HISTORIA DE UN ATRACO
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 2 abr 2020
- 8 Min. de lectura
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Quiere hoy contarle la historia de un atraco, un atraco verídico
¡Salid de ahí, salid de ahí cabrones ahora mismo, os habla la guardia civil salid ahora mismo y con las manos en alto, os habla la guardia civil, o salís o entramos y os sacamos a ostias, que salgáis cojones a la puta calle os lo ordena la guardia civil! .
Vaya canguelo tú, que acojone, yo quería decirle que no podía salir, porque tenía montado andamio en la puerta de entrada y estaba pegando la masa de yeso que no tenía espera, que esto no es igual que esas mozas que ya se cocinan entre dos aguas que se cansaron de esperar al mozo de su juventud pero siguen quitándose el bigote por aquello del acaso, que estando en la primera cocción están a punto de pasársele el arroz pero el pollo todavía no está hecho, y harta de esperar ya no miden el tiempo, y no podía abrir la puerta para salir a la calle, que salgáis cabrones os digo, ya empezaron los insultos y el vocerío, no tenéis escapatoria os tenemos rodeados – oiga que no podemos salir- cállate cabrón o me lio a tiros, carajo, bonito es el aire para el candil y nosotros con la guardia civil habíamos topado, y salimos vaya que si salimos, y con la cara blanca y no solo del polvillo del yeso, no, era más de susto y de miedo, cualquiera se fiaba de aquellos energúmenos y encima armados, como aquel proverbio árabe reza a ala tu dios, pero ata a tu camello-.
Por aquellos tiempos yo tenía un jefe, bueno en realidad lo tuve durante más de veinte años, no diré más. Por qué en alguna parte ya he contado historias de él, que me pasaron con él y por qué ya desapareció de este mundo de penurias, solo decir que era un hombre sin sentido del ridículo, y no solo lo hacia el si no que nos los hacia pasar a los demás era sencillamente un tonto sin llegar a estar loco, o al menos como conocemos la locura, un tipo sin educación y sin vergüenza y en extremo agradador de poderosos y servil de caciques, tanto que si podía ponía en evidencia a los que día a día le proporcionábamos el sustento con nuestro trabajo y hasta para las interminables partidas a la garrafina juego del que tenía gran vicio y se dejaba la mitad de los caudales en este menester, y de este hombre se podía esperar cualquier cosa, ya sé que no está bien decir estas cosas de un finado, pero es que esto mismo y más ya le lo dije en su cara, sucedió que termine un trabajo siendo día jueves, y toda vez que el lunes partíamos para la provincia de Guadalajara por asuntos de trabajo y para que el día viernes no me ocupara en separar machos y hembras de mosquitos del vinagre, o de calcular cuando echar los huevos a la culeca para que salieran pollos o pollas dependiendo de los ciclos de la luna, me mando echar una mano a un compañero y así terminar el día viernes la obra donde se encontraba este que también formaba parte de la expedición hacia Sigüenza a la sazón pueblo de Guadalajara , donde debíamos desarrollar nuestro trabajo, y así lo hice.
Se trataba de una vivienda individual, en un pueblecito cercano a Cáceres, con una población de unos doscientos habitantes pero que en los meses de estío se cuadriplican en número que no en calidad, uno de esos pueblos tranquilos donde nunca ocurre nada y se espera de que jamás ocurra nada, de esos pueblos donde todavía se quedan a los forasteros y que tomando café en el único bar abierto entablas conversación y conocimientos con las fuerzas vivas del pueblo, por cuestiones de trabajo yo había visitado esta población en numerosas ocasiones y como tal conocía y me conocía toda la vecindad , o casi, este pueblo consta de tres direcciones para salir o entrar en el mismo, y para llegar unas carreteras infernales , estrechas y mal pavimentadas con unas curvas donde si por un casual te encuentras con otro vehículo uno de los dos tiene que parar y orillarse ya que no cogen los dos, donde no es extraño encontrarte una bandada de buitres comiendo cualquier animal muerto en esas carreteras ,hubo un día que estando unos de estos animalitos comiendo una liebre y al llegar a su altura, por poco me vuelca el coche con el aleteo al retornar el vuelo y lo que es peor me dio la impresión de que si hubiera querido se hubiera llevado el coche enganchando a la garras conmigo dentro, pues por esas carreteras nos encaminamos el compañero y yo , con el ánimo de terminar nuestra tarea lo antes posible y márchanos de fin de semana, el jefe vendría antes del mediodía a recoger la herramienta con su furgoneta, no, no había teléfonos móviles, y apenas si los había fijo, eran principiados los años 80 del siglo pasado.
Aquella mañana, cuando iniciábamos la entrada al pueblo en cuestión, en el cruce de carreteras que te conducen en tres direcciones , aunque las tres te lleven al mismo sitio y como casi de manera habitual sitio frecuente para control de la guardia civil, y las preguntas de siempre -a ver documentación los papeles del coche y del conductor-a ver “uste”, el acompañante identifíquese- de donde vienen-hacia donde van- preguntas estas todas inteligentes emitidas como órdenes a gente inferior desde su estatus de autoridad con gorra teresiana o como era el caso con tricornio benemérito, con cara de mala leche y bigote poblado para dar sensación de macho, de gallo de peleas en corral ajeno, como para demostrar a los demás que nos perdonan la vida porque si, por que son la autoridad y los que mandan y hacen lo que les sale de los huevos en este país, ya saben el tonto y la gorra y se creen los dueños del cortijo, pues figúrense antes estas preguntas la sonrisa mía, y el mosqueo del guardia, máxime cuando en el cruce de carreteras solo se podía venir de un sitio e ir a otro.
Cuando nos indicó que siguiéramos a nuestros asuntos, nos encaminamos al lugar de trabajo, al rato oímos las voces conminándonos a que saliéramos, cuando al fin lo hicimos nos encontramos con la misma pareja de civiles que hacía dos horas nos interrogaron a la entrada, sin esperar explicaciones y a voces por el nervosismo nos inducían a que nos metiéramos en el renaul-4L caminero, pretendiendo esposarnos sin darnos pie a la explicación ni siquiera a que nos lavaramos y cambiarnos de ropa de trabajo, en ese punto llegó el sargento comandante de zona, y que yo conocía de vernos por aquellos parajes por motivos de trabajo y de alguna conversación ocasional, enseguida el hombre ordenó que nos soltaran, ante la cara de pasmarotes de aquellos guardias espesos de inteligencia y nerviosos armados con pistolas, no crean, que yo estaba acojonado por eso precisamente, por las armas en la mano de aquellos inconscientes, y por lo que nos pudiera pasar y más cuando no sabías de que te acusaban.
Nos habían denunciado nos explicó el sargento, ¡Vds. no, porque son todos de capital y quizás no sepan que antiguamente en las puertas que dan para la calle en los pueblos y ciudades pequeñas y catetas, solían constar de dos partes, una del umbral hasta la cintura y con gatera en la parte de abajo incluida y otra de cintura para arriba hasta el dintel de dicha puerta y tapada toda ella por una cortina callejera, y con unos vecinos curiosos que funcionan como luz de frigorífico abrir la puerta y encenderse la luz todo uno, al menor ruido de personas, animal o cosa en la calle, ya están con la portañola de la parte de arriba abierta y acaso medio escondidas ente la cortina de la puerta observando el motivo de ese ruido y quedándose puestas como perro de caza señalando la muestra y más si el objeto observado es forastero, gente aburrida y cotilla, y que aquella mañana vio pasar a un coche azul y pararse al final de la calle, bajarse dos individuos con mala pinta, greñudos ,y entrar en la vivienda de los “ pitines” , a eso de las diez de la mañana la señora del tío “Bocón” subió a por el pan como cada día, al ver el despliegue policial nunca visto en la población, ni siquiera el día de la patrona, día de fiesta mayor donde se podía llegar a más de dos mil los visitantes, iba la mujer con miedo, quizás con más curiosidad que miedo, y preguntándose cómo podía haberse escapado a ella tal revolución, iba preguntando de vecina en vecina sin que ninguna le diera razón, la tía “peregaña” le dijo que a ella que le preguntaba, que era de Murcia y estaba allí para vender pimientos morrones, en un sin vivir iba la pobre mujer hasta que llego a la tahona y le informaron que habían atracado la caja de ahorros, si, un choche azul, si, en el que se les había visto salir con el dinero en la mano, ¡ alabado sea el señor, gensanta, ave maría purísima, yo los he visto, y se dónde están yo, si, madre del amor hermoso, mira que si me violan, ¡ ehhhhhh, señor guardia yo sí, Yo sé dónde están los delincuentes. Yo tenía por entonces un renaul-5, precioso en azul CC-4006-B una máquina, la mujer hizo conjeturas y sin pensar en que lo mismo era más grande el perjuicio que el beneficio corrió como buena gente del orden y beata curiosona a denunciar que había visto a los delincuentes esconder el coche en aquella calle y que los había visto salir de el con la cara cubierta y entrar en aquella vivienda que estaba en obras, y el sr. guardia como buen lumbreras no se paró a pensar y actuó de forma que no anduvo mirando la presunción de inocencia y que por la color de sus caras y el miedo y la mala hostia reflejada en ellas a punto estuvieron de liarse a tiros contra nosotros, esto no lo estaba explicando el sargento, cuando ya más serenos todos, incluso nos permitimos unas sonrisas y un cigarrillo, aunque el mosqueo y la desconfianza todavía se podía palpar, oímos más que vimos la furgoneta del jefe que venía a por los trastes del trabajo, digo oímos porque ese hombre no tenía mesura con el acelerador y lo suyo era correr a todo trapo, mi compañero les dijo a los guardias que por ahí llegaba nuestro jefe y que él podía responder por nosotros, y en efecto llegó, se bajó, nos miró primero a los guardias y después a nosotros con cara de pájaro bobo, lo único que se le ocurrió fue mirar y ver que no habíamos terminado y decirnos de mala manera , coño aquí de conversación y el trabajo sin terminar, cuando el sargento le estaba explicando la confusión, aquel que dijo mi compañero que podía dar razón de nosotros, le dijo al guardia, de estos Sr. Guardia no me extraña nada de verdad de verdad, estos tipos son capaces de atracar y de algo peor, el sargento me miro a mí, después a mi compañero, yo empecé a reírme, mi compañero también al igual que el sargento seguido por los guardias que en el numero habían aumentado hasta seis o siete, al darse cuenta de que nos reíamos de él, se montó en la furgoneta y salió disparado por donde había venido.

A los dos días atraparon al atracador, no fue otro que el propio director de la sucursal, pero el miedo a que aquellos guardias nos metieran un balazo no nos lo quito nadie, y aunque tenían nuestra filiación, nadie jamás nos pidió disculpas por el mal rato.
Agustín Díaz
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