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ACCIDENTES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 1 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

Crónicas desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

les quería hablar de accidentes, de esos pequeños accidentes que todos sufrimos y a los que unos somos más aficionados a sufrir que otros, hoy me gustaría hablar de accidentes, ya saben y si no se lo digo, que a mí a consecuencia de un pequeño accidente me quitaron el hueso del codo, mejor dicho me extirparon la cabeza de radio codo izquierdo, que es lo mismo pero queda más culto, así como de más enterado y eso, otra vez caí por hueco de una escalera, nada una cosita de cuatro metros, estuve muy malito, creí que estaba listo de papeles y a punto de avisar traer el viatico, muy pero que muy malito estaba y si no lo avisé es porque soy ateo gracias a dios, nada, fue más el ruido que los cohetes, todo quedo en chapa y pintura, de esos accidentes de que cuando lo cuentas es porque has salido aunque sea regular de ellos, otra vez vi venir a toda leche a un coche, se había pasado un Stop, fue una leche regular me partió el coche por la mitad, coche que no hacia ni una semana que lo había estrenado, pero nada también chapa y pintura para mí ,y otro coche más para el desguace, y otro vaya por dios, accidentes al fin..

Después vienen esos accidentes caseros, Vds., son tan insultantemente jóvenes que no se acordarán ,lo mismo las señoras madres de Vds. o sus abuelas de esas de 300€ de las Monagadas, me refiero a aquellas combinaciones de nilón, de aquellas que con solo un poquito de calor arrugaban y se deshacían como polvo de estrellas , de aquellas que se iban arrugando , arrugando. Hasta que desaparecían en multitud de hilillos que se quedaban pegados a la piel, pues de esas, ¡ pónganse en situación y háganse una idea, Un muchachito de unos catorce o quince años, siete de la mañana y nervios muchos nervios, con las manos más temblonas que cuando recibes una carta de hacienda, esas manos que hasta los dedos se le hacen huéspedes de la temblica, aquella mañana tenía el examen de la reválida de cuarto, y aunque estaba muy bien preparado los nervios se lo comían, esa buena madre que se levanta con su camisón de Nilón, y le pone agua a hervir para hacerle una infusión de tila para aplacar los nervios del bachiller, esta mujer que le hace entrega del brebaje, esas manos que se le escapan hasta los dedos de tanto movimiento, la mujer que se da la vuelta para continuar con sus quehaceres, esa taza hirviendo que cae sobre sus espaldas y ese camisón que se va deshaciendo ,deshaciendo, conforme el líquido va haciendo contacto con la prenda, esos hilillos del camisón que se van incrustando en la piel como plástico derretido que es, ¡ Que dolor, hubo que llevarla a , a las urgencias de la entonces perra gorda , a que le limpiaran la espalda de las tiras de nilón y de las quemaduras, no se rían por favor, todo por un temblor de manos en el día de un examen., que mal rato paso la pobre mujer, puta vida pero accidentes que son

Cierto día, y para acceder al trabajo, y a resultas de estar haciendo la urbanización y de las calles llenas de barro, con la ropa de cristianar, ¡ alto, concéntrense y pónganse en situación! saltando de piedra en piedra para no pisar barro cual mariposilla de flor en flor, cuando de pronto y como isla para naufrago, v al alcance de un salto una arqueta, arqueta de esas que Vds. verán por las calles, redondas con tapadera de hierro fundido, con el anagrama y la inscripción de Compañía Telefónica Nacional de España, si de esas, y en un vuelo atlético como para ganar una medalla olímpica, mis 90 kilos en canal que aterrizan encima de esa tapadera, la misma que se da la vuelta y al carajo Agustín, rassssss, todo raspado desde el pecho a los pies, desede los pies al pecho me quede colgando por los sobacos, y por si la chiva daba poca leche la tapadera al salir despedida, y en su última vuelta cae en todo el barro, y zasss, en toda la boca, cara y cabeza, ya lo hubiera querido Rambo para camuflarse sobre el terreno, todo de barro sin que me destacara del paisaje, los zapatos los sentía llenos del goteo de la sangre,¡ pensé ya te han bajado Rizos, este gallo no canta más , ya puedes escribir tu necrofilia Rizos, ya verás cómo habrá alguno que dice que eras bueno, que siempre se van los mejores, y en la mejor edad, como si para morirse hubiera una edad adecuada, pues nada tal día hizo un año Rizos, en estas cosas andaba pensando yo cuando al rato veo venir al tipo de la maquina causante de aquel barrizal y al golpe de voces pude hacerme ver y entre tres o cuatro me sacaron, ni las risas que se pasaron a mi costa aquellos cabrones tan simpáticos, también quedo nada en nada la cosa un mes o así, y otro poco de chapa y pintura.

Yo tenía una bicicleta, como mucha gente dirán Vds., pues vaya cosa, pues no, la mía era especial, era como esa de los ciclistas profesionales, que cada pieza es de una casa, los manillares de una casa los pedales de otra el cuadro de otra, la mía era de esas, el manillar de casa de mi tía Emilia, de mi primo Miguel, el cuadro de casa de mi cuñado Emilio, y así de casa en casa conseguí en un puzle demoniaco e imposible armar una bicicleta que corría que se las pelaba, en las cuestas abajo sobre todo, pero recuerdo en especial cierto día estando de obras la carretera que lleva hasta de mi Llopis Ivorra desde la Avda. de Antonio Hurtado, siendo la cuesta de regular inclinación que te soltabas el pelo y volando para abajo se ponía a cien, pero hete aquí, que al llegar al puente y estando en obra para que no se circulara por el lugar, el lumbreras de turno no se le ocurrió otra cosa que colocar tablones de madera a la altura del pecho para bloquear la carretera pues bien, a mí me gustaba frenar tarde llevando el peligro en el punto ese de si algo falla no tiene retorno, al tirar de frenos las zapatillas de goma habilitadas para ello saltaron por los aires, y a mí se me ocurrió meter la suela de las alpargatas que calzaba en la goma de la rueda para ver si podía frenarla, pero solo sentí dolor y aquello no frenaba, como última alternativa a un lado crecía hierba alta y en un lateral había un montón de almendrilla, o piedra menuda para las obras, pues si, han acertado allí fui a parar, a la hierba no, al montón de almendrilla ¡ ay, que dolor todavía me duele, al rato me levanté como pude, reuní las piezas de la bicicleta y como un ecce homo, y cojeando me retire a lamerme mis heridas a mi calle Cuba, lo primero fueron unos zapatillazos de mi madre, porque decía que siempre la estaba liando, luego me lavó y me curo, como a resultas que había que poner puntos de sutura en algunos lados, me llevaron a la perra gorda, que es como se le llamaba a la cosa de la seguridad social, yo me quejaba de la planta del pie y me decían que eso no era nada, hasta que reinó la cordura y acertaron a quitarme la alpargata para ver a que venía este terrible dolor que no me dejaba poner el pie en el suelo, fue quitarme la alpargata y darme otra vez de zapatillazos todo uno,¡ leches como si no tuviera bastante con lo mío, al quejarme me dijo mi madre que era por haber rota la alpargata nueva, ( valían diez reales en el ultramarino del tío Isabelo de mi calle Cuba) y es que resulta, que al poner la alpargata en la cubierta de la rueda para ver si era capaz de frenar la bicicleta, se quemó la suela y me quemó la planta del pie por eso no podía ponerlo en el suelo... Que cosas y que ocurrencias eh..pero estos son también accidentes de esta puta vida.



Agustín Díaz

 
 
 

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