ISABEL "LA FOLICA" HISTORIA DE UNA HEROÍNA CACERENSE
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 12 dic 2020
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ISABEL “LA FOLICA”
Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra,
En Cáceres hubo una vez, hace algunos años un sucedido que aunque de corta duración en tiempo sobresaltó a los 7.500 u 8.000 paisanos que por entonces figuraban en las listas de padrón, eso sí contando curas monjas y militares sin graduación, y es que para no tener envidia de nadie también nos dejamos invadir por las hordas napoleónicas, corría el año 1.809 cuando el general Perrin glorioso general francés que empezó en las artes de la guerra como tambor y dada su gran capacidad estratega fue subiendo en el escalafón hasta llegar al generalato, bajo las órdenes directas del mismísimo Napoleón Bonaparte, al frente de 2.000 hijos de la gran Francia entre soldadesca y oficialidad, hicieron su entrada en la ciudad feliz paseo de Cánovas hacia abajo, por aquel entonces Cáceres, era poco más que un pueblo pequeño y sus casas se terminaban dónde empieza hoy el paseo citado subiendo por San Antón, y así llegaron hasta la plaza mayor tomando la ciudad, se hizo sin ruidos y sin grandes esfuerzos, ya sabemos que la ciudadanía de Cáceres es tranquila y pasiva tan solo el enfado de algún funcionario protestando no le dieran el día libre para ir a festejar.
Ordeno Perrin el general galo, que la artillería acampara en el conventual San Francisco, donde se bebieron hasta el agua de la Ribera del Marco y se comieron hasta al hermano sacristán con patatas, después de bien comidos y mejor bebidos se dedicaron al saqueo del convento y hasta exhumaron las cadáveres de los monjes mezclando los restos de estos buscando tesoros escondidos, a la caballería ordenó acampara en la plaza mayor sirviendo los soportales como pesebre para hombres y animales, la infantería se repartió entre las casas del vecindario de dos o de a tres según las circunstancias y holgura, la oficialidad se instaló en los diversos palacios y casas fuertes y la joya de la corona el palacio de los Golfines de Abajo lo ocupó con su plana mayor el general Perrin, bebieron y jodieron sin límites tanto que dieron fin en tan solo un día de las provisiones de vino de la ciudad y hubo que ir a buscarlo a las poblaciones cercanas, en espacial Elvin que producía y produce la viña de la Mata, en el Casar de Cáceres ,separado apenas de este por poco más de dos leguas, las casas de lenocinio y las timbas no daban abasto, tanto que de ahí les viene el horario a las tiendas de los chinos, las putas no cerraban las piernas las veinticuatro horas al día y si lo hacían, era para darse una agua a los bajos y seguir haciendo funcionar la máquina de hacer perrinas, toda la ciudad era un desenfreno donde las mujeres decentes no se atrevían salir a la calle, y tanto tocaron los huevecillos, que algún despistado durmiendo la borrachera jamás llego a tener resaca, el paisanaje aprovechaba la curda para afeitarle el pescuezo y limpiarle los bolsillos .
Isabel Gómez, una chiquilla, apenas, nacida allá por 1.780 y que gozaba cuando llegaron los franchutes de toda la grandeza en su cuerpo de la `plena juventud, pelirroja, esbelta, guapísima, que encima sabia lucir con arte todo esto, y más, mucho más, cuenta el historiador de la dama, muchacha muy de su casa y recatada de rosario diario y misas de preceptos y fiestas de guardar, se hablaba con un muchacho de la calle cuba del Llopis Ivorra, hijo de la señora Aquilina señora de mucho mérito y beatitud que teniendo problemas de flatulencias aprovechaba esta circunstancia para y con el esfínter tocar el aleluya cuando el páter procedía con la eucaristía, el papá del muchacho llenaba la despensa de casa, con lo que cobraba por el reparto de la cerveza el Gavilán, Isabel y el hacían muy buena pareja, se les veía muy enamorados cuando los domingos iban de paseo cogidos del brazo, o al cine y después a tomarse una cañita con un bocadillo de calamares al bar del sindicato, o un calamar a la plancha a casa Domingo, el del bar el barco, en la Madrila baja, andaba el muchacho opositando a la por entonces policía armada, y le había prometido a Isabel que en cuanto tuviera el uniforme se casarían, que aunque el jornal era escaso. si se quitaba del tabaco y de comer ya le daría para ir tirando, pero iba pasando el tiempo y no hacia más que suspender oposición tras oposición, concretamente ese año ya había cumplido el plazo de las tres oportunidades que le daba el bonus, y andaba a la espera de una parienta de la madre que conocía a una mujer que iba a hacer las escaleras una vez cada seis meses a casa del gobernador provincial, que le trajera la recomendación, mientras sacaba para los gastos como hortera en la droguería Apolinar de la calle Paneras, un domingo la muchacha harta de estar harta, al pasar por el Gran Teatro le dijo, ahí te veas periñan que yo me entro en el cine que echan una del oeste, así fue como Isabel inauguro el negocio de piernas abiertas.
Grandes putas ha dado la historia y con escándalos mayúsculos, como Lais de Corinto, o Anne de Lencos, que tenía en su cuenta más de cinco mil amantes, Agustina Otero,” alias la Bella Otero”, que se lo hacía con nuestro Alfonso XIII y con Eduardo VII rey de los hijos de la Gran Bretaña o como no Lola Montez que tenía en su currículo más de cuatro mil tíos en su cama, entre ellos al padre del conde de Montecristo el gran Alejandro Dumas y Luis I de Baviera que tuvo que abdicar de la corona por ella, otra gran puta fue Catalina II, la emperatriz de todas las rusias, decían de ella que entre las piernas lo tenía como si fuera bebedero de patos, que no había quien pasara con pantalones por palacio que ella no se los bajara, pero no hace falta irse tan lejos, cerca teníamos a la Manuela la de Calatayud que era nieta de Dolores y más puta que su abuela, y las locales como la Cañona, la Aviluche, la Merenga, la tía Freja o Inés la picha, ilustres del puterio local de la Villa Cacerense, pero ninguna se semejaba ni a las suelas de los zapatos de la gran Isabel Gómez.

Isabel, pelirroja, y guapa a rabiar, contaba en aquel 1.909 con 19 o 20 años, y que los sabia administrar, como si con esa edad se tuviera que administrar algo, con el contoneo de sus andares para no pasar desapercibida, siempre la respuesta fácil en los labios a los piropos y hábil en los requiebros, gustaba de conversación en la calle, pero en la cama eran pocos los elegidos y siempre el que tuviera más hinchada la bolsa de los dineros, gustaba pasear por la plaza mayor haciéndose notar entre la tropa allí acantonada, y volviendo loco de admiración con su figura y donaire a más de un militar gabacho, muchos lo intentaron y poco los elegidos, ella jamás recibía en su cama a gente del común, estos franchutes observando el juego de la muchacha y como se las ingeniaba para salir de los lances de amor, la pusieron la “Folica “ que según me dice un amigo que estuvo un mes en la vendimia en Francia, significa más o menos “loquilla” y así se la empezó a conocer desde entonces Isabel Gómez “ La fólica “ para sufragar los gastos y vivir como una reina, sin reino, contaba con un amante fijo, y una dama de compañía, tesorera, administradora, secretaria, alcahueta, confidente, a la vez, la encargada de cobrar los emolumentos del negocio de su ama y hacer guardar cola, para que no se les desmadrara la cosa con escándalos de algún caballero celoso, así como tener preparada una palancana con agua para el aseo de los bajos de la niña Isabel, y que respondía al nombre Ludivina, alias “tía Lagarta”, que era de la parte de Hurdes, y llego a la villa cacerense, con unos Hurdanos que se dedicaban al negocio de la miel y el queso, y s quedo en la villa viendo que era más cómoda la vida de alcahuete que la de andar por las sierras, los historiadores no se ponen de acuerdo en el porqué de este nombre yo tampoco haré elucubraciones al respecto.
El salido fijo, que acudía cada atardecer era Jesús Quiñones y Cabrera, marques de Lorenzana y viudo de doña Vicenta Aponte y Ovando, hija de los quintos marqueses de Torreorgaz, que habiendo acudido a la capital Cacereña a hacer un mandado y habiendo visto pasar a Isabel Gómez “ la fólica” quedo prendando de tanta hermosura y como el talego de los dineros no le escaseaba, decidió pasar más tiempo del debido y deseado, se hospedada con el cuñado que lo tenía recogido en el palacio del Marqués de Torreorgaz, solar Comendador de Alcuescar
Ocurrió cierta cierta noche de amor y desenfreno, en la cama de Isabel la “fólica” andando en la jodienda se escuchó gran algarabía de voces y ruido de loza rota, y al poco la puerta de la habitación donde yacían se descolgó de los goznes con gran estruendo, sorprendiendo al marques con el culo al aire en el momento más álgido de la coyunda, de pronto irrumpieron en la estancia un sargento de gastadores y tres lanceros de dragones, estos por la mañana y encendidos por el contoneo de Isabe, la siguieron hasta averiguar donde vivía y así con el estómago encendido por el vinazo agrio y el cerebro enturbiado por el alcohol decidieron asaltar la casa de la calle Cuesta de Aldana donde residía Isabel, el Marqués de Lorenzana siendo sorprendido con el arma en prevengan no pudo ejercer su defensa, y los franchutes lo apresaron, y le cortaron la coleta, si pero la de arriba, y lo ataron a una silla para que viera y por riguroso orden de jerarquía, como violaban a la muchacha, al Marques de Lorenzana no le dolió tanto lo de la coleta que era un agravio y gordo y más en aquella época si no que parece que Isabel la “fólica” no hacía ascos a los franceses, más al contrario parecía que disfrutaba y hasta tuvo que oír desde su trono de honor como llamaba ésta a la “Lagarta” que les sirviera vino a los violadores, trato de protestar el marques y solo consiguió que le dieran otra paliza, y lo echaran a la puta calle, de casa de la puta, y desnudo, suerte tuvo el marqués de Lorenzana , pues habiendo impuesto el toque de queda no se encontrara con nadie por las calles de aquella guisa, en una mano la coleta que le cortaron y en la otra mano la coleta de abajo para protegerla de la mirada curiosa desde alguna ventana entreabierta, tan solo se cruzó con el cura y el monaguillo que iba con el viatico a confortar algún alma con billete a ningún destino a la altura de la calle Olmo, pero el sonido de la campanilla lo puso sobre aviso y pudo esconderse por la calle Orellana para salir al callejón de la Monja y de allí a la calle ancha donde se ubica el palacio de los marqueses de Torreorgaz unos trescientos metros desde la casa de Isabel Gómez “la fólica” en la cuesta de Aldana.
Tres días tres, llevaba el marqués de Lorenzana, lamiéndose las heridas de la frente donde creía que se notaban crecer por minutos la cornamenta, que las otras la del cuerpo ya sanarían lo mismo que le crecería la coleta, en los aposentos que le tenía prestado su cuñado también marqués de Torreorgaz, cuando un sirviente le aviso de una visita y quedándose mudo del asombro al recibir a la misma Isabel Gómez la “fólica”, interesándose por su salud, haciéndole entrega de un presente que llevaba bien envuelto, el marqués al desenvolverlo pudo ver su contenido y es que explico Isabel, que para evitar males mayores decidió poner cara complaciente ante aquellos violadores, y antes de que se fueran los indujo a la noche siguiente para cenar y beber juntos y después lo que se terciara, con su doña, Ludivina, “la Lagarta”, ingeniaron un plan, y así aquella noche prepararon vino con polvos jalapa, cuando estuvieron debilitados y derrotados por la cagarrina, que tales producen, les raparon los mostachos que aquella gente gustaba largos, tanto como español en tercio de Flandes, si el de arriba cortaron, y los de abajo también, era el pelo lo que contenía el paquete que el marqués de Lorenzana tenía ahora en sus manos por lo que dio por satisfecho su honor y le sirvió como desagravio, pasaron la noche juntos y escucharon a la hora que despunta el alba, el tambor llamar a reunión y poco después el toque de marcha.
Ya por allí van las hordas francesas, por la Via de la Plata del romano, dirección al rio Tajo para llegar a Portugal por Alcántara, tras de 12 días de invasión, todos menos un sargento de gastadores y tres dragones de lanceros, que quedaron para siempre en la vía cacerense , en el fondo del pozo del corral de la casa de la cuesta de Aldana de Isabel Gómez “la Folica” .

Agustin Díaz
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