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CALLES DE CÁCERES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 14 nov 2022
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 26 mar

Crónica desde la Ronda de la Pizarra

He vuelto a la Taberna, hacia días que no venía por asuntos de la escuela y eso, ya se empezaba a notar la primavera en el ambiente, las puertas de la taberna abiertas permitían que poco a poco se fueran escapando el olor de humo, vino picado y el hedor del tabaco de picadura, Eugenia, la tabernera había cambiado la tira amarilla de las dos bombillas peladas que daban luz a la taberna para apresar a las moscas, y hasta hablaba con el tío Justino, el calero, para enjalbegar la fachada de la chabola donde Eugenia ejercía su profesión. En la Parra, ya apuntaban los racimos de uvas, y en la higuera del centro de la pedrera los higos apuntaban las ramas de la higuera, llegando el buen tiempo pues, se salía de la oscuridad y parecía renacer las esperanzas de una vida mejor, entre los parroquianos de la Taberna de la Colorá.

Los de la rana, la habían sacado a la puerta de la Taberna, y el sonsonete del Clan, Clan, Clan, de los tejos al golpear la boca de la rana, sonaba amortiguado por la lejanía y las risas de los niños en lo más hondo de la pedrera.

Y hasta la paz parecía que le había llegado al tío Matamoros, que estaba en su sitio sin un rasguño, pero tan negro por el carbón que agenciaba que solo se le veía el blanco de los ojos, que sabias que estaba ahí, en su sitio por la costumbre,

-Se deben andar poniendo los Guardias morenos, hacia cuanto ha, que no vienen apalizarme, decía el tío Matamoros con una sonrisa amarga, y échame otro cazillo de aguardientes Eugenia, que para eso me escape de dos campos de concentración, para beber este aguardiente malísimo y para que me dieran de hostias una vez al menos por mes.

Incleible lo que hace el buen tiempo, desde que vengo a meter prisa a mi padre y a mi tío, es la primera vez que escucho al tío Matamoros hablar tanto y tan seguido, coño, si hasta Montoya está sonriendo de oreja a oreja, con una sonrisa casi infantil, casi olvidada de tanto tiempo de no ejercitarla, se le notaba que desentonaba ese rictus de sonrisa en un semblante que el tiempo y las calamidades le volvieron serio, esquivo, arisco, sonrisa culpable de y aunque sea una vez en la vida era moderadamente feliz, culpable por tener motivos de sentirse feliz, sin haber hecho nada para merecerlo.

Mientras los tejos seguían cayendo en el garganta de la rana, clan, clan, clan.

Y cierto era que Montoya tenia razones para estar contento, aunque todos eran conscientes que la alegría en casa del pobre dura poco, pero allí andaba, con una camisa nueva, de aquellas de rayas y cuello abrochado, compradas en los saldos del comercio del Requete, incluso había saldado la cuenta que tenia en casa de la Maruchi, “la Chochera”, con unas perrinas que le había mandado su hijo, aquel que emigró a Alemania, con lo que ahorro de su segundo sueldo, y hasta le sobró para invitarle una pistola de vino al Tío Chivario.

-Venga Chivario, voceando tras su mostrador de cinc Eugenia la Colorá, que aquí se viene a trasegar vino, si no bebes a la putra calle.

Carajo, ahora que habla de calle siéntate zagal, que te voy a hablar hoy de las calles de Cáceres, y tu mala víbora échanos una convidá, decía Chivario, vamos saca el cuadernillo.

-A ver que le cuentas al muchacho, que parece que hablas mal de mi y de mi negocio, saltó Eugenia, sirviendo las consumiciones, y tu cuidado con lo que cuentas de mí, que después lo publicas y ando en boca de todos, ojito no vaya a ser que te cape.

-Quiso dios con su poder Jugar con rayos de sol,

y hacer con ellos una mujer

la esculpió de juncos y miel, y de las caricias

hizo su piel de isla y volcán su corazón

se arrancó Montoya, relamiéndose con el trago de vino.

Veras mozo, tiene Cáceres muchas calles que cambiaron de nombre, o tras que son poco conocidas por sus nombres originales que, poco a poco se van perdiendo en el olvido, y vamos a poner un ejemplo para los despistados o curiosos, o simplemente para saberlas por si algún día el acaso nos lleva a que el conocerlos `pudieran tener alguna utilidad.

Calle Juan de la Peña, por haber vivido este caballero en ella, y hoy la conocemos como calle Peña, la Plaza de Santa Clara, tuvo por nombre Potro de Santa Clara, por ser este sitio donde se herraba, arrendaba o vendía las caballerías, o la de San Juan, antes conocida como Corredera de San Juan, y pasamos a la calle Horno, y cuyo nombre primitivo fue calle del Horno de Ribera, y puede que esta calle sea de las más antiguas de la villa cacerense, si no contamos como es natural las calles del interior de la zona murada, junto con la de Caleros, Cornudilla y alguna más.

-Ay señor, dime quien es, mujer que vuelve loco de amor

Mujer de la cabeza a los pies

Ay, señor, quien serás tú, dorada y reina interior

Roja y olé por el Norte y el Sur,

Se animaba Montoya, hoy con voz pelín más alta de lo acostumbrado.

Pero como curiosidad de la calle Horno y en el número 17, que fue donde estuvo instalado el horno, tuvieron su sede varias industrias, algunas consiguieron ser muy conocidas por los paisanos, una vez reformada la casa en dos plantas, fue sede de la sociedad de los Hermanos Berzosa, que fundaron en ella una de las primeras salas de fiestas y bailes conocida como ANSANDY, y en la que llegaron a actuar según nos cuenta el cronista, las primeras animadoras que llegaron a Cáceres, siendo este local donde muchos cacerenses aprendieron sus primeros pases de bailes, más tarde se instalo una imprenta , para después ser una fabrica de bolsas de papel, para terminar siendo un restaurante con el nombre del Patio, donde se daban bodas y banquetes propiedad de la Casa Eustaquio, dándose las circunstancia que esta casa jamás fue utilizada como vivienda.

También tenemos calles que no se saben de donde le viene el nombre, algunos corresponde a gremios , Pintores, Caleros, Curtidores, Tenerías, Reñidero de Gallos, o como la hoy Calle Donoso Cortes, que de antigua los paisanos llamaban Calle de la Grajas, más el origen de este nombre se creer que viene desde 1490, año en el que vino a la villa cacerense, una familia apellidada Graja, y que era de oficio escribano, los llegaron a componer varios hijos e hijas, las que llamaban las Grajas, de lo que se tomó la nombre la calle.

-Tierra de trigo, sierras de peñas

Sueño contigo, y aunque no se que sueñas

Se que quieres navegar

Seguía Montoya.

Los raneros desde la puerta, alzaban la voz para pedir otra ronda, sin dejar de lanzar tejos a la boca de la rana Cla,Clan,Clan.

La Calle Pizarro, ogaño calle de Solana, sin saber el motivo, quizás por que en ella se avecindó un cura párroco de San Juan, allá por 1678, que era conocido como licenciado Benito Jiménez Solana, otras calles recibieron el nombre de los accidentes del terreno sonde se implantaron, como Calle Parras, por tener plantadas vides en esta zona, o la de Peñuelas o Piñuelas como se conoce hoy, por tener aquella zona enormes pedregales.

La Calle Gallegos, no por haber vivido en ellas los naturales de esta zona de España, si no porque al poblarse esta calle, casi todo los avecindados en esta calle, eran provenientes de la por entonces Castilla-León, y que al conquistador Alfonso IX, llamaban los moros el gallego, o la calle General Ezponda, antes llamada empedrada, por ser la primera calle que gozo del empedrado, Calle General Margallo, antes Calle Moro, por ser gente de esta religión los que se asentaron en ella, y quedan aun algunas más, pero hemos hecho un repasito a algunas.

-Vamos Chivario, bebe y paga, apretó Eugenia, que son ya las tantas, tanto hablar la calle y no sabes donde vives, venga los de la rana, seis pesetas, me debéis, Montoya remata y a la puta calle.

-Y yo puedo ver en cuanto te miro, pasar

Toda tu historia mujer, tan solo en un suspiro

Ay señor, dime quien es, mujer que vuelve loco al amor

Mujer de la cabeza a los pies

Suspiro de España.

Y mientras los parroquianos miraban embobados a Montoya terminar la copla, los de la rana terminaban su ronda de tejos con el monocorde soniquete Clan, Clan, Clan.



Agustin Díaz Fernández







 
 
 

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