde su conquista., Allá, a mediados del siglo XVI, figura en el padrón de la villa de 1.566 como habitante en el barrio de las Piñuelas. Francisco Díaz, torero, nada más que uno.
Esta carencia local de diestros taurinos, obligaba al consistorio a enviar emisarios por toda España en busca de ellos, a veces solo se encontraba uno, otras dos, otras hasta siete, y con los hallados organizaba fiesta, que con frecuencia tenían dos partes, la matinal y las vespertinas, la primera, por la mañana, consistía en correrse toros embolados y enmaromados por las calles de la villa, a cuyo fin se publica un bando previniendo a los vecinos que tuvieses abiertas las puertas de sus casas, para refugio del populacho , que era el que acechaba y sorteaba a las reses, la de por la tarde era la verdadera lidia taurómaca.

Los gastos corrían todos a cargo del Concejo, capas, arpones, puntilla, cintas para engalanar, limpieza y allanamiento de la plaza, manutención de los vaqueros ,todo salía de las arcas municipales, que siempre quedaban resentidas, pues la carne de los toros, cuya venta podría resarcir de tantos estipendios , que se repartía graciosamente entre hospitales, asilos, conventos y familias indigentes, la contratación de los diestros, era entonces partida de poca monta , como que en 1.684, cada torero por lidiar seis toros gano un doblón , que aun siendo de los de dos escudos, no valía más que veintiocho reales, las ganancias que tenían aquellos toreros eran escasas si es que tenían alguna, así es el anónimo que pesaban sobre ellos, tanto que en las cuentas que de las corridas formulaban los Mayordomos de Propios, solían consignarse la partida de lidiadores como seis toreros a 50 reales cada uno 300 reales.
No menos lucidas fueron las corridas que se lidiaron con motivo del convenio de Vergara, en 20,21 y 22 de Octubre de 1.839, los toros se adquirieron de la ganadería de D. José de Ojesto y Puerto, de Salamanca, y al frente de la cuadrilla figuraba el no menos acreditado matador Juan Yust, que ya cobro por su faena de los tres días 11.000 reales. Esta subida en gastos hizo, hizo mella en las arcas y en el ánimo del concejo, si solo en hacer la valla habida costado 1.132 reales y 1.184 prepara toriles y demás, la función se hacía imposible y el pueblo de Cáceres se vería privado de su diversión favorita.

Esto hizo resucitar cierto proyecto planeado en 1.793, y puesto otra vez sobre el tapete en 1.815, de construir una plaza de toros, que discutido y modificado en una reunión habida el 14 de Agosto de 1.840, dio vida a una sociedad bastante numerosa de cacereños que realizo la ilusión de todos ellos al cabo de cinco años, edificado en las Eras de los Martires , el más acabado y hermoso de la nación de aquella época, como lo proclamaba un cantar que decía,
Cuando vino el Chiclanero
Y reconoció la Plaza
Le dio a su compañero
¡esta es la mejor de España ¡
Su inauguración se efectuó con tres magnificas corridas de toros, que tuvieron lugar en los días 6,7 y 8 de agosto de 1.846, costeados por la misma sociedad propietaria de la plaza, siendo los diestros que la estrenaron José Redondo “El Chiclanero” Gaspar Díaz Lavi, y Nicolás Varo de sobresaliente con toros de Veragua Muñoz Pererio
(Fuentes Publio Hurtado,-Recuerdos siglo XIX

Agustín Díaz
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