CRÓNICA DE ALISEDA I
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 10 nov 2021
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CRÓNICA DE ALISEDA
CÁCERES
I
Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra
Esta villa, se cuenta entre unos de los poblados más antiguos de España, y por descontado de la provincia cacerense y aún más, de la región Extremeña ,según cita el historiador Mariana, es la Isalecus que menciona Ptolomeo, y que aunque por vez primera en la relación de los pueblo de la península, poseídos por los romanos en la primera mitad del siglo II de la era cristiana, que cuando escribía el célebre astrónomo y geógrafo, su existencia data de tiempos más remotos, no faltando quien mezclando testimonios arqueológicos, les atribuya a tiempos del Cartaginés o Fenicio que tanto da.
Debio ser grande su importancia, como se consigna en documentos, situado en la falda de la Sierra del Aljibe, que, integrada la sierra de San Pedro por la prolongación de la cordillera Oretana, y cerca dela orilla izquierda del rio Salor, y con Estación en la vía férrea Madrid-Cáceres-Portugal, formando un vértice de un ángulo cuyos lados terminan en Alburquerque y Valencia de Alcántara respectivamente, plazas fronterizas por las que en tiempos de guerras, hispanos -lusitanas, solían invadir los vecinos las comarcas del Sur de la provincia cacerense, de aquí los graves daños a los que estaba expuesto de continuo, y padecido en multitud de ocasiones.
Muerto el Rey Juan I de Castilla, heredó sus estados Enrique “el Doliente”, que, con pocos años, y escasos conocimiento de la condición humana, más la falta de salud, dieron lugar a grandes quebrantos en sus reinos, con una gran bajada de su fuerza moral y material.
Y como de los males ajenos, siempre se aprovecha el oportunista, el Rey don Juan de Portugal, mandó a su célebre condestable don Nuño Álvarez de Pereira, héroe que lo fue de la batalla de Aljubarrota, acaecida en la tarde del día 14 de agosto del año de 1385, donde las tropas aliadas de Portugal e Inglaterra, dieron para el pelo a las huestes de Juan I de Castilla, batalla dada en los campos de San Jorge, cerca de las localidades de Leiria y Alcobaça, ubicadas en el centro de Portugal, que aprovechase la ocasión y que invadiese Castilla en son de guerra, y así los hizo el condestable, a finales de 1397, al frente de setecientas lanzas y cuatro mil soldados de a pie, apoderándose de la plaza de Alburquerque.
Desde esta plaza, avanzó por el camino de Cáceres y dio vista a la Liseda “que era como se la nombraba por entonces” y donde se estaba celebrando una feria , oportunidad que ni pintada para don Nuño, que solo perseguía el pillaje y el saqueo, aquel hallazgo de miles de cabeza de ganado le vino a pedir de boca, causando un efecto terrorífico la aparición de las huestes lusitanas, los pacíficos habitantes y feriantes de la villa, al grito de Salvase quien pueda, se ejecutó por todos los concurrentes que abandonando reses y mercancías a merced de los invasores, em medio de espantoso griterío y desbandada formidable.
Se hicieron los portugueses con todo lo que habia en el rodeo, que al decir la crónica, no era poco, pasando a la desierta población y en ella dispusieron lo que les fuera más conveniente, todo en contra del atemorizado vecindario, y así, aquella noche fue noche de borracheras, juergas, saqueos y violaciones, donde se veía por cualquier calle, las huestes reunidas en grupos con desenfrenos. Don Nuño, el que decían se comportaba con la tropa con demasiadas confianzas, los dejaba hacer haciendo la vista gorda, dejándoles que entregados a sus brutales instintos.
Al día siguiente y ya bien entrada la mañana, dieose la orden de partida, la ropa en el desorden tras la orgia, evacuó la villa camino del Arroyo, más conformen iban saliendo, y para la dejar huella de su transito por la malaventurada poblacion, la soldadesca dio fuego a los hogares que le habían prestado abrigo durante la noche, contra las inclemencias de la estación (Pérez de Guzmán, en su Crónica General de España), cuanta que tan solo cinco casas de libraron del incendio y ruina.
Tal estado permaneció, durante bastantes años, hasta que en el año de 1426 el Concejo de Cáceres, a quien pertenecía la desolada aldea, quizás, compadecido yal vez, pero más probable por interés propio, y:
“tras consignar que estaba destruida, quemada, e robada e despoblada, por la guerra que nuestro Señor el Rey ha avido en el Reyno de Portugal, por cuanto dicha Aldea es cerca en el Reyno de Portugal, en vera de lasa Montañas, e sierra que dicen de san Pedro, E otrosi, la dicha Aldea es en el Puerto e camino que va de aquí a Cáceres a Alburquerque, e otras partes, E otro si, por la dicha Aldea ser poblado los malos omes no serian a facer en los dichos puertos algunos maleficios, e los que anduvieron por los dichos puertos, irán y venan más seguros, por ende e porque la dicha Aldea sea mejor poblada, e por ser una de las mejores aldeas que la dicha villa tiene, e a los vecinos, e moradores della, e su termino ser bien poblado,. Por ende, e por todo esto, Nos, el dicho Concejo, conocemos e otorgamos que hacemos merced, e libertamos a todos los vecinos, e moradores que ágora moran, e fueren moradores de aquí en adelante a la dicha, que oy día questa carta es fecha en adelante por siempre jamás de todos los pechos e derechos, e tributos que ahí fueren hechados e derramados por Nos el dicho Concejo por los vecinos, e moradores desta dicha villa e su término, en cualesquier manera, e cualesquiera razón, que non paguen en ellos, ni en algunos de ellos alguna cosa los dichos vecinos etc”
Al amparo de estos privilegios y franquicias el vecindario de la Liseda, volvió a rehacerse, comenzando a prosperar, más su situación geográfica, se lo impedía continuamente, la guerra con Portugal, cuando este reino batalló por su independencia, le volvió a causarle grandes quebrantos, en especial desde 1644 año en que se volvió más virulenta la contienda, pero el colmo de las desdichas para el infortunio de la villa, fuer la guerra llamada de Sucesión.

En la primavera de 1706, el Marques de las Minas, obligó a su Concejo a reconocer por Rey de España al Archiduque don Carlos de Austria, y a sus vecinos a abandonar sus hogares y seguir al ejercito aliado con sus carros y caballerías como bagajeros, dejando sus casas abandonadas a la m.as espantosa miseria, ya que, los campos no podrían labrarse por falta de hombres, estos estaban sirviendo en el ejercito invasor, y no percibían salario alguno, y el vecindario se fue mermando de tal suerte que, el año de 1710, contaba en el mes de enero 140 vecinos y en diciembre del mismo año habia descendido a 82.
Fue tambien residencia, aunque pasajera de la Audiencia Territorial, cuyo personal llegó a él el 18 de abril de 1809, huyendo de las tropas francesas que se acercaban a Cáceres, y allí permaneció hasta el 30 de octubre en que volvió a la villa de Cáceres.
Punto de reunión de varias columnas de las tropas aliadas, a cuya cabeza se puso el General Ingles Hill que las condujo a la acción de Arroyomolinos de Montánchez, donde se coronaron de gloria.
Tambien la guerra civil, tiempo después, prendida entre absolutistas y liberales, tambien les produjo grandes sustos y descalabros, ocurrió, que corría en año de 1823 y el gobierno Liberal, tanto por sus desaciertos, como por la audacia de los partidarios del régimen absolutistas, andaba de tropiezo en tropiezo, acosado en la provincia cacerense, por los facciosos Perantón, Cuesta y Morales, que con sus respectivas partidas no daban reposo a las milicias Nacional, más la entrada en España del Duque de Angulema con los cien mil hijos de San Luis, fue el golpe de gracia para el régimen constitucional, a la división del conde de Bourmond, se encomendó la persecución de los restos del ejercito liberal del General López-Baños, que venía a la provincia cacerense, el francés hizo alto en Trujillo, desde donde destacó a Cáceres la brigada que mandaba el cura Merino, ante cuya noticia huyo de la villa de Cáceres, todos los elementos oficial y los liberales.
Desde la villa de Cáceres, mandó el Cura Merino, tres compañías contra los fugitivos, quienes reunidos en número de entre 700 u 800 hombres en la Liseda, hicieron frente a la acometida y con mucho riesgo y valentía desbarataron completamente las compañías absolutistas. Más no aprovecharon como debía esperar los cristinos los beneficios del triunfo, por temor al resto de las fuerzas del Cura absolutista.
(fuente Publio Hurtado-Castillos)
(fuente Orti Belmonte)
(Fuente Biografias)
(Fuente Extremadura siglo XVIII)

Agustin Díaz
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