CRÓNICA DE UN CHICO NORMAL
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 1 jun 2022
- 2 Min. de lectura
De Carla Rey Díaz
Crónica desde la Ronda de la Pizarra.
Ustedes no me conocen, por lo que dejare aquí unas breves notas, con el fin de que puedan acercarse a mí. Más no se molesten en emitir juicios. Decía mi querido abuelo Simón que cavilar en exceso aumentaba el hambre, y no hay dicho propósito en las siguientes líneas.
Me llamo Miguel Benavides. Tengo doce años y no soy ni bajo ni alto, ni gordo ni flaco, ni guapo ni feo. Supongo que, soy un chico normal, de esos que pasan desapercibido por no absolutamente en nada, una vez me dijo mi tía Ana, hermana mayor de mi mamá, que tenía un gran don para rascar la barriguita de Molí, el garo Persa de la familia. Molí es un mínimo agradable, quizás demasiado tranquilo pasa su edad, Le gusta que le arrasque la barriga hasta quedarse plácidamente dormido. Ese es mi único don, quizás demasiado vacuo y frívolo para darle categoría de “don” rara avis en un entorno donde de repente todos los individuos son especiales, poseedores del don de la “identidad”, de grandes emociones cuasi divinas que trasciende al propio ser, como si de repente a todos se les hubiera desprendido el cuerpo del alma, como si tal cosa pudiese producirse de veras. Creo que aun soy demasiado pequeño para comprenderlo. Soy un chico normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni guapo ni feo, ¡solo soy Miguel Benavides.

Mi día preferido para pasear es el domingo. En invierno las calles suelen estar desiertas, y el aroma de castañas asadas impregna las calles del centro de la ciudad, los adoquines, alguno desprendidos del suelo, empapan mis viejos zapatos de domingo desgastados de tanto caminar. La Alameda principal, parece un rio de plata tras la llovizna de la madrugada que amanece cubierta por un fino mantos de hojas secas de color ocre. El ronroneo de un gato, el vendedor de ajos en la esquina, la algarabía de media docena de adolescentes y el repicar de las campanas de la iglesia de San Juan. La majestuosa y pequeña estatua de doña Leoncia Gómez, parece esperar mi llegada ¡doña Leoncia! Si solo soy un chico normal, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni guapo ni feo, ¡ solo soy Miguel Benavides.

A media mañana, justo a la hora en la que los practicantes devotos apuran en vermut, me siento a descansar a los pies de las palmeras. Son gigantes a mi lado y em abruma su presencia; siempre pienso que una ráfaga de viento podría doblegar la inmensidad de esas figuras en forma de uve, hasta hacerme yacer bajo una tonelada de ramas muertas. Nadie me buscaría y Molí encontraría un nuevo rascador de barrigas de gatos. Al fin y al cabo solo soy Miguel Benavides, ni alto ni bajo, ni gordo ni flaco, ni guapo ni feo, y si por si no lo sabían, mi ciudad natal se llama Cáceres.

Relato de Carla Rey Díaz
Finalista del Concurso de Narrativa Escolar Santiago Costelo
Mayo 2022
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