CRÓNICA DE MI CALLE CUBA
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 8 abr 2020
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Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra. Antes, hace algunos años, se hacía vida en la calle, junto a los vecinos y conocidos, casi todos amigos. Antes la vida era de otra manera sin envidias ni rencores donde se repartía de lo que había, si es que lo había, se solía ver en invierno los braseros de picón las puertas de las casas hasta que se encendían y en verano las sillas de enea, de las comadres prestas para empezar las tertulias en la calle, cuando bajara un poco el rigor de la canícula, mientras los chiquillos jugábamos horas y horas en esas mismas calles, se vivía en definitiva como en familia, una gran familia, lastima de tiempos, aunque bien dice el refranero popular que tiempos pasados nunca fueron mejores.
Cuando se llamaba el barrio del Carneril, y casas del obispo sin más, yo me crié en la calle Cuba, en la parte de abajo que la de arriba todavía no se había construido y era el único edifico alto de la barriada, y las calles sin asfaltar, de tierra, de la tierra “Colora” tan famosa en el barrio, fina en verano que te llagaba al alma y barro pegajoso en invierno, por cierto con el tiempo nos empedraron la calle la primera de todo el barrio ,empedrar que era la forma de hacer por entonces,(todavía conservo las cicatrices de aquellas piedras de punta en mi mano derecha, ).

Antes de llamarse Llopis Ivorra, yo era un crió de unos cinco o seis años, como los demás supongo, que cuando teníamos un poco de tiempo libre lo pasaba en la calle como todos, no había peligro de coches, los únicos coches que pasaban por entonces, eran un “Aiga” de color Rojo de un célebre doctor, D. Augusto Pintado, creo que era su filiación que venía cuatro veces o más al día a buscar a la Sra. Paca madre de mi amigo Manolino, que paso a la historia local como Manolo Wiston, que era su sirvienta, aunque las malas lenguas del barrio dijeran otra cosa, la bicicleta del Tío Salas, la moto Guzzi de mi padre, cuando se encontraba en Cáceres, y los días que tocaban los hermanos capullos con su carro y sus mulas a repartir el hielo. El tío Salas que trabajaba en la Eléctrica, no sé por el qué, tenía la costumbre de bajar por mi calle a diario, cuando él vivía en la calle Chile, me parece, el caso es que todos los días pasaba y nos armaba la bulla por estar en el medio, cierto día habíamos roto un balón de aquellos de badana, y debió de ser el diablo que como el obispo iba poco a ver a sus posesiones andaba todo el día por el barrio haciendo maldades, como digo conforme nos vino la idea sin esperar a mas ni a las consecuencias, pasamos a ponerla en práctica, y fue ni más ni menos, que rellenar el balón de piedras y colocarlo muy bien, pero que muy bien colocado en todo el centro de la calle, ¡¡Ay!! Madre del amor hermoso, si parece que todavía lo estoy viendo que dolor, tío Salas calle abajo a toda marcha vio el balón y dijo esta es la mía, sin bajarse de la bicicleta , arma la pierna y zasssssss al carajo, Salas revolcándose por el suelo de dolor y con el pié destrozado, que le costó una escayola, mientras, los niños salimos a escape por la callejita de la calle el Salvador, preguntaron durante varios días por el causante de tal “Salicidio” pero nadie dio razón, eran cosas de la calle y listo. Ya digo yo era un niño de tan solo cinco o seis años y como tal me portaba, gustaba de atar las puertas enfrentadas de los vecinos con una cuerda sobre todo la del tío Rufino y la Sra. María Mozo, que era Salmantina y se creía superior porque hablaba más fino que nosotros, pero compartía la misma miseria, como digo las ataba y llamaba a las dos a la vez y al intentar abrir pues no podían y empezaban las voces y las blasfemias, estos vivían en el bajo yo en el tercero, para cuando subía ya habían llegado las voces y al entrar en mi casa zassss, zapatillazos de mi madre, y vaya una habilidad más grande, yo no he visto otra igual que dominio de la técnica del uso de la zapatilla, era la mujer campeona del mundo en el uso y manejo de alpargatas, incomparable la desteza.
Los Domingos iba al fútbol, pero como el capital era escaso ,había que improvisar e ingeniar para entrar sin pagar, así unos días ayudaba a mi vecino Paco Mozo que trabajaba en la tienda de electrodomésticos José Luís Panadero, que patrocinaba el marcador simultaneo con las plantillas, que era lo que había que repartir en las puertas de entrada de los aficionados, claro está que el cobraba por el reparto de las plantillas y entraba gratis , yo solo entraba gratis al partido, otros días iba a ayudar al tío Juan el “pajarito” que era el portero y padre de Nati, Any, Isidro, querido amigos del alma, a poner una piedra en el portalón para que no se cerrara y me dejara entrar, pero para eso había mucha competencia y no siempre daba resultado, ocurrió que por aquellos entonces me había comprado mi madre en la tienda del Requete una gabardina de esas de goma-espuma, de pata de gallina, igualita a la que llevaban los chicos del hospicio ,y como el corte de pelo por aquello de los piojos era el mismo, es decir al cero, me ponía en la fila con ellos y entraba por la gorra o mejor por la gabardina, hasta que me cazaron .Madre de Dios que manera de dar hostias el cura ,o fraile ,que los llevaba al fútbol me puso suave y por si no había tenido bastante al ser medianamente conocido en la ciudad al llegar a mi casa, donde ya había volado la noticia zassss.. Zapatillazos van y vienen, coño era un sin vivir.

Cierto día. Cuando estaban empedrando la calle, después de venir del cole me prepare un bocata de pan aceite y azúcar y como era natural ¡Ale! a la calle a jugar, pero las cosas no pintaban bien aquel día, me estaban esperando mis dos amigos Pedrito el de la Sra. Julia y Monolino de la Sra. Paca ( este más tarde se haría muy famoso en Cáceres con el apodo de Wiston, el pobre ya fallecido por la culpa de las drogas y el vino D. Simón )como digo me estaban esperando por no sé qué agravio de días anteriores y se liaron a palos conmigo, claro yo me defendí y desde el suelo pude cazar a Manolino “Winston” el de la Sra. Paca, les destroce una camisa, camisa que había estrenado ese día, y salió a escape, a Pedrito el de la Sra. Julia en la refriega se golpeó la cara contra un bordillo de las obras que estaba realizando en la calle, también salió corriendo con la cara como un ecce homo, yo me fui a lamer mis heridas y pronto me olvide de aquello. Ya en me casa mirando la musarañas porque entonces no había televisión, bueno si la había pero en muy pocas casas, se presentaron Manolino “Winston” con la Sra. Paca a reclamar no sé qué de una camisa que se había roto, y zassss, zapatillazos para arriba y para abajo de mi madre…., justo a la hora de la cena llamaron a la puerta Pedrito el de la Sra. Julia y la Sra. Julia, que venían de la perra gorda, que habían tenido que curar a pedrito de un diente y un labio partido, y decían .. y ya saben más zapatillazos y más y más muchos más…. Han pasado muchos años y todavía me acuerdo de aquellos zapatillazos que arte para sacar la zapatilla sin que te dieras cuenta, es mas hoy en día cada vez que lío alguna ,que alguna sigo liando me viene a la cabeza aquella zapatillas de mi madre…

Agustín Díaz
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