EL PENDÓN DE SAN JORGE-CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 20 abr 2022
- 19 Min. de lectura
EL PENDON DE SAN JORGE
Patrón de la villa cacerense
(Guerras en las que se halló al frente de las milicias de la villa- en las aclamaciones-en el día de san Juan.
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.
La joya de más estima, como la más antigua y más gloriosa del consistorio cacerense, es el pendón de la villa, conocido como el Pendón de San Jorge, sin duda por haber sido el que enarboló sobre el alcázar musulmán, de la antigua Norba Caesarina, el día de la conquista definitiva para la cristiandad de la Hins-Qazrix del moro, día en que la iglesia celebraba la fiesta del Santo Jorge, pero no porque tuviese hoy ni hubiera tenido nunca, figura o leyenda que hiciese la más remota alusión a su santo patrono, don Publio Hurtado, nos cuenta:
“Hay un historiador, Solano de Figueroa, de escaso o ningún crédito por los anacronismos y patrañas de que abundan sus obras, que cita en sus santos de Cáceres, un pendón que tenía bordada en una de sus caras la figura de San Jorge, armado y a caballo, con un dragón a sus pies, ningún documento oficial, ni ninguna referencia hace mención de tal estandarte”.
“Merecía efectivamente contemplarse, nos sigue diciendo don Publio Hurtado, en ocasiones lo habia visto paseando por las calles de la ciudad y que sería cosa de examinarla más de cerca, al poco lo sacaron de las vitrinas colocadas en el salón de sesiones del Ayuntamiento donde se custodia, al par que otras tres o cuatro banderas y estandartes de las milicias locales, y lo desliasen y tendiesen a la vista de don Publio, mirado, y admirado, se dio cuenta de que aquello, no era ya más que un venerado guiñapo que antaño perteneció a otra bandera, piadosamente sobrepuesto y recosido sobre una tela de seda carmesí, por las propias manos de la Reina Católica, según afirma el licenciado Rodríguez Molina, haciéndose eco de la tradición local”.
Bien pudo suceder así, pero ¿fue este el pendón original?
Porque en el transcurrir de los siglos, se acordó varias veces por el Consejo sustituirlo o duplicarlo, para que no sufriese mayor deterioro, con tal fin por acuerdos del Ayuntamiento de 1532 y 1534 se mandó traer tafetán de Medina, de tornasol dorado, y sedas para hacer otro, más tarde cuando Pedro Rol de la Cerda, nombrado a perpetuidad Alférez Mayor de Cáceres por el Rey don Felipe II, el 8 de octubre de 1566, requirió a los regidores para que le entregasen los pendones y banderas de la villa, y el que tenía el Alférez, existente a la sazón, contestaron los requeridos que:
“mandaran y mandaron notificar a Alonso Martin Texado, que tiene en su poder el dicho pendón, con que esta villa fue ganada al moro, que por ella habia sido nombrado éste presente año, que lo de y entregue a dicho señor Pedro Rol de la Cerda, Alférez Mayor, porque para ello reclamaron al dicho Alfonso Martin Texado el pleito homenaje que hizo, al tiempo que lo entregó, y así mismo le mandaron dar, y entregar otro pendón y bandera de tafetán blanco y azul, que la villa cacerense tenía y que estaba en el Ayuntamiento, el que luego se le dio y entregó, y al día siguiente 19 de diciembre, el dicho Alonso Martin, en cumplimiento, dio y entregó al señor Pedro Rol de la Cerda , Alférez Mayor, el pendón que por la villa a él se le habia entregado, con las armas de león y Castilla, que es el que esta villa ha tenido, que es público y notorio se ganó a los moros, y el dicho señor Pedro lo recibió”.
Años después, muerte el Rey Felipe II, el Ayuntamiento cacereño, aclamó por sucesor a su hijo Felipe III, en 18 de octubre de 1598, y para tal ceremonia mandó que se hiciese oro pendón de color carmesí y de riquísima tela, y que pusiese de un lado las armas reales, y del otro las de la villa.
Aparecen pues varios pendones, uno el repasado por la Reina Católica, si es que llego a hacerlo, con el castillo en el primer cuartel y el león en el segundo, otro pendón, el tornasol morado, y acordado hacer en 1534, el tercero, en blanco y azul entregado al Alférez Mayor Pedro Rol, el cuarto, el de la reconquista que tambien se entregó al mismo, con el león en el primer cuartel y el castillo en el segundo, y el quinto, el mandado hacer para la proclamación de don Felipe III
El paradero de los cuatro últimos, se ignora, solo queda el primero, que por su mayor antigüedad y por lo que revelan los superpuestos en la tela de seda de carmesí, del que se destacan, aunque confusamente, se pudiera tener y se tiene por el pueblo, por el Pendón de san Jorge.
“¡perdónenme su antigüedad!, ¡perdónenme la tradición! ¡perdónenme los documentos que así se hace constar! -yo niego que tan arcaica y prestigiosa enseña, sea la que agrupó a su alrededor las huestes reconquistadoras, ondeo el 23 de abril de 1229 sobre el alcázar musulmán de la villa cacerense”. (Publio Hurtado-Ayuntamiento y familias)
Justifica don Publio su negativa como sigue:
El Rey don Alfonso VI, que por muerte de su hermano don Sancho, reunió las coronas de León y Castilla, unió en su blasón las armas de ambos reinos, colocando en el lugar de preferencia el león, emblema del primer estado que habia regido, a la muerte de su nieto don Alfonso VII volvieron a separarse, por la división de los reinos entre sus hijos don sancho y don Fernando, para el primero Castilla, León para el
segundo, tornando en su virtud a ostentar las banderas leonesas, el león de gules, linguado y armado en oro, con corona de oro en campo de plata, y la castellana el castrillo de oro, con tres almenas y tres homenajes, cada uno de estos con otras tres almenas y mayor el del medio en campos de gules, y en esta división de armas, llegó la época de nuestra redención del yugo mauritano.
Todos los historiadores están de acuerdo, en la afirmación de la malquerencia del monarca leones Alfonso IX, hacia su hijo el monarca castellano Fernando III, efecto por el cual atentos uno y otro a sus discordias internas, olvidaban sus obligaciones de ir sustrayendo territorios y ciudades al dominio musulmán, es más, concertadas entre ambos saludables paces, el leones se dispuso a emprenderla contra el moro a cuya campaña, que resulto la conquista de Cáceres, contribuyó don Fernando III, con un cuerpo auxiliar de soldados castellanos, acaudillados por el Comendador y trece de la Orden de Santiago, Ruy González de Valverde.
Cada hueste traía su pendón, los castellanos con su castillo, ls leoneses con su león, y si el ejercito auxiliar se retiró después de logrado el rescate, si don Alfonso IX quedó enseñoreado de la villa, y si dio esta como presa del triunfo, para su uso y glorioso recuerdo, el pendón emblemático de su real jurisdicción ¿cómo puede afirmarse que fuese alguno que ostentase el León y el Castillo unidos?
Recordemos que estos dos signos heráldicos no se volvieron a unirse hasta que muerto don Alfonso IX, el sucesor en el reino leones, su hijo don Fernando. Mandó reunir en un solo escudo las armas de sus dos reinos, que cuartelo, prefiriendo el Castillo al León, por haber sido antes Rey de Castilla
Es esta forma aparecen dispuestos en el Pendón de San Jorge, por lo que dándole mayor antigüedad posible, no se puede remitir su confección más atrás del reinado de San Fernando, unos cuatro o cinco lustros después de la reconquista, fecha que conviene con el periodo de dos siglos largos que pudo resistir el deterioro del tiempo, hasta que doña Isabel, su católica majestad, compadecida de su estado, cosió sus ajados retazos a la tela sobre que hoy resaltan, aquí el cronista nos cuenta:
“Don José Ramon Mélida (arqueólogo) atribuye el hecho de remedar el pendón, a la época de don Alfonso X, hijo de San Fernando, por advertir en el bordado, juntamente con finezas ornamentales góticas, reminiscencias arábigas, semejantes al códice de las Cantigas (poesía cantada) atribuido al monarca Alfons X el Sabio”.
Recién constituido el primer ayuntamiento por el rey conquistador, se dividieron sus “viri boni” (hombres buenos), en dos bandos, uno, el leones, mantenido por la familia de los Giles, Alfonso, Saavedra, Figueroa, Espaderos, Yáñez y Mogollones, el otro, el castellano, en el que figuraban los Valverdes, Blázquez, Téllez, Pérez, Osma, Mateos, Paredes, Delgadillos, Escobares, y alguna más, de tal modo quedaron separados entre sí, que el consejo usó dos sellos, uno con un león, con u castillo el otro, sellos que guardaban respectivamente dos concejales, y que a pesar de la disposiciones del Rey, San Fernando, perduraron como los dos bandos, hasta la época de Isabel la Católica.
Así que, teniendo dos sellos, es natural tuvieran dos estandartes, lo que hizo la reina católica, fue unir materialmente ambos emblemas, en la bandera que restauró, cosa que no es verosímil. De estos precedentes se deducen dos conclusiones, según don Publio Hurtado:
Una, que el llamado en la actualidad Pendón de San Jorge, no es el dado por don Alfonso IX a la villa cacerense, aunque como tal se tenga.
Y la segunda, que, este emblema, si es la que recompuso la reina Isabel la Católica, bien pudo confeccionarla con elementos de estandartes antiguos, y aun ser el del Pendón Original, pero jamás este”.
Tres usos eran los que se daban a tan honrado estandarte, guiar las mesnadas cacerenses cuando iban a la guerra de orden del Rey, presidir la proclamación de los monarcas en las calles y plazas de la villa, y recorrer estas procesionalmente todos los años, el día de San Juan Bautista.
En la antigüedad que se revela de los recosidos restos, al estandarte de referencia, se puede asegura que fueron testigos de los esfuerzos de las huestes cacereñas en cien jornadas bélicas, ya dirigidas por sus alcaldes, ya por sus corregidores, estos eran oficialmente los capitanes de guerra de los partidos, ya por los capitanes nombrados expresamente por acaudillarlas, hasta que la creación de los ejércitos permanentes suprimió estos alardes, privando la gloria del triunfo o el baldón del vencimiento entre la masa de soldados de todas las procedencias.
Algunas jornadas que perpetuaron la memoria de los antepasados cacerenses, que tomaron parte con su pendón a la cabeza, nos cuenta el cronista algunos ejemplos:
A los siete años de esta establecido en ayuntamiento cacerense, sirvió con su pendón y sus gentes de armas al rey don Fernando III, en la conquista de Córdoba, llevada a cabo en 29 de junio de 1236, tambien se volvió a la ayuda, en la de Sevilla el año de 1248, donde otorgó buen repartimiento de haciendo al caballero Benito de Cáceres, que tal vez fuera el caudillo de las huestes cacereñas.
En 1272 volvió a servir a la corona, proporcionado al infante don Fernando de la Cerda, hijo del Rey Alfonso X el sabio, lucida tropa de caballeros para combatir al Rey moro de granda, servicio que premió el autor de las Partidas con un Real privilegio fechado en 12 de febrero de 1473, por el cual hizo excusados del pago de pechos a los caballeros de la villa que llegasen a la vejez y a sus esposas.
Ya en 1308, tuvo que partir a Alcántara, de cuyo puente y castillo se habia apoderado el infante don Juan, tío y tutor del Rey Alfonso XI, uno de los magnates descontentos y perturbadores que conoce la historia, se titulaba Rey de Galicia, de León y de Sevilla, y de conformidad con el Mestre de la Orden de Alcántara y las huestes del concejo de Plasencia, puso sitio al castillo y lo ganaron, degollando al alcaide Garci Gutiérrez, defensor de la plaza en representación del rebelde Infante.
En 1334, Cáceres envío sus gentes de armas a mandato del Rey don Alfonso X, sobre la plaza de Badajoz, sitiada por los portugueses. En 1338, vino a Cáceres dicho don Alfonso, y de aquí partió hacia Valencia de Alcántara, con los caballeros, concejo y pendón de la villa, a castigar al Maestre de la Orden don Gonzalo Nunes de Oviedo, que hasta hacia poco habia sido privado suyo e investido en la villa cacerense por el mismo ahora cabreado monarca, con el Maestrazgo de la Orden alcantarina, que por ciertas habladurías y especias de injurias que habia proferido contra la real manceba doña Leonor de Guzmán, y que los parientes de esta, malmetieron y azuzaron grandemente al monarca perseguidor, que una vez tenido don Gonzalo por su antiguo protector, fue mandado degollar, sin que fueran parte a templar la colera del Rey los muchos e importantes servicios que le habia hecho.
Tambien acudió el Concejo, con su gente de armas, al XI de los Alfonso, en la campa contra Tarifa y memorable batalla del Salado en 1340, en el cerco de Algeciras en 1344, en el sitio de Gibraltar en 1349, donde la peste, la temible plaga que invadió al ejército, acabo con la vida del monarca.
En las guerras sostenida entre Aragón y Castilla en 1356, el cabildo cacerense propicio siempre a la causa de sus Reyes, envió a don Pedro el Justiciero con sus estimables mesnadas. Más tarde y con la misma fidelidad demostrada, ayudo en 1360 a don enrique de Trastamara, sucesor del anterior, en trono de Castilla, cuando don Fernando de Portugal, alegando su cualidad de biznieto de don Sancho el Bravo, trató de reivindicar por medio de las armas la corona castellana.
Las eróticas y trágicas disenciones de la familia real lusitana, dieron margen en 1382 a que don Juan I de Castilla entrase en son de conquista en Portugal, adonde y de orden suya, los siguieron el concejo y caballeros cacerenses.
Durante el reinado de Juan II, salieron otra vez las tropas cacereñas, a batallar contra los moros de Granada en 1442, al mando de Juan de Ovando, que se titulaba Capitan Mayor de Cáceres.
Ocupaba ya corona Castellana, doña Isabel I, cuando el Rey de Portugal, trató de apropiarse de ella, y sustituirla por su sobrina doña Juana la Beltraneja, hija del Rey don Enrique, con la que tenía concertado en matrimonio el de Portugal, entró este en Castilla, por Alburquerque en la primavera del del año 1475, y las tropas cacereñas al mando del Capitan Diego de Cáceres Ovando, lo lleva hostilizado todo el camino hasta Plasencia, matándole regular gente de armas de la retaguardia, en la capital del jerte, el de Portugal contrae matrimonio con dola Juana la Beltraneja.
Dejábamos en el capítulo anterior, a las huestes cacerenses junto con el pendón de la villa, ocupaba ya corona Castellana, doña Isabel I, cuando el Rey de Portugal, trató de apropiarse de ella, y sustituirla por su sobrina doña Juana la Beltraneja, hija del Rey don Enrique, con la que tenía concertado en matrimonio el de Portugal, entró este en Castilla, por Alburquerque en la primavera del del año 1475, y las tropas cacereñas al mando del Capitan Diego de Cáceres Ovando, lo lleva hostilizado todo el camino hasta Plasencia, matándole regular gente de armas de la retaguardia, en la capital del jerte, el de Portugal contrae matrimonio con doña Juana la Beltraneja.
Las mismas tropas, a las órdenes del Capitan don diego de Cáceres Ovando, tienen puesto destacado en la célebre batalla de Toro, librada el 1 de marzo de 1476, donde fue derrotado por completo el portugués, afirmándose en el trono de Castilla, la reina doña Isabel.
Se propuso el Rey don Fernando el guerrear con el moro y abastecer la Alhama, villa de importancia y expuesta a los continuos embates de la morisma, envió a Cáceres a su aposentador don Juan de Valpuesta, para que llevase de la villa cacerense a su corregidor, con el Pendón el Concejo, todos los regidores, caballeros y escuderos de ella, de cincuenta años para abajo, setenta jinetes y seiscientos peones, de estos doscientos ballesteros y 400 lanceros, con vituallas y salarios pagados para treinta días, lo que fue obedecido por la villa (31 julio 1485).
Tambien levantó esta gente de guerra para la empresa que dio como resultado la toma de Granada en 1492, a cuya cabeza marchaba como Capitan don Juan Pereiro Espadero.
En la guerra del Rosellón en 1503, tambien tomaron parte los paisanos de la villa cacerense, bajo el mando del capitán don Juan de Sande Carvajal.
Estamos en 1509, y concurrió la gente de Cáceres con sus lanzas de acostamiento, están eran de la más viril gente de guerra que salía de Castilla, según narra el cronista, en los anales de Aragón, a la magna empresa que acaudillo el Cardenal de España contra los mahometanos, resultando de esta campaña la conquista de Orán y Bujía.
No es cierto, contra lo que afirman algunos autores, que el concejo cacereño, se pusiese del lado de las comunidades de Castilla, aunque algún viento de aquella tormenta patriótica, llegaron a la villa, y lanzaron al campo a algunos caballeros, pocos, en realidad, el Municipio, como entidad oficial, permaneció fiel al Cesar, como este consigno en carta dirigida al concejo, fechada en Iprés en 20 de julio de 1520, agradeciéndole su perseverancia en su obediencia.
Volvieron a sacar de sus hogares a los hombres de armas cacereños, las comunidades de Castilla, con el Pendón a la cabeza en el año 1522, y marchar sobre Toledo, centro del movimiento nacional, y pagándose un ducado a cada cual de los milicianos que figuraban en la expedición. En 1542, para hacer frente a los franceses, que vinieron sobre Perpiñán, envió la Villa de Cáceres doscientos hombres de armas, abastecidos para seis meses.
En 1557, don Felipe II, pidió nuevo contingente de tropas, para contener a los mismos franceses que cayeron sobre Fuenterrabía, y el concejo cacereño le envió doscientos soldados, abastecidos por otros seis meses.
El moro de la Alpujarra se levantó en armas, y el propio Rey solicito ayuda a la villa cacerense, que enviaría a su hermano don Juan de Austria, general de la tropa en esta campaña, Cáceres, respondió al llamamiento y le remetió cincuenta arcabuceros, cincuenta ballesteros y cien piqueros, capitaneados por otro don Juan de Sande.
Para la conquista y posesión de Portugal, dispuso el repetido Rey Prudente, que Cáceres, enviase al Duque de Alburquerque, como General de la tropa, doscientos hombres, de ellos ochenta piqueros y ciento veinte arcabuceros, complaciole la villa, capitaneados por don Juan de Pereiro Golfín, en el año de 1580.
A los ocho años, se produjo la ruptura de España con Inglaterra, y vuelta a exigir don Felipe, el concejo contribuyo con doscientos soldados, que embarcaron el aquella armada denominada la Invencible, la que fue, deshecha por un temporal en alta mar, antes de llegar a su destino.
El Rey don Felipe II, fue el creador de las Milicias Cacereñas, en la que se alistaron ciento ochenta hombres y a cuyo frente colocó a don Juan de Ulloa Golfín.
Durante las guerras de Cataluña y Portugal, don Felipe V, tambien reclamo auxilio9 al concejo cacerense, el cual se lo facilitó con repetición.
La segunda de estas guerras, en que los lusitanos pugnaban por su independencia, dio mucho que hacer e impuso enormes sacrificios al pueblo cacereño, que durante muchos años vio desbastados sus campos, dejados sus hogares, agotados sus recursos y enlutados su vencindario.
En 1641, se envió a Alburquerque dos compañías de soldados al mando de los capitanes don Alonso de Ulloa de Carvajal y don Gutierre de Solís, a socorrer la plaza.
En 1642 organizó y expidió una compañía con ciento veinticinco hombres para la guerra de Cataluña, que partieron hacia el principado mandada por don Pablo Becerra Monroy, y otras tres compañías hacia Portugal con un contingente de 320 soldados.
En 1643, hubo que aprontar otra compañía para socorrer nuevamente a Alburquerque, compañía de la iba al mando don Alonso de Aldana.
En 1644, se envió hasta cinco socorros a las plazas fronterizas, alistando entre los pueblos del partido mil treinta cuatro soldados, a las ordenes del Capitan don Alonso de paredes y Ribera y el Corregidor don Francisco Serrano de Tapia.
En 1645 se organizaron tres expediciones militares, una hacia Badajoz, otra hacia Zarza la Mayor, y la tercera hacia Olivenza, sacando de sus casas en la villa cacerense, para estas expediciones cerca de mil hombres.
En agosto, se llevaron socorro alas plazas de Alburquerque y Valencia de Alcántara, al mando de don Francisco de Pereiro y Ulloa, en el mismo año, mes de septiembre, el Alférez Mayor don Pedro de Ovando y Rol de la Cerda, acudió en auxilio de Badajoz al frente de las milicias locales.
Otro hecho de armas importante, la expedición organizada por el municipio cacerense en 1647 en socorro de la villa de Alcántara, con una fuerza de quinientos hombres, al mando del corregidor don Rodrigo Flores, y que, cuyo resultado fue tan satisfactorio, que el Rey don Felipe IV, escribió carta al concejo de la villa de Cáceres, mostrándosele altamente reconocido y dándole las gracias por tan importante servicio.
Tan bien fue azarosa la guerra de Sucesión, azarosa y funesta para la villa cacerense, en que el Duque don Carlos de Austria y el Duque Anjou don Felipe de Borbona, se disputaron el trono hispano.
En cuanto surgió la contienda armada, el año de 1700, Cáceres aporto a la causa borbónica treinta caballos para combatir al Archiduque. En 1702 expidió nueva expedición de tropas para socorrer la plaza de Badajoz.
En julio de 1703, sirvió la nobleza cacereña con una compañía de soldados al Rey don Felipe. En 1704, de orden real corrieron en auxilio de Valencia de Alcántara, no solo el concejo, sino todos los caballeros e hidalgos de la villa cacerense.
En 1705, el Marques de Bay, general de los ejércitos borbónicos solicitó el auxilió de la gente de Cáceres, en favor de la plaza de Badajoz, se alistaron quinientos soldados, y en el mes de octubre partieron para la mencionada plaza, al mando del Corregidor Conde de Alba Real, habiendo sido este el socorro mayor que recibió la plaza de Badajoz, que, las tropas portuguesas, cuando vieron la aproximación de nuestros paisanos, levantaron el sitio y se retiraron.
En 25 de enero de 1706, volvieron a marchar las milicias cacerenses a favorecer Badajoz.
El 18 de abril del mismo año, don Felipe V, pidió a Cáceres cuantas milicias pudieran enviarle, para marchar contra Alcántara, cuya plaza habia ácido en poder de las tropas del Archiduque, y marcharon hacia allá, pero esta vez sin resultados.
En 1707, volvieron a intentar el rescate de la plaza de Alcántara, y volvió hacer Cáceres nuevo sacrificio de hombres, y organizando una compañía, marcharon hacia la mencionada villa, al mando de don Diego Conde de Figueroa, coronando con éxito la empresa.
Hubo de enviar al poco, nuevos socorros a la misma villa en 1708, por los constantes embates enemigos.
El 18 de mayo de 1708, se mandó armar a todo el vecindario, porque el enemigo habia saqueado el pueblo de La Aliseda, temiendo que se vinieran a repetir el expolio a la villa cacerense.
El capítulo anterior lo dejábamos, con las tropas cacerenses encabezados por el Pendón de la Villa, a petición de su majestad de turno, y se hubo de enviar al poco, nuevos socorros a la misma villa en 1708, por los constantes embates enemigos.
El 18 de mayo de 1708, se mandó armar a todo el vecindario, porque el enemigo habia saqueado el pueblo de La Aliseda, temiendo que se vinieran a repetir el expolio a la villa cacerense.
Nos cuenta don Publio Hurtado, que no sabe ni le consta, que Cáceres fuera requerida para que enviase, o si se envió, tropas a Badajoz en el año 1801, para aquella guerra que sirvió de sorna para los historiadores, que el pueblo dio en llamar guerra de las Naranjas, pero sí que, al vencindario se privó de todo los carros y carretas, así como de ganado de carga, para atender al suministro de tropas expedicionarias, y cuya indemnización subió a una suma considerable.
Para la Guerra de la Independencia, no figura el dato como para puntualizar ni el número de soldados que se alistó y envió el Concejo a los ejércitos nacionales, ni la cuantía de las exigencias de pago de que fue víctima, Franceses, Ingleses y Españoles, Generales comisionados de las juntas Suprema y de Provincia, Intendentes, comisarios, Jefes de Partidas, todo era el reclutar gentes y a pedir dineros, granos, paja, vestuario, armamentos, bagajes, lo que la villa cacerense, no pudo facilitar, más que en escasas proporciones y obligados por amenazas de muerte.
Así las cosas, a partir de esta época, el ayuntamiento cacereño, siendo ahora absolutista, ahora liberal, creó y disolvió, según las circunstancias del momento, cuerpos armados de Milicia Honrada, de tiradores, de Milicia Nacional, Legal y voluntaria, de Húsares Constitucionales, de Milicia Urbana, algún que otro cuerpo más, cuyos servicios fueron más o menos eficaces a los fines para los que se crearon, y a los que pertenecieron las banderas y estandartes que acompañan en las vitrinas del Salón de Sesiones al antiguo Pendón de la villa cacerense.
Otro de los usos que se le daban a esta simbólica enseña, era el presidir la aclamación de los monarcas, cuya ceremonia tenía lugar en esta forma que nos relata don Publio Hurtado:
Señalado el día de la aclamación, se convocaban a ella a los caballeros de la localidad y se prevenía por medio de pregón, que el vecindario dispusiese colgaduras y luminarias, para dar más solemnidad al acto, se limpiaban las calles de la carrera, y se construían tres tablados en la Plaza Mayor, Plazuelas de San Mateo y Santa Maria, de dos metro y medio de altura y siendo de amplitud adecuada, revestidos de ricos paños y se ornaban con follaje.
Más avanzada la época, se extendían más las bellas artes, a os reyes se les retrataba en lienzos, al orden por el coste de los erarios del concejo, se colocaban en el testero del ayuntamiento, cerca del balcón central, y bajo un aparatoso dosel, la imagen del monarca, entre colgaduras de seda, que caian y tapaban las puertas de las canecerías, ubicadas en la planta baja del edificio, donde se formaba guardia de Honor.
El día designado y al romper el alba, los clarines, timbales y tambores, y desde el portal de la casa del Corregidor , daban la señal convenida, y las iglesias echaban a vuelo sus campanas , los villanos curiosos y con ganas de juerga, iban acudiendo a la Plaza Mayor, la compañía de soldados, que proporcionaban los gremios de sus mismos miembros, para cubrir esta ceremonia, cuando no habia tropas profesionales, con sus petos ballestas, picas y arcabuces, formaban delante de los Portales, frente al Ayuntamiento, y los caballeros, hidalgos y curiales, vestidos con sus mejores coletos, chupas y garnachas,, se apercibían para la ceremonia.
Ya en las salas capitulares, todos los elementos oficiales, los invitados, el Corregidor, tomaba el Pendón de la Villa, colocado de ante mano en el sitio presidencial y formulaba:
“Escribanos de este ayuntamiento, denme por testimonio, como en nombre de esta Villa de Cáceres, y por ella, entrego a… Alférez de este Concejo el Pendón Real, para que por esta Villa lo levante y lo alce por el Rey don…. Nuestro señor, que dios guarde muchos años”.
A lo que contestaba el miembro que era nombrado:
“Y yo lo recibo, pronto a ejecutar tan solemne acto, y todo o demás que se ofrezca en favor de mi Rey natural, como firme y leal vasallo.
Terminada la recepción y la ceremonia de aceptación del Pendón, partía la comitiva de las casas Consistoriales, yendo delante cuatro trompeteros a caballo, tras ellos los ministros ordinarios, ósea el Aguacil Mayor de la villa. A su derecha el Alcalde Mayor de la Hermandad, y a su izquierda el aguacil Mayor del Campo, tras ellos marchaba el Sexmero de Concejo y su tierra, después los porteros del Ayuntamiento, vestidos de damasco carmesí con sus mazas doradas, a continuación, los Reyes de Armas, con cascos o morriones. Petos y espalderas, una de ellos era el portador de una corona y de un cetro el otro, seguían la comitiva los escribanos del Municipio, y tras ellos los capituladores y convidados, cerrando el cortejo el Corregidor con vara alzada que llevaba a su derecha al alférez de la villa, con el Pendón desplegado. Todos jinetes en caballos, paramentados con sus mejores galas, y mayor liujo posible.
Al llegar a el tablado montado en la plaza, descabalgaban y subían a él, el corregidor, el Alférez, los dos regidores de mayor antigüedad, dos escribanos y os reyes de armas, el de menos antigüedad, gritaba, en alta voz.
“ Oíd, oíd, oíd, y el más antiguo repetía por tres veces, silencio, silencio, silencio, hecho esto, el Alférez, voceaba, Castilla, Castilla, Castilla, por el Rey don… haciendo ondear el Pendón, contestando a coro el Corregidor y todos los demás del cortejo, Amén, desatándose la muchedumbre en atronadores vivas, que se mezclaban con el repique de campanas, redoble de tambores y toques de clarines”.
Volvían a montar a caballo y se repetía el acto en los tablados levantados en las plazuelas de San Mateo y santa Maria, volviendo de esta al ayuntamiento por las calles Tiendas, Godoy, Camberos y Zapatería, colocando el Pendón en el balcón de las casas Consistoriales, en el que permanecía todo el día y toda la noche, iluminado con profusión y bien custodiado.
Costumbre era, tras esta ceremonia, el arrojar monedas de plata al pueblo, por cuenta de Alférez, en cantidad adecuada a sus posibles y dar libertad a los presos por causas livianas y de escasa delincuencia, así como de comer un rancho extraordinario a los de mayor delincuencia.
Desde el siglo XVI, en adelante, cuando ya estaba en posesión la casa de Ovando del Alferazgo Mayor, era otras partes del programa la traída y llevada desde la casa del consistorio del Pendón que tenía lugar procesionalmente, las justas de caballeros que se celebraban al día siguiente en la Plaza Mayor, aderezada vistosamente, los toros que por las tardes se corrían y el sarao que tenía lugar por la noche en casa del mismo alférez.
El tercer uso que se hacía al Pendón de la villa cacerense, era el pasearlo anualmente por las calles, el día de San Juan, día de gran festividad para el orbe católico, ese día vestidos de gala, regidores, magnates e hidalgo de la Villa, oficiales del Concejo, y cuantas personas representaban algo en el vecindario, lo acompañaban procesionalmente por las calles y lo colocaban después en el balcón del Ayuntamiento, hasta la anochecida, en la que se volvía a llevar de la misma forma a la casa del Alcalde o Regidor en que se guardaba, el Municipio libraba 12.000 maravedis, para que el concejal que lo custodiaba, diese tal dio un almuerzo a la gente que acudiese a la puerta de su casa, a honrar el antiguo estandarte, y a tomar parte en el publico regocijo, esta cantidad siguió presupuestándose para este fin, incluso después de haber otorgado el Rey don Felipe II el Alferazgo Mayor de la Villa a don Pedro rol de la Cerda en 18 de octubre de 1566 a título de perpetuidad, para si y sus descendientes, estos fueron los marqueses de Camarena la Vieja.
(fuentes Publio Hurtado)

Agustin Díaz Fernández
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