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EL SUCESO DE LA CALLE AMARGURA

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 4 abr 2020
  • 9 Min. de lectura

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

hoy les voy a contar la historia o sucedido acaecidos recién principiado el siglo XVI en la ciudad de Cáceres, es uno de esos sucedidos pocos conocidos o eso me parece a mí, y que para dicha de cronistas están preñados nuestros Palacios y casas fuertes , nuestras piedras y nuestras calles, cada uno tiene su historia que contar, solo hace falta eso, que el historiador rebusque en sus entrañas y las saque a la luz, la historia que pretendo contar, es la de la calle amargura, en pleno centro de la ciudad amurallada, para situar a los menos avezados en el conocimiento de la ciudad, es justo donde está ubicado el Palacio de Carvajal, lindando con la Plaza de Santa María, y en la calle Amargura.



San Mateos

Seria por abril o Mayo, no recuerdo el mes sí que era el año de gracia de 1,501, y que debería ser más bien Mayo por que las tardes se alargaban más cada día , y estaban las flores del barrio de San Antonio, o barrio judío en plena explosión de colorido y olor, cuando aquel bellaco, un perillán vividor y peleón con más vino en el pellejo que todas las bodegas de las torres de Santa María, habiendo sonado las campanadas de las once de la noche hacía rato, y bajando por la cuesta de Aldana, a la altura de la casa de los Nidos o casa del Mono, le dijo al joven que bajada precediéndole," como te atreves pero tú de que vas " caramba que violencia en esa amonestación.


Cuesta de Aldana

El tipo en cuestión , matón que no bravo, con pinta de gallo de corral ya en declive como esos gallos viejos que seguro habrán visto Vds. en más de un gallinero, y con el cuello pelón de plumas, y con algunas chirlos en la cara signo de pendencias antiguas que trataba de disimular tras un bigote retorcido, que en vez de ocultar, las hacía más visible, era un hombre mayor casi viejo pues estaba en la mitad de la treintena , más cerca de los cuarenta que de los treinta y cinco, y pertenecía a la familia de los Ulloa, pero no de los famosos y ricos hijosdalgo condes duques marqueses y demás ralea de la ciudad, este era de familia de posibles sí, pero menos, pertenecía más bien, a la rama más pobre de la familia, de las cuales solo tenían en común el apellido, y llegaron a la ciudad como eso que eran , como segundones tras el sequito de los Ulloa, cuando llegaron a la ciudad, y teniendo como lustre el apellido la suerte le sonrió, a esta familia con un pelotazo urbanístico cuando los reyes Católicos que no cristianos, en 1.492 expulsaron a los judíos y estos a los que la familia de Hernán, que así se llamaba el pendenciero ,les debía un potosí, y a cambio de condonarle la deuda le dejaron las llaves de sus casas para que las cuidaran hasta que volvieran, a lo que contesto cuando se hubieron ido ,Santa Rita Rita, lo que se da no se quita, y de la explotación de las viviendas de los judíos y de trapicheos varios, así como del estraperlo de toallas con Portugal y la venta de hierros viejos lograron tener una más que decente renta.

Al recibir Hernán a la muerte de los suyos, un saneado capital como herencia para vivir holgadamente el resto de sus días, pensó que era el amo del mundo y en vino juegos y señoras de compañía, y algún crucero por los fiordos Noruegos que otro, en poco meses dio al demonio lo que con tanto trabajo les había costado a su familia saquear a judíos, viendo que dentro de nada había dado fin con el sueño del pobre y antes de que se corriera la voz, decidió pedir la mano de una joven doncella de muy buena familia y en edad casadera, para lo que se rumoreaba el buen padre había dotado a la niña de forma generosa, muy generosa, y es que la niña no hacía más que dar disgustos a padre tan desprendido.

Este el buen señor de familia de hijosdalgo natural de la zona de León y gerente de correos en la ciudad, a la muerte de su señora esposa le prometió y en el lecho del último suspiro, que jamás dejaria desamparada a la niña, hija única por otro lado, de regular y agradables facciones y altura, y es que el buen señor andaba algo malito de un tabardillo que le dio hallá por la festividad de los Reyes Magos y acobardado el hombrecillo andaba en que la niña no quedara desprotegida, para eso la había hecho ingresar como novicia en el convento de San Pablo, y allí Jimena, que esa era su gracia, y así la saco de la pila del bautismo su padrino, don Pepe Mari, hombre de mucho mérito que habida estado trabajando de hortera en retales Manolo, gran rezador del rosario y arenero de la plaza de toros, hoy en día venido a caer en desgracia, pues aunque él lo niega lo expulsaron de la beneficencia por comer con dos cucharas.

Jimena se pasaba día sí día también en el convento ayudando a las monjitas en la elaboración de dulces, o bordando por las tardes en el frescor de la huerta del convento, y aunque allí parecía feliz, cada vez que tenía la oportunidad le decía al padre que la sacara, que había conocido a un chico y se quería casar con él, por eso el padre al presentarse Hernán a solicitar la mano de la muchacha, que aunque era casi de su edad , de la del padre, o sin casi, todo era por hacer feliz a la joven novicia, sin pararse a pensar como la niña podría haber conocido a un hombre estando en un convento de monjitas enclaustradas, ni tampoco desconfiaba de uno de sus sirvientes que estaba al cabo de la calle de los deseos de la muchacha ,y que por unas pistolas de vino de la taberna la Catalana había informado al zascandil de Hernán.

Pero Jimena, del que se había prendado era de un jovencito barbilampiño y cara linda de unos diecisiete años, que le había hecho perder el sentido una tarde de risas y carcajadas contándole chascarrillos y cuentos de moros y cristianos," no es verdad ángel de amor" o callad por favor siento ruido , siento gente, ciento diez y ciento veinte " con un dominio del verbo fácil y del léxico tal, como no iba caer rendida la muchacha de amor por del pollo que la chicoleaba, un día que acompañando a su maestro habían arreglado y limpiado el horno de donde entre otras cosas las religiosas sacaban su sustento y el muchacho mientras el maestro charlaba con la madre superiora él lo hacía con la más joven de las novicias, al despedirse Jimena indico al mozo un lugar en la tapia, donde se podían apreciar unas agarraderas proveniente de alguna antigua ,edificación o corral ya inexistente donde podían verse a la anochecida y hablar otro rato, siempre que pudiera engañar a sus dueñas claro está, y así el muchacho partió feliz, al día siguiente y viendo el despiste del aprendiz el maestro le arreo algunos mamporros y viendo que no espabilaba, que el atontamiento era general, y que no podía hacer nada más , envió a casa temprano, a ver si con un cordial se reanimaba, a Iñigo Expósito Vergara, que tal era el nombre del muchacho, de familia natural de Valladolid y que llegaron a Cáceres, tras la estela del hedor a muerte que desprendida las huestes del rey Alfonso IX ,cuando se le paso por los huevos conquistar la ciudad de Cáceres a los herejes y entregarla al cristianismo, Iñigo era heredero de esa miseria que acarrean los seguidores de los ejércitos en espera de rapiña, ladrones .pordioseros. cantineras. las familias de los soldados y putas muchas putas, para alegrar el rato de asueto de los soldados, este Iñigo era de esa rama de familia de niños que de recién nacidos y entregados en las esclusas de los hospicios y al no conocer sus orígenes les apellidaban expósitos, de segundo Vergara de familia de conocido regular en la ciudad, y que años más tarde pondrían una casa de compra venta de coches de segunda mano, pero aquel día, Iñigo solo pensaba en Jimena y en cómo se las arreglaría para escaparse de su casa a hora convenida y tan tardía, pasó el día discerniendo con que milonga engatusaría a su madre ,mujer que por conocer algo de la vida, no gustaba que el muchacho por aquello de que perro viejo no ladra a la la luna, anduviera a la descubierta de la luna.



Convento de San Pablo

Había pasado ya algún tiempo que los enamorados andaban de palique, y cierto día Hernán y pareciéndole, como un cierto picorcillo en la frente como de salienda de cuernos, y sintiendo en el estómago como dolor del hambre, viendo en peligro el dote de la bella Jimena, decidió alquilar los servicios como correveidile de uno de los hermanos Margallo, familia que prestaban una gran labor a la ciudad, pues eran los encargados de recoger las boñigas de los caballos y las colillas de los cigarrillos por las calles, y al cabo, y por medio maravedí , le dio las explicaciones necesarias de donde y como pasaban la noche los tortolos, así que aquella mañana salió de casa a dar una paseo y pensar como dar un escarmiento, al que se había atrevido a robarle lo que creía que era suyo, el dinero de la muchacha, recogió unos espárragos en la cerca de las retamas, después se tomó una caña y pincho de carne de caballo en el bar Cervantes del barrio Llopis Ivorra, fue a ver al bar Tapia por si le tocaban los huevos, pero ese día no tuvo suerte y no le tocaron ni los huevos ni nada, y ya atardecido y con una sola idea en la cabeza conforme se iba aproximando a la ciudad monumental le compro una pesetas de celtas sin boquilla a Juanito el Chochero y se comió un bocadillo de mejillones en el bar de OJE, ya de anochecido decidió echar unos vinitos en la taberna de Garzi, para hacer tiempo, donde estuvo entre otros departiendo con Carlos Floriano, que y en una mesa apartada estaba haciendo los deberes, Floriano del partido popular en diferido eso sí, en la espera de que Garzi, su padre cerrara la taberna para irse a su casa, y a eso de las once de la noche con muchos vinos de más y el valor que eso le infligía Hernán fue a arreglar las cuentas que no eran suyas.



Plaza de Santa Maria

Rato hacia que se había escuchado las campanadas de las once, y agazapado en la oscuridad Hernán vio más que escucho, como Iñigo y Jimena pelaban la pava, y eso le oscureció mas sus entendederas, ya nubladas de por si, por odio y por el vino, cuando iba a pasar a la acción en aquel mismo lugar las tapias del convento de San Pablo, escucho cómo se despedían hasta el dio siguiente ,y sintió tanto rencor hacia una muchacha que no conocía y un muchacho que podría ser su hijo que la ira lo cegó, y no pensar más que en vengar la afrenta, por eso fue tras de él y le dio el alto en la cuesta de Aldana, Iñigo se pudo zafar, y llegar hasta la plaza de Santa María, ahí el inconsciente muchacho, cansado de huir le plantó cara ,y aunque el joven era bravo, también lo era en inexperiencia, así y todo saco la toledana para hacer frente al espadachín, que ya con el acero en mano se le echaba encima, clin ,clan ,clin, clan, en el mismo momento de que se cruzaron los aceros Hernán vio claro que no era su noche, que lo que había querido ser un escarmiento le estaba poniendo en un aprieto a él , a esas horas le habían dicho verdes las han segado, y que cubriéndose con el embozo para no ser reconocido estaba pensando en cómo se había dejado meter las cabras en el corral, y salir cagando leches del sitio camino del Junquillo, se escuchó por el adarve de la estrella la voz de los aguaciles de corte, "alto quien va, deténganse en nombre de la justicia" en ese momento Iñigo bajo la guardia momento que aprovechó el traidor de Hernán para entrar a matar derecho y sin estorbos, insertando a Iñigo con su espada en una estocada mortal, sintiendo ya cerca los pasos de los aguaciles, el traidor de Herman. salió por pies hacia la calle Amargura, pidiendo cuartel en una mancebía que en esa calle existía, los alguaciles al llegar se pararon junto el moribundo, al preguntarle este les dijo "a buenas horas mangas verdes " siento que se me escapa la vida por la calle tiendas para abajo , pero fue D Álvaro Carvajal , hombre de gran linaje y gran cotilla el que asomado a su ventana le dijo " por allí, se fue por allí, por ahí resopla, y entro en la casa de putas, " pero hombre D. Álvaro, como conoce Vd. esa casa, ya ve, como somos vecinos un día a por azúcar otro a por aceite, lo lógico entre vecinos no, los aguaciles, sin más recogieron al moribundo y se encaminaron hacia la casa de la mancebía, para que lo socorrieran al muchacho en sus últimos instantes, ya desde lejos había visto un aire familiar,

Ya la silueta cogida entre cuatro le parecía conocida a la dueña del putiferio, cuando se acercó prestarle socorro, al observarlo de cerca, callo inerte de un desmayo al comprender que al que había dado cobijo era el asesino ni más ni menos que de su hijo.



Agustin Diaz


 
 
 

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