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EL PAVO DE OTRAS NAVIDADES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 8 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

Ya se que ningún tiempo pasado fue mejor, de eso no hay ninguna duda, no hay más que ver las calamidades que pasaban las familias no para llegar fin de mes, si no para poder aplacar el hambre diaria, que ya se sabe que los pobres tienen la mala costumbre de comer todos los días, cuando se puede claro, y hay ejemplos de que no siempre se consigue,

Entre los años 60 y 70 todavía el monstruo de la contienda civil, se cobraba el peaje de miseria en los más desvalidos de sus hijos,¡¡ todas las justas la pagaron siempre los más pobres y desgraciados!! por entonces ya se conformaba el personal con poder llenar la andorga con algo caliente que no era pequeña la tarea, los obreros cobraban sus jornales por días trabajados es decir día trabajado día cobrado y por aquí los inviernos eran largos y los más de los días no se podía ir a trabajar, ya fuera por la lluvia ya por los fríos, y no quedaba más que ir a la tienda a pedir fiado y así hacer correr los días, pero ¡Ay, amigos cuando llegaban las navidades, cuando llegaban tan señaladas fiestas, entonces se sacaba de donde fuera ingentes cantidades de comidas y de bebidas, se recibía a todos los vecinos que se asomaran a la escalera, y a todos sin excepción se les servía de lo que más y mejor le apeteciera, y la cosa era igual en casi todas las casa del barrio, y como no está bien que el hombre ande solo, en mi casa aparte de algún cordero o cabrito , que para cabrones, al igual que hoy había muchos por estos lares, más que chapas de botellines, lo mismo que en otras muchas casas, ya que es tradición, se compraba un pavo vivo, a principio del mes de Diciembre para terminar de cebarlo en casa y matarlo para noche buena.

Aquel año como tantos otros fuimos a comprarlo a la calle Camino Llano de Cáceres, donde para este menester y en una cochera existente preparaban para tal ocasión, nosotros siempre se lo comprábamos a Yánez pollero de toda la vida que nos cogía el más resalao del grupo, de entre unos dieciocho o veinte kilos, y Ale, para casa con el bicho a cuestas a cuidarlo y que cogiera un par de kilos más a base de piensos y hierbajos menudos, antes de matarlo, y para que la carne se queda tierna y más sabrosa , hay que emborrachar al pavo, según dicen es para que la carne este más sabrosa, pero digo yo que lo mismo seria macerar la carne en vino después de muerto, pero así es la tradición y no seré yo quien la cambie.

¡Ah amigos llego el gran día, el día de emborrachar al pavo, y para ese menester mi madre había comprado una botella de coñac a la regenta del bar. la Terraza en el barrio del Llopis Ivorra que atendía por el nombre de Leandra, a precio de saldo, nos sentamos el pavo y yo en el salón y ahí copita va copita viene, pero el jodido no había forma de que echara un tiento a la copa, aparte del mosqueo del ave más que nada por la fechas que son, refrán nunca mejor dicho, nada más llevárselo a la nariz la soltaba, y me decía prueba tu a ver si te gusta, la verdad es que el coñac era lo más malo que pasara por la bodega de cualquier vinatero, y el que el apestoso brebaje lo hacia la hija de la que regentaba el bar. que atendía por Martina y que para esta labor se proveía de un cántaro de agua y unos sobres con no sé sabe que polvos, bien removido daban al día siguiente un bebedizo del color del coñac, que yo creo es que el daba Franco a los moros que se trajo de África para volverlos locos.

El caso es que hubo que ir a la tienda de Maruchi la “Chochera” a compra una botella de Felipe II, coñac este que según decían era regular, y así se consiguió que se tomara el pavo una copita, pero se empeñó en que le acompañara que no quería beber solo, y entre copa y copa que si yo que si tú, que si tomamos la última, que si no te acuerda de.. nos hicimos amigos,¡ A ver quién era el guapo que le metía mano a mi amigo el pavo! Pasaron los días, y el pavo, se hizo como de la familia, ya nos conocía a todos por nuestros nombres y hasta nos tuteaba.

Había que verlo los Domingos en misa tan modosito y bien educado parecía de mejor familia, por las tardes en el cine Coliseo disfrutaba de la doble sesión del cine de familia, y más tarde comiéndose un bocadillo de mejillones en el bar. de la Oje en calle Parras, y había que verlo tan chulin pavoneándose ante las pavitas en el paseo de Cánovas, y como disfrutaba en el salón de la Rosa bailando los pasodobles que tocaba la orquesta Cámara ¡ Ay, que jodido pavo, parece que lo estoy viendo que buena presencia tenia y espabilado que en la escuelas las Normales le echaba pulso a los profesores, a D. Bonifacio le iba allá en matemáticas a D. Antonio Canal le echaba un pulso como “Vate” poesía va poesía viene , pero su fuerte era el vuelo sincronizado,en el recreo como él no había otro igual, Como era un pavo serio de por si, se colocó como vendedor de piensos para gallinas, en el almacén que los “Sirirí” tenían en la Avda. de Portugal, de gran renombre en Cáceres más que otra cosa por su gordura extrema que debería andar por sus ciento y cincuenta arrobas, kilo arriba kilo abajo, había que verlo, al pavo me refiero, bueno a Siriri también , como trataba a la clientela y sin probar de la mercancía eh. Que era pavo honrado, estando en estas conoció a una pavita proveniente de Santiago del Campo, que se había llegado a la capital `para servir en casa de una familia de posibles, el señor era empleado de la oficina del fielato, pavita más limpia y decente no se encontraba en toda la provincia, daba gusto verlos de paseo o bailando pasodobles, o comparando una peseta de raspaduras en la confitería de la Estila, la verdad hacían muy buena pareja, al poco de conocerse le adjudicaron una vivienda de la junta con hipoteca en la Caja, se casaron y trajeron a este mundo infinidad de pavitos para otras navidades.


Agustin Diaz.

 
 
 

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