COMO SIEMPRE ( CRÓNICA DE UN SUICIDIO )
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 1 abr 2020
- 7 Min. de lectura
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Amaneció como solían hacerlo los días mediada la primavera, con un poco de airecillo fresco que transportaba el olor de las flores en todo su esplendor de madurez y el canto de los pajarillos anunciando el nuevo día, todo hacía presagiar que iba a ser un día espléndido, espléndido para el común de los mortales, para todos menos para él, para él era su último día de vida, pero no obstante estaba tranquilo, o al menos en apariencia lo estaba, si ya es trágico pensar que nos tenemos que morir imagínense lo que tiene que ser saber el día y hasta la hora, minuto arriba minuto abajo del óbito personal, pero para él no lo parecía, él lo tomó como un día normal y cualquiera, un día más o un día menos, según se mire y según se cuente y quien lo cuente, solo sabía a ciencia cierta que ese día que se barruntaba luminoso se iba a morir, como si vivir no era cosa de ir muriendo un poco día a día, pero él ya había preparado la mortaja en su mente para el viaje sin retorno, que iba a emprender aquel día de mediada la primavera de aquel año, de hace ya más de treinta.
El anuncio le llego así, repentino como un flash, en plena madrugada, fue como una luz que se enciende en la más absoluta oscuridad, iba de vuelta hacia su cama, después de haberse levantado a tomar un vaso de agua como acostumbraba todas las madrugadas, y por el pasillo que le llevaba a su habitación, le llego de pleno, como una bofetada en pleno rostro, aunque no sabía ni el cómo ni el porqué de aquella revelación, no sintió miedo ni mucho menos, no se asustó siquiera, él lo tomó como una cosa rutinaria que le venía rondando por la cabeza desde hacía un tiempo, cabeza que cada día se le poblaba más y más de temporales y tormentas, tampoco lo tomó como una pesadilla, estaba lo suficientemente despierto como para saber que no lo había soñado, estaba tan despierto que para pensar en ello desanduvo sus pasos hasta el salón comedor por no despertar a su compañera ni a sus hijos para fumarse un cigarrillo, Ducados, y asimilarlo con todas sus consecuencias, lo aceptó como se aceptan todas las cosas en las que no se pueden intervenir ni para bien ni para mal ni tampoco las puedes cambiar porque te son ajenas al cambio, así que se dijo el destino, el puto destino de cada uno, con el que todos debemos apechugar y que quizás este marcado en el mismo día de nacer, y allí sentado un su sillón preferido recordó, recordó que no era la primera vez que vivía aquello, no con la claridad de hacía apenas un momento, ni recordaba como mi cuando ni donde le había ocurrido antes, sabía que había oído en su mente que se iba morir y estaba seguro que no era una mala pasada de los nubarrones que en aquellos momentos poblaban su mente.
Se levantó a la hora acostumbrada como siempre, desayuno y se aseo como siempre, se fue a su puesto de trabajo como siempre y se comportó como siempre, lo único fuera de lugar y extraordinario era que a todo el que le quería escuchar le decía que era su ultimo día, que ese día iba a morirse, los compañeros se lo tomaron a chirigota y hasta el jefe se lo tomó a broma y más cuando a eso de mediodía subió a pedirle un adelanto sobe su sueldo como acostumbraba cada semana, anticipo que le denegó, como siempre ya no le quedaba sueldo que cobrar a esa altura del mes, después de comer y hasta la hora de volver al tajo, se fue a tomar café al bar de siempre y como siempre, a jugar la partida de dominó a la garrafina como siempre, y perdió como siempre y dejando a deber lo perdido como siempre, de vuelta al trabajo de la tarde hizo lo de siempre, a la hora del cierre se despidió del jefe y de los compañeros hasta la vista en la eternidad, todos se rieron y dijeron sigue con las tonterías como siempre, hay que ver que tío no cambia nunca, aunque últimamente esta como más hervido que de costumbre, será la primavera, será dijeron y se encogieron de hombros y cada uno se fue a sus asuntos como siempre.
Ya en casa y después de merendado un cacho de pan con patatera y aseado, le dijo a la mujer y a los hijos que se iba a morir, y que se bajaba al bar de la esquina un rato a echar la partida, como siempre contestó ella, ya en el bar con una cerveza y la partida entre manos, anunció a a la compañía de vicios que se iba a morir, como todos le contestaron, no, dijo no, si yo me voy a morir hoy, coño, entonces paganos lo que nos debe a mi van entre unas cosas y otras por 5.000 pesetas, y a mí, y a mí, también me debes respondieron la mitad de los parroquianos, y a mi dijo el del bar que entre copas y tabaco vas por un pico, y a mi dijo el del bingo y a mi dijo el gerente del casino y a mi dijo un vecino, “Carajo” no me atosiguen no ven que me voy a morir, escusas dijeron todos como siempre.
Agotado el crédito por lo que quedaba de mes no le dejaron continuar en el juego, paseó entre mesa y mesa abarrotada de jugadores y mirones y cuando se cansó de andar de miranda se despidió de todos con un hasta la eternidad -temprano le dijo uno, temprano te vas hoy - coño no ves que tengo que morirme, eso son excusas para no pagar le dijeron, como siempre. Sin saber cómo resultó que sus pasos le llevaron a la calle Colombia, a las ferreterías Cancho en el Llopis Ivorra, allí pidió una escalera y dos metros y medio de cuerda, Pablo el dependiente le preguntó , me lo pagas o te lo apunto, no , apuntaló como siempre, salió cargado con la escalera y la cuerda y con paso decidido tomo dirección hacia su casa, por el camino se paró a dialogar con un prima después de las cortesías de rigor le digo que se tenía que ir que iba a morirse, ya estas le dijo la prima, ya estas con tus tonterías como siempre, llego a la puerta del bloque donde vivía y allí estuvo un rato de charla con un vecino que hace como de policía, o de mezuca o de correveidile, que siempre andaba de día y noche por allí, hablaron del tiempo de política y hasta de Athletic de Bilbao, del cual era forofo, hasta echaron un cigarro Ducados, al despedirse le dijo que se estaba echando la noche encima y él todavía tenía que morirse, el vecino le dijo que bien y que hasta la vista y se quedó esperando que pasara otro vecino o algún conocido para echar otro rato de conversación como siempre.
Cruzo la calle de donde estaba su casa, y se dirigió con la escalera y la cuerda hacia un olivar cercano, cerca, tan cerca que solo mediaba de su casa unos cien metros, por allí, por donde pasaba el camino hacia Aldea Moret, se internó un poco más en el olivar, por donde hoy está el barrio del Nuevo Cáceres, desde ese sitio todavía se veía las ventanas de su casa, se distrajo un rato con el pastor que solía llevar a las ovejas a pacer por aquellos parajes, y hasta le quiso regalar el paquete de tabaco Ducados ya mediado, que ya no le valía que total se iba a morir, el pastor le dijo que lo sentía pero que ya no fumaba, alejándose del lugar iba diciendo así como para las ovejas o asi como para el perro, cuidado que me tocan a mi todos los tontos como siempre.
Entrada ya la madrugada del día siguiente del que se iba a morir, la mujer y los hijos enfadados por la tardanza se fueron en su busca por garitos y lupanares conocidos y hasta por los lugares de vicio desconocidos, no obtuvieron de nadie ni media palabra, tan solo uno que menciono que lo había visto por la tarde en el bar de la esquina de su casa y que andaba diciendo que aquel era el día que se iba morir, y ya que estaba la familia allí de cuerpo presente le quería poner en antecedentes de una deuda que tenía contraída con el de 30.000 pesetas por parte de su señor esposo y progenitor de la prole que la acompañaba, la mujer se alejó de allí relatando y diciendo , otro pendejo reclamando deudas como siempre, volvieron a su casa por si había vuelto y pasaron una noche negra, al levantarse aquella mañana, la policía se presentó en su casa que lo habían encontrado en el olivar , en el mismo sitio que lo dejo el pastor colgado de una rama.
Cuando la noticia corrió por el barrio del Llopis Ivorra , los primeros en entérese fue en la churrería Choquin, enseguida sacaron chascarrillos del difunto y hasta hubo quien dijo que acertó a pasar por el sitio a la misma hora que decía a policía y que no se enteró de nada y se pusieron a sacar conclusiones de quien lo conocía más y todos quedaron de acuerdo que no estaba muy bien de la azotea que se dijera y le sacaron el apellido en un minuto como siempre, cuando se supieron los detalles y de cómo encontraron los objetos que el finado llevaba, la escalera tirada al pie del olivo y la cuerda colgando de la rama y un paquete mediado de Ducados junto a las escaleras , Pablo el dependiente de ferreterías Cancho dijo, “ vaya vaina “ y no seáis huevones las escaleras y la cuerda no me las pagó, las apunto en cuenta como siempre.

Agustín Díaz
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