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LA CALLE DAMAS

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 14 abr 2021
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 19 abr 2021

Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra,

el Llopis Ivorra, quiere y tiene el placer de presentarles a una mujer sin par, Julia, su gracia era Julia.

Terminaba El siglo XV, unos 260 años más o menos hacia que habían pasado desde que la ciudad de Qazris, les fuera arrebatada a los almohades por parte de las huestes del IX de los Alfonsos el de Leòn, y ordenado por este repoblar la ciudad como si de un conejar se tratara, para ello vinieron gente de castilla-León que le debían pleitesía, junto con algún que otro Gallego por alcahuetismo, más que por otra cosa, que no era cuestión después de años de asedio dejar la ciudad a merced de los lobos y buitres, y ya en 1.491 contaba la ciudad de Cáceres con 7.500 habitantes y algo más de 500 judíos, no sé porque hacen distinción pues imagino que estos judíos también tendrían la categoría de habitantes ya que figuraban en el censo, en esto estábamos cuando apareció su majestad la primera y muy católica reina Isabel, y en su calidad de reinona ordeno que no siendo bueno para la higiene, el decoro y las buenas costumbres que las mujeres de vida fácil, "como si ser puta fuera fácil ", a ser posible estuvieran localizas en una reducidas zonas y calles, y que estas estuvieran construidas extramuros de la ciudad y para que no se diera al equivoco, vistieran con prendas de manteo, cortas, y de color morado o azafrán, no fuera a ser que alguna recatada dama se confundieran de calle y la tomaran por mujer de vida disoluta, o algún tierno infante le diera por pasar por la calle y viera a su señor padre con su querida, mantenida, o furcias en general, que en su lupanar le alegraran el pinganillo, cosa muy desagradable que viera a su progenitor con los calzones bajados y en situación comprometida para el decoro de las buenas familias Cacerenses, y es que la jodienda nuca tuvo enmienda y que es mejor morir por la bragueta que por distraer una peseta, así que para evitar tales desmanes la calle en cuestión se la denomino Damas, la calle Damas, calle ubicada según baja de las Claras en dirección al puente de San francisco.


Mi Llopis Ivorra, cuando la conoció, era Julia ya muy mayor y ya hacia mucho , tanto que ni ella misma se acordaba que había abandonado el siglo, para vivir recatadamente en el convento de las monjas de clausura de las Clarisas, adaptando el nombre de Sor Aurora de la Expiación y de la Complacencia, yo no sé si al elegir el nombre tuvieron en cuenta por qué había ingresado en la orden, al ponerle Expiación que estaba allí para expiar todos sus pecados que eran muchos, y de la Complacencia por que a su puerta nadie llamo sin ser completamente complacido, o el nombre fue elegido a voleo para la Sor, ella en su vida pasada era Julia, más conocida como la “cañona” y no, yo no la conocí, en aquellos años de revolcones en la calle Damas, primero por edad y segundo porque yo no suelo andar con mujeres malas y de mala reputación, solo conocía el apodo por esos chascarrillos de catetos, cuentos que pasan de boca en boca para que no queden en olvido, y se solía decir es más puta que la “cañona” para referirse a las gallinas, que también tienen su aquel y el apodo no sé quién se lo pondría, pero en esta tierra lo de los motes es muy normal incluso algunos sin motivos, yo conocí a uno que le decían el catalán solo porque fue a una boda de un primo a Villafranca del Penedés, mi conocimiento con esta santa mujer, fue porque restauramos el convento y dotamos con algunas modernidades del siglo ya pasado, y era ella la encargada de poner los dulces de su obrador a enfriar, aprovechada para los que se desmigaban apartarlos y obsequiarnos a estos humilde pecadores con estos manjares elaborados con tan sagradas manos, dulces que cuentan con fama internacional y a fe que están para comérselos.

Era esta Julia, que a si me lo contaron gente que lo habían oído contar a sus mayores o a otros chismosos, natural de la serranía de Bejar, donde el dinero manaba de los regatos que desbocados bajaban helados desde los picos de la sierra, de siempre se dijo por estos lares, que vives mejor que los ricos de Béjar, tierra de señoritos, según parece, pero Julia que era natural de la zona por parte de madre, jamás recogió dinero de arroyo ninguno ya fuera por no verlo o por no haberlo, tampoco por parte del padre natural de esa tierra de tronío y señores de casta, casta como la de los galgos del tío Corbacho, que cuando iban agarrando a la liebre se paraban a mear, como es Ciudad Rodrigo, localidad tan gozada de fortuna que hasta los chivos dan leche, pero no, Julia, era de familia ilustre pero de la parte más humilde y que servían como criados por un mendrugo de pan, duro. claro, si no no seria pan, y todo el potaje que se pudiera comer, a sus primos de más alcurnia, apenas dio un paso a la juventud siendo aún una niña, el padre y con motivo de que Julia ayudara a llenar la despensa del domicilio familiar, la colocó como fregona y chica para todo, con un charcutero de la zona, el cual gozaba de fama por lo bien que trataba los productos derivados del cerdo , por dos pesetas al mes y media libra de tocino rancio y dándose al supuesto que la sisa en vueltas, cambios y vituallas daría una cantidad mensual redonda, no sería mucho pero el hambre estaría esperando agazapado al menos una temporada, era Julia espabilada como la pequeña de diez hermanos a la hora de comer, como se hacía en la época todos de la misma sartén puesta en el medio de la mesa, o estaba presto o te lo hacía estar el hambre, chica emprendedora y hábil en los negocios, con muy buena mano para ellos, como si de la familia Botín se tratara, así que cuando el charcutero le dijo a Julia que todos los Martes tenemos el tenderete puesto en Cáceres, ella para rematar el magro jornal se las agenció para que de matute y por un porcentaje regular, trapichear con la industrial textil de la cual Bejar tenía merecida fama y sin que el charcutero se diera por enterado, así fue corriendo el tiempo y Julia fue engordando la bolsa, el charcutero también, por lo que le propuso estar cuatro día a la semana en Cáceres en vez de los dos actuales, como a ella ya le iba en el asunto, no objeto nada al contrario. se alegró, cosa que al charcutero también, pues como era un poco sorda, aprovechaba cada vez que pasaba a su lado para tocarle el culo, Julia aprovechándose de sus transacciones poco a poco se iba dando a conocer en la ciudad, y como era de buena visión para saber dónde estaba el dinero inició lo que le daría el sustento durante mucho tiempo.

Muchacha limpia donde las hubiera esta Julia, todos los primeros del mes de Junio de cada año se la veía ir con el hatillo de muda limpia y toalla al hombro hiciera o no hiciera falta a los baños públicos y permanecía en ellos lo menos cinco minutos, tiempo más que suficiente para la higiene anual, también dicen las malas lenguas que allá por el mes de Diciembre si al año venia benigno derrochar una piedra de carbón en calentar un pocillo de agua, para la limpiezas de los bajos, poco no crean, no fuera a ser que le diera a un mal aire en introducirse tal agua templada, por tan tapado agujero y diera con la dueña en padecer algunas fiebres tercianas o lo que es peor producirle una ventolera que saliera por la boca como lava de un volcán, o un enfriamiento general de la zona y le diera por estornudar por el cono sur, o quedar embarazada de algún gamusino que de siempre es sabido que abundan por el pantano de aguas de lobos o Guadiloba, que sirve las cañerías de la ciudad cacerense, estando cierto día de viaje hacia la ciudad feliz, con el charcutero, después de los tocamientos en el culo de la Julia, mayores si caben, aprovechando que viniendo por Baños de Montemayor cogió frio y le aumentó la sordera, Julia dio en coger conocimiento con gente muy principal y al poco le dijo al charcutero que le fuera a tocar el culo a la concha de su madre, que ella era sorda de un pie o tonta de la teta izquierda, y que para ser puta y andar en chancleta mejor dejar las bragas quietas, que ella se iba a servir de propia a los señores y señoras de blasonadas cunas, y así empezó su negocio, a ir con las joyas prestadas a la casa de empeño a cambio de una comisión, y otra a cambio de ir al monte de piedad a desempeñarlas. cuando los dineros daban para ello, y tantas veces hizo y deshizo el camino que ya contaban con ella como de familia. y mientras tanto fue amansando una respetable fortunita, agente de poderososos, correveidile de señoritos, alcahueta de todos y celestina entre damas de alcurnia aburridas. y señores de bragueta en el cerebro y moral en la punta de la … espada, estando en uno de estos lances en casa de un cliente, conoció a un joven ebanista de la localidad de Brozas, que a la sazón recuperaba de las termitas un excelente taquillón del siglo XIV, quedó postrada a sus pies, pero el demonio que todo lo enreda no le trajo tranquilidad a Julia, muy al contrario el negocio se venía abajo a ojos vistas, los señoritos y damas ya lo eran menos o casi no lo eran, ya no tenían joyas que empeñar o no tenían para desempeñarlas, y el ebanista al poco de la boda le salió con que en la cama no le servía ni para calentarle los pies, así que al poco tiempo dejo al ebanista con sus termitas, y y abrió de par en par un negocio en la casa que se agenció en la calle Damas.



Agustín Díaz

 
 
 

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