ANGELINES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 14 abr 2021
- 3 Min. de lectura
Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra,
Hoy les quiere presentar a Angelines.
Era Angelines, muchacha de buen ver, algo metida en carnes, y que la edad de merecer le está a punto de caducar, está en ese punto de cocción en el que si la sacas esta dura y si la dejas se pasa, pero ella sigue esperando al príncipe azul de sus sueños, a ver si con suerte se deja caer por el pueblo un día, los mozos del pueblo son como poca cosa para una reina de tantas virtudes aunque sin reinado, una vez apareció un forastero en una mañana luminosa de final de primavera en el coche de línea, llego dándose ínfulas de hijodalgo con dos enormes maletas y un tufillo a alcanfor, le prometió que la llevaría al fin del mundo, pero por lo que se vio después él creía que el fin del mundo se encontraba en Coria ( Cáceres ) distante de Calzadilla el pueblo de la linda en legua y media, después de dos semanas de andar dando vueltas por los pueblos del valle del Alagón la dejo en la pensión del Piro , con unas de las maletas que contenía fajas y sujetadores como albardas de lo grande que no era capaz de vender, descubrió tarde que aquel príncipe azul en realidad era vendedor ambulante, la dejo para que volviera al pueblo después de haberse dado un atracón de cuentos de hadas sin darse cuenta de que en ese cuento ella era la doncella y su príncipe azul el encargado de los caballerizas, con unas ojeras que se las pisaba y más hambre que el perro del afilador que se comía las chispas por comer algo caliente sin honra y un billete de cinco duros para que volviera al pueblo con su padre D. Primitivo el boticario del pueblo y viudo de doña Josefina Lucientes a la que el pueblo de Béjar en la provincia de Salamanca tuvo el honor de verla nacer, y ahora la bella Angelines se pasa el día suspirando tras los cristales de su alcoba, desde su vuelta por el mundo con el vendedor de ropa interior de tallas grandes, los mozos ya no la chicolean ni le van a dar la serenata bajo su balcón, tras haber rebajado sus sueños del príncipe azul por el del gañan de Colas pastor oficial del pueblo, que un día en la fuente publica mientras esperaba la cola para coger agua de boca se atrevió a pedirle amoríos.

Así van pasando los días todos iguales todos parecidos todos distintos, llegan los meses de estío, y se empiezan a escuchar las risas de los niños en sus juegos bañándose en la poza del rio, con la atenta mirada de sus madres que aguas abajo andan en lavar la ropa y tendiéndola para que el sol la seque y blanquee, o recogiendo espliego para cuando ya de vuelta y mezclada en el cesto de la ropa doblada le dé olor, olor a limpio, olor a vida, el trigo segado y la cosecha en el ejido , andan en la trilla y limpiando los rastrojos para la otoñada, toda la faena tiene que estar lista para para las fiestas patronales del cristo de las angustias, en la canícula se escucha con estrepito el canto de las chicharras entre la arboleda, en la calleja junto al pozo de agua fresca que por fin pusieron un brocal, la culebra con su balanceo macabro en círculos y erguida sobre la cola aupada en la pared del huerto del tío Serapio, el pájaro hipnotizado dando vueltas y vuelta baja hacia la boca del ofidio, sobrevolando y bajo un cielo azul verano extremeño, el milano espera el descuido de un descubierto de la mama perdiz y saque a su prole de visita turística para bajar rauda en busca de sustento, a lo lejos se escucha amortiguado por la distancia el martilleo de Isaías el herrero en su fragua golpear sobre el yunque, y las risas de los niños con sus juegos en la huerta de árboles frutales de vuelta del rio.

Agustín Díaz
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