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DE COLOR

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 24 mar 2021
  • 7 Min. de lectura

DE COLOR

Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra

Seria a principios de una primavera cualquiera, y durante una de esas largas noches de las que llaman toledanas, viendo pasar con lentitud exasperante los segundos en el radio despertador, harto de dar vueltas en a cama, y de cambiar el dial del reproductor de radio, esperando encontrar repuestas en el amplio recorrido de emisora tras emisora, sabanas arrugadas, en la noche eterna, ruido, camión de la basura, puerta del vecino que debe andar de guardia, la sirena de alguna ambulancia en la lejanía o de la policía, o de los bomberos, el ladrido de un perillo, otro que le contesta, el llanto de un niño, la voz apagada de una madre tranquilizándole, posiblemente un mal sueño, la noche trasmite los ruidos con mayor intensidad, el respirar acompasado de mi compañera, durante su merecido descanso, envidia.

Cansado de estar en la cama. al fin, decido para no despertar a mi compañera con tanto movimiento, levantarme, en la terraza a oscuras, observo las calles vacías por el toque de queda, alguna luces lejanas indica que algún que otro vecino tambien sufre la noche, la larga noche, desesperación, cuando sin saber el porqué, me surge un tímido recuerdo, que poco a poco va cogiendo forma, una idea, claridad de pensamiento, al punto y con una lucecilla de mesa encendida, y con el cuidado de que el rasgueo de la pluma en el papel , pueda molestar a los durmientes de la casa, escribo:

No hace mucho, o quizás sí, ocurrió un sucedido, en cierta ciudad donde residía, que dio lugar a que lenguarones, desocupados, habladores de esquinas, lavanderas, militares sin graduación, los sin oficios conocidos, comadres, y hasta el sereno con su chuzo y sus llaves, dieron tres cuartos al pregonero por tal suceso, y que por lo tanto, mas pronto que tarde corría por boca por toda la vecindad de la villa, y hasta si mis recuerdos no son difusos, en algún panfleto local escribió un aparte sobre el sucedido.

No mucho ha, llegó a la ciudad de… llamémosle, la Ciudad Feliz, cierto sujeto, o caballerete, proveniente de tierra más allá del rio Tajo, con su diploma conseguido recién, como funcionario de la administración pública y con destino a esta noble y feliz Villa. Llegó a principios de una primavera, cuando la Ciudad Feliz, lucia con todo esplendor y luminosidad, y de la alegría que con el buen tiempo suele llenar las calles de gente y flores de la Ciudad Feliz.

Se hospedó el recién llegado, hasta que situarse y organizarse, en casa de una prima hermana por parte de madre, en el barrio de … llamémosle, Obispo, compartiendo habitación con un hijo de la prima hermana de su madre y casera, y que contaba con alguno pocos años menos que él, ¡Ah, que todavía no nos hemos presentado! Respondía el recién llegado al Nombre de… llamémosle, Juan, era Juan, joven entrado en la treintena, ni alto ni bajo, de buena presencia, algo apocado, aunque correcto en el trato y modales, se pudiera decir que Juan era un hombre corriente, que bien pudiera pasar desapercibido entre otros muchos, y a punto de pasársele el arroz, el apocamiento de Juan, vendría quizás, de haber estado encerrado con sus estudios y relacionarse casi nada con la gente, y al poco trato tenido con la gente de su edad, por complacer a su madre, que solo quería que su niño se asegurase el pan de por vida, sin acordarse de darle licencia para vivir, eran Juan entrado en carnes y de un color como el de la leche en polvo, producto de hacer poco ejercicio y pasear el aire libre, por el mucho encierro, y algo inocente de mente y fofo de cuerpo de con sus treinta años no haber tenido que sudar jamás para ganarse el sustento.

El hijo de la prima de la madre, del cual no diremos el nombre por no venir a cuento, joven este espabilado y despierto, experto en el manejo de hacer amistades, poco a poco consiguió que Juan, se fueran abriendo y espabilando, así lo tenemos siguiendo a su primo por la villa, como perrillo de aquellos que llaman falderos, en estas , cierto día, presentó a Juan, al grupo de amigos y amigas con el que solía relacionarse, así al que llamamos Juan, poco a poco, fue creciendo en el conocimiento y tratamiento con los semejantes, y hasta se atrevía en dar más conversación de la que la cortesía de amistad aconsejaba a una chica del grupo, y es que a Juan, la chica en cuestión, llamémosle…Aurora, muchacha que le hacia andar despistado entre los expedientes de su funcionariado.

Ella, la que llamamos Aurora, chica guapa donde las hubiere, de regular rostro y ojos grandes, rubia de pelo y tono claro de piel, joven trabajadora y de trato fácil, aunque rápida en la contestación con replicas llenas de iranias y pelín picantes, gustaba de bromas y del doble sentido de las palabras, de las que hacia el adecuado uso, en el momento adecuado, buen carácter y de amena conversación y agradable a la vista, no hacia mucho de cuando junto con su familia, se afincó en la Ciudad Feliz , procedente de…llamémosle, de las Sierras de Montánchez, avecinándose en la barriada… llamémosle, de Blas, familia de trabajadores, con lo cual cada miembro de la familia aportaba a la economía familiar con la cantidad que podía, y como no podía ser de otra manera Aurora, tambien contribuía, guardando para sus cosas y su ajuar, con el salario que cobraba como cortadora en una industria textil, de recién implantación en la Ciudad Feliz, subsidiaria de unos grandes almacenes que llamamos de C.

Pero el tiempo inexorable, iba pasando, y con un paso tras otro, hasta que Juan se vio en terreno seguro, y decidió pedirle noviazgo a la bella Aurora. Entre unas cosas y otras, se nos fueron escapando los años entre los dedos como agua en cesto roto, y ya vemos a Juan y Aurora, muy amarraditos los dos por el Paseo de C. o en el baile del domingo en la discoteca de F. o tomando un pulpo con alioli en el bar de B. y nadie se extraño cuando comunicaron que Juan y Aurora habían decido romper con el noviazgo y tomar votos de casamiento, terminado ya de adaptar un pisito para albergar a la nueva familia en la avenida de cuyo nombre no quiero acordarme.

Pasado un año, mes arriba, mes debajo de la llegada de Juan a la villa, hizo su entrada en la Ciudad Feliz, un muchachote, tambien de poco más o menos treinta años de edad, y procedente de Milwaukee, pueblo del estado de Wiscosin, estados de los Estados Unidos de América, era este un muchacho, largo como día sin pan, y corpulento como de tres personas de los naturales de la villa, de manos como panes de kilo cada una, y más pies que sandia en mayo, y es que la criatura media 2,10 de altura y andaba por los 130 kg de peso, listo, tan listo que al poco de llegar a la Ciudad Feliz, ya sabía decir, cabron, hijoputa, tu puta madre, y maricon, pan y jamón, y si el chaval era de color, negro, claro, siendo su gracia, llamémosle…Verde.


Nada más llegar, Verde, consiguió ganarse el favor de los naturales, ya fuera por que lucia la gracia de Wiscosin, y por qué cumplía con decoro en su trabajo llego en poco tiempo ser muy apreciado en la Ciudad Feliz, tras terminar su jornada laboral, solía echar un ratito el buen mozo con algunas amistades locales, por las tardes noches, antes de la hora decente de la recogida hacia su morada, en el bar un tanto de moda de J.J, local ubicado en una barriada de nueva cuña, llamémosle… M, y a eso de las diez, cada uno a su casita y dios en la de todos, ya que después de esa hora, solo se solía ver por la Ciudad Feliz, a algún despistada o gente de mal vivir, solía cenar el americano en el bar mencionado, solía ser a base de jamón y queso manjares que se aficiono nada más llegar de su Milwaukee natal, tanto se empleo en la pata del guarro, que de los atracones se ponía malo, malo, muy malito, tanto que estuvo en un tris de picar billete para Wiscosin, hasta que el medico averiguó cual era el problema que le ocasionaba tales males y le receto mesura en el comer tan apetitoso manjar.

Cierto día, sábado para ser más exactos, tras cumplir Verde con su jornada laboral y con gran éxito, para relajarse y distraerse un pelín, dio en entrar junto a sus más íntimos de los locales, a una sala de baile, llamémosle…Nueva Gente, al poco se sintió bullaranga, y tras la bullaranga un grupo de chicas, que venían en son guerrero de despedida de soltera, divertidas, airosas, revoltosas, deshaciéndose en sus propias risas, riéndose de todo y de todo, arrimándose a la barra pidieron una consumición, y entre conversa y conversa, invitaron a Verde y a sus amigos a una copa larga, después de la conversación un baile, y otro y otro, hasta que de pronto una de las amigas preguntó, y la novia, otra dijo, en la puerta tomando el fresco, uno de los amigos dijo y Verde, no lo sé, dijo otro, creo que ha salido a tomar el fresco.

Juan y Aurora se casaron, Verde termino el contrato en su trabajo y aunque le ofrecían renovarlo, no acepto, y cruzo el rio Tajo, buscando mejor fortuna, de este personaje volvimos a saber por alguna nota de prensa en la sección de deportes y poco más, de Juan y Aurora si, de esta nuestra pareja los veíamos pasear cogidos de la mano por el paseo de C. y al poco luciendo una incipiente barriga de mujer preñada.

Un niño, grito la enfermera asomando la cabeza al pasillo, ha sido niño, todo bien, grande muy grande y moreno de piel, dentro de poco pueden entrar y verlos, pero están muy bien,

Entro la madre de Aurora, salió con la cara compungida, entro el padre salió con cara de pasmo, entraron los padres de Juan, que llegaron para la ocasión de su Segovia natal, salieron moviendo la cabeza en síntomas de negación, ¿a quién se parece pregunto Juan, a que se parece al padre?, si, dijo alguien, no se quien, igualito que el padre, clavadito a su padre, será un muchachote de color negro de 2,10 m, de alto y 130 Kg de peso.


Agustin Díaz

Cáceres marzo 2021

 
 
 

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