VAMOS DE CINES - CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 23 nov 2022
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 26 mar
Crónica desde la Ronda de la Pizarra
Había llovido la noche anterior, y al bajar desde la calle Bolivia del barrio del Carneril hacia la pedrera donde se ubicaba la Taberna de la Colorá, ya se notaba que la cosa iba a ser complicada, por el barro colorao que llenaba las calles sin asfaltar de aquel arrabal cacerense, barro donde al menor descuido se tragaba las alpargatas, desapareciendo y como con las cigüeñas en Cáceres, hasta la llegada de tiempo mas benigno no las volvía a ver, equipado con botas katiuskas, de aquellas de goma, comprada en Ultramarinos Isabelo de la calle Cuba, veinte reales el par, me arriesgue a bajar el terraplén que me conducía al lugar de la espera.
Ya desde antes de entrar a la taberna, se escucha el ruido de los tejos al golpear la boca de la rana Clan, Clan, Clan, con todos los parroquianos de costumbre cada cual en su sitio, con el barro pegado hasta media pierna de sus ajados pantalones de pana, de aquella pana antigua, de que por fuerza tenía que durar toda una vida, hasta abrió sus puertas el Requeté, la tienda de precios asequibles que regentaba Getulio Hernández, y que por un precio razonable podías cambiar el jato.
El tío Matamoros, ya había vuelto de las carboneras, y más negro de carbón de lo que ya estaba, tan callado que asustaba, Montoya, en su mesa de siempre, también contrariado el semblante por las falta de noticias de su hijo mayor, aquel que tuvo que emigrar a Alemania, Eugenia, la Colora, trasegando el vino de garrafa a las botellas de litro y de cuartillo, en la lumbre de la chimenea, un puchero hirviendo el agua en espera del café, el tío Chivario, de pie junto única ventana que tenía la chabola de la taberna, hombre, dijo como para si, aquí llega Moñico, suerte la suya, a empezado de acomodador el cine,
Mientras los tejos seguían con su Clan, Clan, Clan, Eugenia, miraba de reojo a la caja de membrillo de Puente Genil, que le hacía de caja registradora, maldiciendo que hoy también habría pocas perrinas que llevarse a la faltriquera.
-Venga carajo, que yo también tengo que vivir, y tu Moñico, que ya tienes puesto fijo, invita una convida a la parroquia, que ya te vale, con las veces que has trasegado vino por cuenta ajena, protesto Eugenia.
-sea, dijo Moñico, que había visto una película reciente en el que el protagonista decía esto cada poco, y que al trabajar de acomodador, se creía pertenecer a ese mundillo de artistas.
-Y tu Chivario, siéntate que vas a degastar el cristal de la ventana y cuéntale un cuento al muchacho que espera.
-Venga, chico saca el cuadernillo, que hoy que está aquí este artista de Moñico, vámonos al cine.
-Es el mejor de lo buenos,
Quien sabe que en esta vida
Todo es cuestión de medidas
Un poco más, algo menos
Soltó de pronto Montoya, que se lo había oído decir a Salas el cartero del Carneril, que, de tan listo, sabia más que las pardillas del Guadiloba.
Cine Capitol
Sabes chiquino, donde está la calle Sancti Espíritu - me preguntó Chivario, pues le da de antiguo, de la época del medievo y eso, la que enlaza desde a Plaza del Duque, o las Cuatro esquinas, como la conocen los paisanos de Cáceres, hasta la calle General Margallo, o calle Moros y también de nombre antiguo, pues a mitad de esta calle, en el número 6, estuvo ubicado el Hospital de tal nombre, que dio el suyo a la calle, este hospital lo fundó una familia de la nobleza de las muchas que se avecindaron en la villa cacerense, Robles era su apellido, de muchos posibles, y que según cuentan, uno de los de este linaje, Juan de Robles, por nombre, lo reformó invirtiendo en ello un gran capital, todo para favorecer los pobres, y que según se comentaba por los mentideros de la villa, pobres que el mismo fabricaba, ya que gozaba este caballero de fama de usurero y explotador

Fue hospital, desde el siglo XIV, el único en el que se atendía a las mujeres, hasta su desaparición en el siglo XIX debido a las leyes desamortizadoras que abolieron las arcaicas rentas con la que la cofradía del Espíritu Santo mantenía un dispensario de escasos recursos, que fue durante siglos el único referente sanitario de la ciudad. Una vez desaparecido el hospital, su local sería utilizado a finales del siglo XIX para instalar los primeros motores que producían energía eléctrica para el alumbrado público de la ciudad, alumbrado que se inauguraría durante las ferias de 1897, desapareció esta industria debido a las quejas del vecindario por el ruido permanente que hacían los motores y es que en la villa cacerense de siempre ha sido de poco aguantar.
El vetusto edifico estuvo sin uso hasta la Guerra Civil, cuando es utilizado como cuartel de milicias de la Falange durante unos meses. El bombardeo que sufre la ciudad el 23 de julio de 1937 acabó por destruir el edificio original.
De nuevo, el solar que había sido hospital, espacio industrial y cuartel falangista, vuelve al edificarse el inmueble para convertirse en sala de cine, que tendría por nombre Capitol se inaugura el 6 de marzo de 1947, cuando en la ciudad solo había dos cines en activo, el Gran Teatro inaugurado en 1926 y el cine Norba que funcionaba desde 1934. El nuevo cine se convertiría en el más moderno y novedoso de la ciudad y así fue hasta su desaparición en enero de 1987. Allí se instalaría el Cine Club que permitió visionar películas diferentes, y donde se trató de pasar del blanco y negro al Technicolor y según las malas lengua, fue el lugar donde un tal Almodóvar se enamoró del cine.
-Venga, pon de beber mujer, dijo el tío Moñico, que le había gustado la historia
-como un rayo, le contestó Eugenia, sacando vaso del barreño donde los enjuagaba
-Como tu lengua de rápida, contestó Chivario
-que reine la armonía hombre, salto el tio Ratón, y venga Eugenia pon otra a mi salud
-bueno esta, y como antes invito Moñico, ahí va la historia de donde el trabaja de artista-acomodador
-No os extrañéis amigos
Que este mi frente arrugada
Yo vivo en paz con los hombres
Y en guerra con mis entrañas
Dijo de pronto Montoya
-eso es del vino de la Eugenia, habló por fin Matamoros
-Tu Matamoros, hideputa, al punto salió la Eugenia, que ni tus hijos te reconocen por no tener identidad, como vuelvas a hablar te capo, puto ciervo.
Y mientras los tejos seguían lamiendo la boca de la rana, Clan, Clan, Clan,
El Cine Norba
Se inauguró en 1 de febrero del año de 1934, y durante 33 años estuvo entreteniendo con sus proyecciones a los paisanos cacerenses hasta el día 31 del mes de julio del año 1967, siendo esgte el segundo cine estable de la villa cacerense siendo el primero el Gran Teatro o cine Sage, como gusten, más Cáceres contaba con proyecciones de películas en salas improvisadas para la ocasión, en la plaza de San Juan, en una barraca que se montaba proyectar alguna película, o en el teatro de la calle Peña, o en alguna que otra barraca de aquellas de puntapiés, que se montaba también en la Concepción.
Aunque el primero construido exclusivamente para proyectar películas fue el Norba, cine lujoso donde los hubiere, aunque también se le dio uso como lugar para dar mítines como el que en su día dio un tal Jos Antonio Primo de Rivera.
Se inauguró con la película La Amargura del General Yen, y Barbara Stanwyck fue su protagonista, el precio de asiento de butaca era de diez reales, 2,50 pesetas, la última película que se proyectó y como despedida fue la titulada Cuando Ellas Enredan, con Eddie Constantin, y siendo el precio de la butaca de patio de 20 pesetas.
El nombre de Norba, le viene por el nombre romana de la ciudad Norba Caesarina, y según nos cuenta el cronista, fue sugerencias a Juan Perez, del Profesor Floriano Cumbreño, contaba con un a aforo de 2000 personas.
-Has terminando chivario, mentiroso, pos venga a pagar y a la puta calle, andando el camino, ladro la Eugenia
-Para que llamar caminos
Los surcos del Azar
Todo el que camina anda
Como Jesús, sobre el mar
Sentenció Montoya, al que todos los parroquianos miraba raro.
Clan, Clan, Clan, venga Eugenia sírvenos la espuela, dijeron los del juego de la rana, mientras la Colora, echaba otra ojead a la caja de membrillo, y se volvía a lamentar de su suerte.

Agustin Díaz Fernández
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