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AYUNTAMIENTO CÁCERES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 16 nov 2022
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 26 mar

Crónica desde la Ronda de la Pizarra

Aquella anochecida, cuando baje el terraplén que desde la calle Bolivia llevaba a la pedrera donde Eugenia “la Colorá” tenia su industria, se sentía y olía el ambiente festivo, se sentía en el alboroto de algunas mesas sacadas a la calle, donde los jugadores de la rana, andaban despellejando unas liebres, que por lo visto se había dado bien el domingo de caza y obsequiaban a sus amigos de penurias, y se olía en el guiso de carne que inundaba toda la pedrera proveniente de la chimenea de la taberna, donde unas trebedes de regular tamaño aguantaba un gran caldero, bajo la lumbre que espabilaba Montoya, que para eso ejercía su maestría en los hornos de cocer la cal.

Eugenia, andaba trasegando vino de una garrafa a botellas de litro y pistolas de un cuartillo, sin quitar la vista de lo que pasaba en la taberna, siempre con el mandil enorme, tras el mostrador de cinc, quizás pensando en la suerte que la vida le había deparado, no era buena, pero tampoco mala, y aunque la clientela era de desgraciaos muertos de hambre, no podía quejarse, los había mucho peor, echando un vistazo rápido a Matamoros, que era como un muerto viviente, si bastante peor definitivamente.

-Eugenia, para cuando la liebre, dijo Chivario

-la liebre estará cuando este, muerto de hambre, saltó como el rayo la tabernera,

-no hay quien te hable Eugenia, dijo Montoya, con los ojos llorosos y rojos por el humo de la chimenea, entras como los puercos al maíz,

-ya empezamos, dijo el marido de la Eugenia.

Cuando entró un paisano en el local, que por el cambio de luz de la calle no se les distinguía el rostro, lo que extremó el silencio entre los parroquianos, pero seguro que era gente conocida, los jugadores de rana, que andaban ya con la última liebre no habían dado el agua, ni los chiquillos los silbidos que avisan de cuando algún extraño entraba en el territorio comanche de la pedrera.

-Que sean buen las tardes dijo el nuevo cliente, que cojeaba del izquierdo de la chuleria que gastan los guapos al caminar.

-hombre, si es el Alemán, dijo Eugenia, bien se ve que te va, eres el único trajeado de toda la compañía, y perfumadito y recién afeitado que viene

-psch, lo de la ropa es lo que se gasta por allí, y el afeitado y el perfume es cosa de Agustin el barbero, que es un cachondo, venga Eugenia, convida a tos de mi cuenta.

Era este Alemán, que andaba disfrutando de unas vacaciones, emigró hacía varios años, y volvía un mes al año para amargura de su mujer, llegaba con un cochazo de aquellos Mercedes, grandes como coches de torero, presumiendo de como la iba la vida, gastando e invitando de lo caro por todas las tabernas del Carneril, la realidad, la triste de la realidad era muy otra, al segundo día apalizaba a su mujer para quitarle lo poco que tenía, para que el pudiera seguir presumiendo, que cada vez que venía a España, la pobre mujer sufría en sus carnes y sus ahorrillos su venida, el coche alquilado y para la vuelta pedir prestado para gasolina, dejando tras de sí, los ojos amoratados de su mujer y deudas en todas las tabernas, y la mujer maldiciendo el día de su llegada de vacaciones, y que ojala este fuera el ultimo.

-eh, tu Chivario, acércate al mostrador a por el vino, y la gaseosa del chiquino, dijo Eugenia, que te mueves menos que si trabajara en el Ayuntamiento, y tu Montoya, deja de llorar y échale algunos leños a la lumbre no ves que se te apaga, güevon.--en esta España de los pantalones, salto Montoya,

Lleva la voz el macho, más si un negocio importa

Lo resuelven las faldas a escobazos.


Sientate mozo, que ahora que dice la Eugenia, lo del ayuntamiento, te voy a constar por qué se ubica el ayuntamiento el sitio que ocupa en la villa cacerense.

-dale Chivario, que, si no te enrollas mucho, cuando termines ya estará lista la liebre, dijo la Tabernera, tío mentiroso.

-Me voy a callar, dijo Chivario, si mejor me callo, por no decir aesta lenguarona lo que es, y tu saca el cuadernillo que vamos a entrar en materia.

Data de muy antigua el ayuntamiento de Cáceres, más o menos de cuando la venida del monarca Alfonso IX de León y Galicia a la conquista de Hins Qazris, allá por el siglo XIII, más la casa consistorial nunca estuvo dentro de la villa murada, y al poco que revisemos la historia de la ubicación del ayuntamiento cacerense, el ayuntamiento ocupa el mismo sitio que ocupó desde el comienzo de los tiempos, no en el edificio actual comenzaron sus obras en 1867 obra del arquitecto José María Michelena e inaugurado en 1869.

El fuero que Alfonso IX de León y Galicia, otorga a la villa cacerense, y por la que se rigió hasta no hace mucho, en cuanto al Concejo se refiere dice que:

Se tendrá que reunir entre las torres del Horno y de la Yerba, ambas torres árabes de planta cuadrada y fabrica en tapial, construida sobe sillares romanos y son torres Albarranas del siglo XII, es decir que estas torres avanzadas de la muralla, y están unidas a la ronda de paso por una pasarela, en su mayoría de madera, para en el caso de ser ocupadas por el enemigo, poder destruirlas con facilidad y quedar aislado al enemigo en la torre, pero esto es otra historia, dice el fuero que en el suopuesto de que la villa cacerense este sitia por moros, el Concejo deberá realizar su reunión dentro de los muros de la villa, y a campana batida y baja la finestra de Santa María, y así las cosas vemos como es el fuero el que señala desde muy antiguo, el lugar donde se tenía que construir la casa consistorial, hacerlo en otra parte era ir contra el fuero.



Según nos cuenta el cronista, las primeras reuniones del Concejo, se llevaron a cabo en el llamado Atrio del Corregidor, hoy Foro de los Balbos, donde hubo casas de aguaciles, cárcel y una alhóndiga, lugar ubicado entre las mencionadas torres del Horno y de la Yerba, la primera le dio nombre un horno de cocer pan, y que se encontraba en la base de esta torre, y la segunda probablemente el nombre de la Yerba, le venga, de que en ella había una puerta de escape, por el que se podía acceder con rapidez tras los muros de la villa, y que estaba disimulada entre matorrales, pasadizo que estuvo en vigencia hasta que se reparo la torre y quedo cegado.

Más ocurrió que cada vez que había que buscar sitio para emplazar el Ayuntamiento, de siempre se hizo entre las dos torres, precisamente donde está en la actualidad. Durante un periodo de 1860 a 1869, fecha que se inauguró el edificio actual, pero la ubicación nos dice que el palacio de la Generala, también está ubicado entre las dos citadas torres.

-Vamos Chivario, cuentista, llamó la Eugenia, que ya va estando la liebre a punto, Montoya, hoy no se canta mañana ya veremos,¡ Alemán, arrímate hombre que no e vamos a pegar los piojos, venga los de la rana, al avío que para después es tarde, vamos y salud para todos, repartiendo las presas de la liebre que contenia el perol.



Agustin Díaz Fernández




 
 
 

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