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HISTORIAS DE LA VILLA DE CÁCERES - POBLADORES (2ª PARTE)

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 7 abr 2020
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 24 jul 2022

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

En el capítulo anterior, habíamos dejado a los primeros pobladores de la provincia cacerense, ocupando las tierras que obtuvieron el en reparto ordenado por el Rey Alonso IX de león, con el propósito de poblar la recién quitada al moro Hins Qazrix, procedentes en su mayoría de castilla, León, Galicia Portugal, y ya asentados, solo les restaba aumentar su patrimonio.

Vinieron los tiempos de Juan I de Castilla, que se enzarzó en guerras con los portugueses, tratando de reivindicar para su esposa doña Beatriz, hija de don Fernando, Rey de Portugal, la corona de su padre, pero la fortuna le fue adversa, en la célebre batalla de Aljubarrota, en 1.385 siendo el día 14 de Agosto, y entrando victoriosos los Lusitanos al año siguiente en nuestra provincia, incendiaron y arrasaron, La Aliseda, Arroyo y otros pueblos d los alrededores, vinieron sobre Cáceres y le pusieron sitio, y como no pudieron tomarla , la incendiaron y destruyeron gran parte de lo edificado de muros afuera.

Reconstruyéndose la ciudad, en más o menos tiempo, pero ya en el siglo XV, se contaba como formadas las calles de Fuente Nueva, Camino Llano, , San Antón, Parras, Barrio Nuevo, Valdés, De los Mari tres, que más tarde sería de Moros , por haberse instalado en sus casas , muchos de esta condición , y hoy calle Margallo, Nidos, Juan Peña, Roa, luego del Organista y más tarde Pedro de Sande o Sande a secas, y Villalobos, es decir que ya en tiempos de los Reyes Católicos, el pueblo cacereño era casi, como es hoy, a su trazado me refiero.

El vecindario había crecido, según expresan ordenanzas que estos monarcas dieron a la villa en 1.479, al resolver quejas de los judíos por razón de las contribuciones, que el concejo les imponía, el número de vecinos subía a 2.000, nunca había ascendido a tantos, más a los pocos lustro, volvió a disminuir la población, primero con la expulsión de los judíos, la aljama cacereña era la más numerosa de Extremadura, según el empadronamiento, en tiempos de Juan II, y en segundo lugar, con el desbordamiento de población hacia el nuevo mundo, donde gente de lustre, y aventureros que `persiguiendo unos las fortuna otros para aumentar la propia, dejaron sus tranquilos hogares el busca del Potosí tan decantado, partieron cientos y de ellos noventa y nueve, perecieron bajo las emponzoñadas flechas de los americanos , a los rigores del clima, oa las estrecheces de la miseria o el hambre , pero podía más el reclamo de la gran e irresistible riqueza, a pesar de lo malo, la válvula de la emigración seguía abierta.



Se cubrieron los huecos dejados por los expedicionarios, y medio siglo más tarde, los moriscos que correspondieron a nuestra villa, en los repartos que de ellos hizo el gobierno don Felipe II, la primera remesa de ellos, se hizo en el año 1.570, y la segunda en 1.585, debía componerse de 150, que conducía el capitán Diego de Velázquez, pero no llego a la villa cacerense, más que con las dos terceras partes, lo que advertido por el Corregidor, así como que las listas que le entrego el conductor estaba falsificadas, mandó hacer pesquisas sobre la causa de tanta irregularidad, y hasta lo procesó, el cronista nos cuenta que no hay noticias del resultado del proceso.

La mayoría de los expatriados procedían de Baza, Guadix, Benamaurel, Andarax y Culla, y tan pacíficamente se acomodaron y con tanta laboriosidad y honradez que cuando el Rey don Felipe III decretó su expulsión de los dominios españoles en 1609, el Ayuntamiento cacerense, presentó al Monarca los prejuicios que a la agricultura principalmente, iban a producirse en esta localidad , donde los moriscos, que Vivian pacífica y cristianamente, eran los principales elementos de la industria agrícola, informada el Rey, y tras consultarlo con el obispo de Coria , derogo el decreto en cuanto a los cacereños se refería.



Y así, permanecieron aquí, y se enlazaron con los cristianos viejos y como al convertirse a la fe católica, adoptaban los apellidos de sus padrinos, de sus patronos, de sus favorecedores y hasta del cura que los bautizaba, y resultaron muchos Torres, Hernández, Avilas, Gutiérrez, la Rosa, Ramos y Garcias, a más de los que ya existían en nuestro vecindario. Malos tiempos corrieron para el crecimiento durante las guerras de la independencia portuguesas y de las sucesión al trono hispano, pro se dio el hecho verdaderamente fenomenal, de que cuando as empeñad estaba la contienda entre los dos reinos, mayor era el número de portugueses en la villa cacerense, tanto, que el municipio temeroso de que en un momento dado, se alzasen en ayuda de sus compatriotas, si estos se acercaban a la población, consulto al Concejo de Castilla, aconséjales estos que los alistase en sus milicias, dándoles cabos castellanos, para demostrarles su confianza en ellos.(sesiones del concejo en 2 de abril y 4 de Junio de 1.641 y 3 de Marzo de 1,667).

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, el caserío aumentó bastante, el presbítero don Francisco de Luna, construyó el barrio de casas que lleva su apellido, el comerciante don Juan Busquets, el conocido por su apellido, y el ganadero Vicente Marrón, también construyó su barrio, hacia el año treinta del siglo XIX, Teresa Berrocal, ganadera y carnicera, tabernera y patriota, edifico el llamado barrio de la Berrocala, después los mercaderes Calaff, la agrupación de casas de este apellido, el veterinario Antonio Cotallo, las casas de Cotallo, y más tarde una sociedad constituida para la ocasión, añadió a las anteriores en Barrio de Ceres, casi coetáneo de la calle Trujillo o Canterias.

Nuevo incremento en la población, fue con motivo de las edificaciones de las instalaciones del poblado minero de aldea Moret en 1.864, de lo que surgió durante los años 1.873 – 1.780 en el centro del territorio explotado por las mina el poblado de Aldea Moret, y la burocracia, esta sí que ha sido un caudal abonadamente para el aumento de la población, desde la muerte del rey don Fernando VII comenzó a devolver los principios económicos, administrativos, que constituían el meollo de tal sistema gubernamental, cayeron sobre Cáceres los empleados públicos como fuego graneado, que hoy tienen convertido en hormigueros humanos las oficinas del estado.

(fuente Publio Hurtado- Ayuntamiento )





Agustín Díaz

 
 
 

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