MARQUESADO DE LA ISLA-CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 13 nov 2022
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr
Crónica desde la Ronda de la Pizarra
Monótona, si, así resultaban los anocheces en la Taberna de la Colorá, si no fuera por las historias unas veces contadas otras narradas, unas con sorna otras con seriedad del tío Chivario, o las coplas con voz tomada y los ojos turbios por el alcohol de Montoya, los del juego de la rana a lo suyo, clan, clan, clan, el tio Matamoros, sentado en su esquina de siempre lamiéndose las heridas de enésima paliza, que ya era por vicio carajo, se quejaba en más de una ocasión. Si se perdía una oveja, hostias al tío Matamoros, si denunciaba un guarda jurado que había visto a uno con un saco de bellotas hostias al tío Matamoros, ocurriese lo que ocurriese, hostias al tío Matamoros, aunque hubiera estado atendiendo su carbonera y la pareja de la Guardia Civil lo supiera, había que apalizarlo, que para eso se le escapó de dos campos de concentración, ¡toma hostias Matamoros, por hijo puta le decían.
Hoy estaba la concurrencia con ganas de chanzas, habían cobrado varias peonadas que les debían, en la edificación de la Torre de Cáceres, y esta mañana la señora Domi había recibido el tabaco para despechar con las cartillas de racionamiento, la habían cogido con el tío Sopa, traidor, e hijoputa, asesino, y algunas cosas más por el estilo.
-Dejadme en paz cabrones, decía el tío Sopa, yo solo me apunté a la Falange, porque me dieron ropa nueva y un bocadillo de sardinas en aceite.
En estas estaban, cuando se abrió la puerta y todos los parroquianos miraron a ver quién llegaba, callaron al punto, entraba en Tío Cuchara, acompañados de dos lindos, caballeros de lo fino de la villa cacerense, de los de cuello duro y levita, y chistera por sombrero, no era la primera vez ni mucho menos, que el Tío Cuchara, correvedile de poderosos, traía a la taberna a gente de postín, por aquello de que se divirtieran los señores viendo tanto pobre y tanta miseria junta, la cara y las manos blancas y finas, la ropa limpia cómoda y a medida, destacaban sobre el renegrio y apergaminado de las pieles de los parroquianos, y de sus ropas de pana ajados y descoloridos por el uso.
-Buenas tardes tengas todos vds, dijeron educaditos al entrar los dos caballeros.
-Eea, saludo Montoya-
Vengan vds con dios, salto solicita Eugenia la Colorá
El tío Matamoros se concentró más en su cazillo de aguardiente, no le gustaba que lo que veía, tenía la impresión de estar en territorio comanche
-Salud, contestó el tío Chivario, consciente del mal ambiente que se había producido en la taberna,
-Ea señores, venimos a echar un rato en son de paz, continúen vds en sus quehaceres, dijo uno de los recién llegados.
-Te vas a enterar Cuchara hijoputa, por meternos al enemigo en la taberna.
-Calla y bebe Chivario cabrón, o te vas la puta calle, Salto como el rayo Eugenia, y que cada pollo se pique su maíz.
-Calla tu mala mujer, que eres como la Manuela, que es nieta de la Dolores y más puta que su abuela.
-Ten cuidado con la boca Chivario, o te agarro por los cuernos y te pateo los huevos, dijo el marido de la Eugenia, que era hombre muy callado y muy consentidor.
-Venga, paz hombre paz, tabernera sírvenos de lo bueno, dijeron los de la levita.
Mientas Eugenia, abría una garrafa de lo que tenía guardado para ocasiones especiales, los de la rana seguían con el Clan, Clan, Clan, cuando los tejos alcanzaban la boca del anfibio.
-Hoy no hay coplas Montoya, y tu Chivario, que tienes ahí al chiquino esperando con el cuaderno y el lápiz, dijo la Eugenia, escancia el vino nuevo, venga alegría, que nadie ha metido aun las cabras en el corral ajeno.
Recuerdo, hoy que nos acompañan tan eminentes personalidades comenzó el tío Chivario, mirando con cachondeo a los lindos, que llegaron a la villa cacerense tres hermanos que vinieron a comienzos del siglo XVII, y que se llamaron Juan, miguel y luis Blázquez. los dos primeros eran clérigos el llamado Juan, era deán de la catedral de Plasencia, y miguel, tesorero de la catedral de Coria y el tercero de nombre Luis, era seglar.
-En Cai tiene la Bizcocha, un café de marineros
Y en el café hay una niña, color de lirio moreno,
comenzó por la bajini Montoya.
Y Según parece los dos primeros, curas ambos, aportaron el dinero para crear un mayorazgo para el tercero de sus hermanos Luis, pero como quiera que nobleza cacereña era muy suya, no los querían admitir como hidalgos, aunque decían descender de Blasco Muñoz, nada más y nada menos, de de Blasco Muñoz, uno de los caballeros que vino a la toma de Hins Qazrix, con el Rey Alfonso IX de León y Galicia, y ser parientes de los mayorazgos, es decir del linaje de los Blázquez, primeros pobladores de la villa cacerense.
Ocurrió que a cuenta de ello hubo un pleito en la chancillería de Valladolid, que acabaron ellos ganando, pero con el repudio de la nobleza cacereña que les achacaban ser descendientes de judíos, la nobleza cacereña, menudo es el aire para el candil.
-Lirio la llaman por nombre, y ese nombre bien le esta
Por un cariño, cariño, tiene las orejas moras
Y por Cai a Almería con voz ronca de aguardiente
Canta la marinería, seguía Montoya.
Más detalle y curioso es, que el palacio lo hicieron en el solar de unas casitas donde estaba la judería nueva, en la calle de la Cruz, incorporando al mismo como capilla lo que había sido la sinagoga nueva, resultando que aun con el pleito ganado estuvieron dados de lado por los viejos linajes cacereños durante mucho tiempo, hasta que en 1761 el rey Carlos III concedió a Matías Jacinto Marín, descendiente de Luis Blázquez, el título de marqués de la isla, siendo este el nombre que actualmente lleva el palacio y que recibió la plaza que había delante de él antes de desaparecer el convento de la Concepción, que después acabó nominando a toda la plaza.
Estas discrepancias con la nobleza, aunque al final se los admitiera como nobles, ha quedado reflejada en el propio palacio, en cuyo frente, y a lo largo de un friso que coge toda
la fachada, hay una frase en latín que dice:
-Seamos nobles por nosotros
y no por nuestros abuelos,
Siendo curioso es que, bajo sus escudos, y quizás
por la misma razón, se agregaba la frase
latina:
Vanitas vanitatum et omnia vanitas,
“Vanidad de vanidades y todovanidad”,
lo que se podía tomar y más en aquel
tiempo, como burla de tanto alarde, aun en el propio escudo del apellido. Esto puede verse aún en uno de los escudos esgrafiados en el propio patio del edificio.
-La lirio la lirio tiene, tiene una pena la lirio
Que se le han puesto las sienes,
Moraitas de martirio
Se dice que, por un hombre, se dice que si es por dos
La verdad del, cuento, la sabe la Lirio y yo
Terminaba la copla Montoya, a la vez que apuraba la pistola de vino, y se sacudia la ceniza del cigarro de picadura de la pechera
Te has enterado del cuento niño, que no es oro todo lo que reluce, que hay mucho señorito figurón que no tiene donde caerse muerto, n’a más que la planta, y algunas rentas dejadas por abuelo, que se las han bebido y jugado muchos de estos lindos, bien vestidos y bien perfumados de los que andan por Cáceres, estos caciques vividores del cuento, que se allegan de cuando en vez a los arrabales para dar sentido a su existencia, y que re quede claro, no te fíes nunca mozinu de estos señores de levita y cuello duro, no ves que no se tragan ni entres los de su catadura.
-Venga Chivario, se te acabo la gula, dijo la tabernera Eugenia, venga a tu casa a contar chismes, y vds señoritus, disimulen vd, que es el vino el que jace hablar a este garañan, malaje.
-No se preocupe tabernera, solo hemos venido a ver y oir, para hacernos una idea de cómo son los pobres.
-pues por esta noche se acabo la función, dijo el tío Matamoros, mañana vengan más temprano y traigan tabaco, con dios señores.
-ala, cada mochuelo a su nido, que la vela se esta apagando y mi madre no está aquí, soltó la Eugenia, apuntando en la pizarra la cuenta de los señoritos, cuatro botellas de vino a cinco pesetas, dan treinta y cinco pesetas, pagando señores y hasta más ver.
Mientras los de la rana clan, clan, clan, remataban la enésima partida del día.

Agustin Díaz Fernandez
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