In Memorian
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 22 mar 2021
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 24 mar 2021
Angelita
In Memorian
Angelita.
El tiempo marca su paso, inexorablemente, y ya pasó un año, aunque parezca que fue ayer, un año desde que te fuiste Angelita, trescientos sesenta y cinco días sin ti, un año desde que la parca acudió a la cita que tenía concertada contigo desde tu nacimiento, para emprender un camino sin regreso junto a ella, seguro que aburrida, se dijo voy a por Angelita, que me entretenga con sus refranes, Ya ha pasado un año, desde aquel 23 de marzo lejano, pero cerca, muy cerca aun en el pensamiento de los tuyos, un año de pandemia, la misma que no te respetó a ti Angelita, y te fuiste sin un bonito ojos tienes, sin un abrazo, sin un beso, ni un triste adiós.
Te fuiste Angelita, sin que nadie te dijera ni media palabra, en soledad, lejos y apartada de lo que de verdad te querían, el anuncio maldito, llego con una simple llamada telefónica, impersonal, informando de que estabas tranquilita, como si estuvieras dormida, esa fue la comunicación a través del teléfono, de alguien desconocido, dijo con voz sin afectación , una voz acostumbrada a ser mensajera de noticias casi siempre malas, así te fuiste Angelita, sin que a los que de verdad importaba te pudiera decir ni un adiós.
Ni adiós, angelita, ni un simple adiós como despedida, tuvimos la oportunidad de decirte, como tampoco dejaron que te preparamos para el eterno adiós que tu querías, ni vestirte con pantalones para que no se te vieran las piernas, como nos decías, ni preparar las albóndigas, esas tan socorridas, para cuando llegara la hora, dar de comer a tu familia que asistieran al funeral, a tu duelo, para despedirte hasta la eternidad, nada Angelita, no se nos dio la oportunidad de nada, el maldito Covid-19 se instaló en ti como ocupa, y fue imposible que lo expulsaras de tu morada, en un periodo corto, muy corto, acabo con tu tiempo de paso en la tierra, apenas 88 años, todavía lucidos años, emprendiste el camino Angelita, y nos quedaste el recuerdo de lo vivido, que no es poco, porque hasta las cosas personales, esas que tu querías que se repartieran entre tus hijas, tus nietas, tus biznietas, esas cosas sin valor monetario, pero si emocional, enseres que resumían tus últimos años de vida, enseres que alguien donó, sin el solicitar el debido permiso a sus familiares más cercanos, hasta eso te negaron Angelita, tus ultimas disposiciones sobre ellas, es fácil Angelita disponer de las cosas, y más cuando son ajenas, ni siquiera tuvieron la valentía de indicar en el acta de función las causas de la misma, tan solo un escueto;
“Falleció el día 23 de marzo de 2020”
Sin nada más, tan solo eso, y los que te querían se quedaron sin poderte decir adiós.
La “parca” Angelita, aburrida quizás, o lo mismo fue como ensayo de lo que a partir de esta fatídica fecha, en la que iba a tener trabajo a destajo, saco su guadaña de paseo y te llevo para que la entretuvieras con tu historia, de cuando eras niña, allá por 1931, en la Casilla donde naciste y te criaste, de cuando cogías el banderín del guardagujas, para indicar el paso franco al tren, procedente de Mérida hacia Madrid, o de vuelta de la estación de Cáceres, por que tu madre, la guardagujas titulada estaba pariendo, siempre estaba pariendo, y de como te enterabas de cuando iba allegar un nuevo hermano, por el simple hecho de que enjalbegaban la Casilla del peón caminero, donde vivías, del señor Gregorio, tu padre, Antonia tu madre, guardaguas del ferrocarril, y de como con tan solo siete años tuviste que allegarte hasta Cáceres, distante de la Casilla en unas dos leguas y media, a enterrar aun hermano pequeño, y de la alegría de las matanzas, y de una caja de comestibles que cierto día de 1938, tiraron al pasar un convoy militar de camino al frente, y que a pesar de la necesidad enterraste por el acaso estuviera envenenada, por que a ti angelita en tu niñez tu pillo una horrible guerra, y de como llegaban la gente de los caseríos cercanos, para que les curaras la torceduras y hasta corregir algún hueso quebrado, por que tu frustración Angelita, fue el no poder hacerte enfermera, y de las horas que pasabas los fines de semana mirando a un cuadro dibujado con tu imagen, colgado encima de la chimenea del salón de la Casilla, mientras cuidabas de la prole de tu madre, siempre fuiste la criada de una “señora” sin serlo, porque tus hermanas más jóvenes pero más espabiladas, corrían a los bailes, y de como un día en el tren de la mañana, se apeó en el andén de la estación de Valduerna, estación de la que tu madre era la guardagujas, procedente de Mérida, un joven de buena planta y modales exquisitos, y de como las visitas siguieron cuando iba o venia de Madrid desde o hacia Mérida, y de cómo se rompió el noviazgo, por que su madre, te regaló una caja de pañuelos y según tú, Angelita, eso es de mal agüero, hasta que otro día de primavera, de una primavera cualquiera, se llego al mismo apeadero, un joven proveniente de Cáceres, Francisco “Quico” El que llegaría a ser tu marido, el padre de tus hijas e hijo, y que hace ya muchos años que la tierra lo consumió en plena juventud, pero no podías haber elegido mejor, Francisco “Quico” “Quiqui” fue sencillamente un hombre bueno.

Y más de más historias y refranes, pero a nosotros ya no podrás contarnos nada, ni de hacerme las sopas de tomate que tanto me gustaban, ni de el guiso de conejo, ni que te preocuparas por mi cuando aquellos inviernos fríos, por el que hacía en el trabajo, ni tampoco volverás a llamarme “abogaino” ya no podrás decirnos nada, porque ya nos dejaste Angelita, y con la pena de no poder decirte adiós.
Aun, fresco en la memoria Angelita, de la ultima vez que te vi, de la última conversación que tuvimos, un día 13 de marzo, ingresada en el hospital por un problemilla de riñón, al día siguiente te daban el alta, no pudo ser y lo dejaron para el siguiente y el día 15, quedábamos confinados por el maldito Covid-19, cuando terminaba la visita me dijiste:
“Hijo, ya sabes, eres lo único que tengo, cuida y protege a mi hijo”
No te volví a ver más, las circunstancias no lo permitieron, tan solo una llamada por el teléfono para comunicar, que estabas mal, pero tranquila, hasta el final, y nos quedó la pena de no poder decir ni un simple adiós.
Los romanos, como epitafio a los suyos solían escribir en sus lapidad funerarias:
“Que la tierra te sea leve".
"Que la tierra no te pese”
Y Ese es mi deseo Angelita, que la tierra te sea leve.
Desde aqui, pasado un año, te digo un Adiós Angelita, Richard Rostain escribió:
“Lo que muere es aquello que ya no se recuerda.
Todo lo que se recuerda sigue vivo”
Siempre in memorian

Agustin Díaz
Cáceres marzo de 2021
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