LA PROFECIA
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 19 sept 2022
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr
LA PROFECIA
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
De época romana, si no de más antigüedad, data la construcción de la robusta fortaleza que debió ser en sus días de esplendor y lucidez el famoso castillo de Monfragüe.
Su ubicación, en uno de los principales pasos del rio Tajo, la impresionante mole, hace que el cronista nos cuente que el estar en poder de ella, debió de ser pieza muy codiciada, por todos, a fueran estos reyes, pretores, walies, o maestres.
Sucedió que fue elegido Emir de los musulmanes españoles, en el año de 746 de la Hegira, que corresponde al 746 de la era cristiana, Jusuf-el-Fehri, el cual ratifico la división que de la España mahometana había hecho su antecesor Ocba-Ben-Nafe Alhegas cinco ños a tras, y donde el suelo cacerense, quedó como correspondiente a la tercera provincia de las demarcadas, y que el Wailato de esta tenía su morada en Mérida.
Y de entre las tribus más inquietas, levantiscas y guerreras de todas, la berberisca, integrada por varios tribus y entre ellas la de Nafza, tribu esta a la que perteneció el gran moro Tarif, el que resulto vencedor de la batalla contra el ejército godo del Rey don Rodrigo, pero esto es otra historia, este segudor de Mahoma, tenia su casa en Trujillo, desde donde señoreaba castillos ribereños del Tajo, desde que entra y sale el rio por y desde la provincia cacerense, aquellos jeques eran los Beni Feranic.
Pues así las cosas, Monfragüe, castillo y aldea, quedaron en poder de los Bereberes, que siendo como eran belicoso de suyos, desde esta plaza fuerte, daban inicio las algaradas, razzias y revueltas que tenían atemorizado y perturbado al país.
Resultó que fue elegido por el Emir, Kaib del castillo de Monfragüe un moro perteneciente a la nobleza sarracena, y que entre sus ascendientes se había trasmitido la profecía de que su raza había de tener y ser maldita por medio de una mujer.
Más el Kaib, solo tenia una hija y que, siendo la fiesta de las Fadas, ocurrió que, siendo el octavo día del nacimiento de la morita, invocó a Alah para que le iluminara a la hora de ponerle nombre, estando en estas, le pareció escuchar en un susurro que al oído le decía un Dijtum que:
< La apartara de las influencias de la cruz>
Y asi andaba el padre, siempre pendiente y en un sin vivir, tratando de alejar del cristianismo a su hija, una bellísima mora de nombre Noemia, y que pasado el tiempo llegaría a ser un portento de mujer.
Pero la chica le salió algo bulliciosa y coqueta sin mesura, más a pesar de esto, su corazón jamás se había interesado por ningún joven, por lo que el padre seguía vigilante y sin darle manga ancha a la joven.
En el transcurso del tiempo, sucedió que, se celebraban unas fiestas de mucha fama y boato, no sé a santo o a Mahoma de qué, el cronista no lo cuenta y yo no lo sé, que se celebraban en Trujillo, y que el Kaib y su hija, ya vistosa mocita y en edad de contraer matrimonio, recibieron invitación, y acudieron, y donde la joven Noemia fue declarada por su belleza y empaque reina de los festejos.
Se corrieron sortijas, se jugaron cañas, se escucharon el laúd, el bendir, los crotalos, el mizwar, y tambores de copa zurna, y cantores traídos para la ocasión desde el Wailato, vieron espectáculos de bailarinas y malabaristas, y llegando la hora de las justas, se presentaron a ella los principales caballeros de la comarca, de entre los que destacaron por su destreza y gallardía, los alcaides de Albalat, y Zuferola, un Nahib de Montánchez y dos jeques venidos de Talavera, todos sin excepción quedaron prendidos de la belleza y hermosura de la reina del torneo, y de cuyas manos esperaban todos los concursantes recibir el premio destinado al vencedor.

Todo el torneo trasncurría con normalidad entre el regocijo de los días feriados por parte de todos los invitados y donde el Alarbe o gente del pueblo también tenían su protagonismo, pero cuando al fin a punto de finalizar todos los juegos de las justas, y cuando parecía que el Alcaide de Albalat, se iba a proclamar de los juegos, y aparte de recibir el trofeo de las propias manos de la reina de las fiestas, se convertía en principal candidato a obtener la mano de la bellísima Noemia, hizo su entrada en el palenque un caballero que, solicitaba plaza, y le fue concedida, la cortesía así o indicaba, el caballero jinete en caballo de muy buena alzada, de pecho grande fortísimo, tranco fino y acompasado, de mucho nervio, y se diría que acostumbrado a rendir en batalla y diestro en estas lides.
El caballero, ocultado de pies a cabeza, bajo una reluciente armadura, llevaba calada la visera de un casco negro, con penachos blancos, cota de mallas, escudo lanceado, sin divisas ni blasones que pudiera indicar su filiación, de muy buena presencia y a simple vista hechuras de paladín, de aquellos bravos aficionados a entrar a degüello con el enemigo en batalla, sin importarles una higa aquellos terribles gritos que lanzaban la morisma al entrar en combate para acojonar al personal, de aquellos que esperaban a pie quieto sobre sus monturas las embestidas de los seguidores de Mahoma, para dar larga a la carnicería sin cuartel.
Se le dio plaza, y lucho contra todos los demás caballeros, y triunfó en todos los lances, y con voces de delirio y admiración todo el palenque le dio por vencedor de las justas y del torneo, más sucedió que, subiendo al estrado donde estaba la guapa reina de los festejos, hincándose de rodillas ante Noemia, y quitándose esta los hilos de plata que adornaban su estilizada garganta, se lo puso en el cuello sobre la armadura del paladín triunfador, pero este, y de forma contraria al protocolo, antes de levantar su rodilla de la tierra, cogió con su mano derecha, la blanca y bien cuidada mano blanca de la morita y haciendo con la mano derecha la señal de la cruz en el reverso de la mano, imprimo un respetuoso beso a la joven y hermosa reina de los festejos, a la vista de todo el palenque, cuyo hecho corrió de boca en boca por toda la población de Trujillo.
Aquella maldita ceremonia, para el Kaib del castillo de Monfragüe, siempre vigilante del comportamiento de su hija, hizo que clamara al cielo o la los santos o a Mahoma, o a quien clamen la gente del Islam, al ver la turbación de su hija tras el gesto de hacer la cruz ante la mano de la chica por el anónimo caballero, y acordándose de la profecía que recaída en su familia hace sus descendientes, alzando la voz con desesperación para que prendieran a tan osado caballero, más nadie puso remedio a la desazón del padre, las leyes de la honor y hospitalidad eran muy respetadas de siempre y más en días de festejos.
Ya de vuelta a su fortaleza, sucedió que, desde aquel día la alegría que la presencia de tan bella joven inspiraba a cualquiera que la viera y donde quiera que estuviera, se tronco en tristezas y desventuras, enfermedades y muertes sin que nadie diera razón del porqué, donde todo eran triunfos en las algaradas y razzias, se convirtieron en derrotas en la campaña de salidas, y perturbar al cristiano ya no le resultaba beneficioso, entonces empezaron las reprimendas y amonestaciones por parte de Wali al Kaib del castillo, y todo desde aquel maldito día, todo eran reveses, como si una plaga infernal hubiera caído sobre la fortaleza de Monfragüe, de todos esos males el Kaib culpó a su propia hija, ya que lo que ocurría era tal como le había dicho en la Profecía.
Y tratando de remediar en lo posible el mal casado sin proponérselo, la bella morita, ordeno a sus amantes como condición ineludible para obtener su codiciada mano, que se hicieran salidas, y razziara el campo cristiano, y que durante estas cabalgadas aparte de sembrar terror, le trajeran al punto y como trofeo doce cabezas de otros tantos caballeros cristianos, para desagraviar al caballero de la maldición al satán de los mahometanos, toda vez que no podía ser otro que el culpable de tantas desdichas y de la colera de Alah, por la pasión que la sin par Noemia sentía por el caballero de la cruz y que no era capaz de desterrar de su corazón la figura del paladín incognito.
Y salían los pretendientes a guerrear al cristiano, y así conseguir el trofeo pretendido, más el destino hizo que no volviera ni tan solo uno, todos morían en la batalla en una sola jornada.
Más tanto incordiaron estas algaradas al cristiano, que harto de estar harto, vinieron a entrar en las tierras del moro, corrieron las comarcas que baño el Tajo, dejando su paso todo arrasado a sangre y fuego, hasta que un día se vieron ante los muros de la inmensa mole de la fortaleza de Monfragüe,
El Kaib del castillo, a punto de la locura, de tanto pensar en su desgracia, y a pesar del cariño que le tenía a su hija, la maldijo, y no una, si no cien veces, culpándola de todo los males acaecidos, conjurándola a vivir aislada e intocable, en el fondo de aquella fortaleza, hasta el fin de los siglos, como castigo de sus aficiones pocos ortodoxas y contraria a las del Islam.
Y desde entonces , en noches borrascosas y oscuras del invierno, vestida con ropa de gran ceremonia, sedas y plata, y coronda por una estrella negra que en semipenumbra, sale Noemia, de entre las ruinas de su morada, y se sienta en el cancho de la mora, que con ese nombre es conocido, se la escucha llorar sin consuelo, por su malhajada suerte.
Dicen los vecinos más veteranos del lugar que, cada vez se van retrasando las salidas de la bella mora de entre las ruinas, y cada vez se más se van apagando el sonido de sus sollozos, esperando la expiación de la profecia.
Más leyenda es, asi me la contaron o casi y así se las conté
(fuentes el Castillo de Monfragüe-Leyendas)
(fuentes Publio Hurtado-Castillos)

Agustin Díaz Fernandez
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