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DIARIO DE UN LOCO

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 30 mar 2020
  • 3 Min. de lectura

la crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra, cierra por ingreso en la casa de los Locos.

Si, maldita sea la locura y más la inducida y malditos sean los que te conducen a ella, que la mente ya de por si atrofiada con tanta matraca como te meten tus allegados en ella, es lo más lógico que te lleve a este estado de semiinconsciencia en el que me encuentro, con la mente convertida en gelatina de tanto parlancheo sin frenos cual cotorras en sala de espera de urgencias, parlancheo sin sentido de gente con el cerebro huero, tanta matraca meten día tras día que lo han conseguido al fin, han conseguido que el cerebro salte en mil pedazos, y llegue a este estado emocional de semilocura donde se confunde los soñado con los vivido, lo pasado con lo porvenir el día con la noche lo real con lo irreal, donde solo estas pendiente de por dónde te va a salir el monstruo esta mañana, o mañana o la mañana de mañana, si acaso mañana eres capaz de discernir cuando será mañana, solo esperando que suene el teléfono para adentrarme en la guarida del dragón cuando llevo toda la vida auto convenciéndome de que los dragones no existen.

Mi Llopis Ivorra, pensó en un principio que me traían a un lugar mágico de sanación, ahora después de que se me llenaran la cabeza de bulanitos ya no sé lo que pensar ,me dijeron que me traían a un sitio cercano a casa, ahora veo que todo es una trama bien urgida donde todo es irreal, los letreros la cabecera de los periódicos y hasta las noticias del televisor todo está programado para hundirme más en un mundo irreal donde nada es lo que parece, y por si fuera poco los bulanitos que inundan mi cabeza . esos duendecillos diminutos que se pasan el día bailando y zapateando cabezas ajadas , bailan todos pero cada uno con su música, tristes melodías de muertos en vida, que no paran de sonar noche y día en la cabeza del loco, pensé al principio del fin que me internaban por mis adicciones, para que me curara de los chutes de chicle de regaliz y pegamento de las dentaduras postizas, pero pasado el momento de incertidumbre estimo que la cosa es de locura más que de adicción, estos seres diminutos deambulan a sus anchas por las cabezas ajenas, dejando a su paso un pavoroso hedor de muerte desolación y tierra quemada donde jamás volverá a imperar la cordura.

Mi Llopis Ivorra ya está mejor, y cuando esto ocurre vuelven las malditas llamadas y los bulanitos con sus danzas absurdas a mi cabeza, entonces me escapo y me refugio en el castillo de "IF", en la celda con el Abate Farías y cuando más seguro creo estar me sorprendo calado hasta los huesos, hundiéndome poco a poco por unos pesos atados a mis pies y dentro de un saco en el medio del mar, entonces me despierto bañado en sudor y lleno de miedos, acabando de descubrir que no puedo escapar de la inmensidad del mar, ni siquiera soy capaz de abrir el saco y pedir ayuda, porque ahora me doy cuenta de que no soy Edmundo Dantes y que jamás me convertiré en el Conde de Montecristo, por la sencilla razón de que estoy muerto, muerto porque al que echaron al agua no fue al Abate Farías si no a mí.


 
 
 

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