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LAS MATANZA

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 3 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.

Hoy vamos a echar una mirada al hambre, al hambre ajena si se quiere pero hambre al fin, al hambre producida por la falta de ingestión de alimentos, o por que el personal es tragaldabas de por sí, no siendo este punto malo de suyo, porque el hambre de la miseria humana es más difícil de tratar y ni soy experto ni quiero hacerlo. Pero yo hoy en el Llopis Ivorra, quería hablarles del hambre del cuerpo, de esa que en este país sabemos algo y algunos hasta podían hacer una tesis doctoral sobre ella, y es que se pasaron unos años de pasar mucha, pero que mucha gazuza, tristemente, pero como digo yo pretendía escribir de un sucedido de aquellos años, vuelvo a repetir que en mi casa no se pasaba hambre, no es que sobraran no crean pero teníamos un pasar, eso sí he conocido desgraciadamente a mucha que los han pasado canutas, mucha hambre, en el barrio que yo me crie había mucha, pero ojala eso solo sea parte de unos recuerdos con la esperanza que jamás se vuelva a repetir, pero no sé yo que decirles solo que eso que ojala sean solo recuerdos, malos recuerdos.

Recuerdo y no sé muy bien porque lo recuerdo, bueno si , cosas mías, que más o menos seria allá por los años 1962-63, no se la fecha exacta, pero recuerdo que mi tía Emilia que tenía pensión en la calle Ecuador y que tenía un tinado en la charca Musía, ya sabéis un corral para los animales, donde tenía gallinas, patos y hasta un cerdo de engorde para las matanzas anuales, recuerdo también a una hermana de mi tía que se llamaba Manuela , y digo hermana de mi tía, porque ella estaba casada con mi tío Miguel, hermano de mi madre. Esta mujer, muy cariñosa por cierto, siempre te besuqueaba por donde quiera que te encontrara, yo tendría 6 o 7 años . Como iba diciendo esta buena mujer , soltera, bueno en realidad ya nació con el estado de soltería incluido en el certificado de nacimiento, vivía con mis tíos y ayudaba con el trajín de la casa-pensión y además se daba unas vueltas por las calles del barrio del Carneril, todavía no se llamaba Llopis Ivorra, eso sería unos días después, en esa época el obispo solo era un curilla de parroquia de pueblo, como decía , se daba una vuelta por las calles llamando a las puertas para que les dieran las sobras de las comidas para el engorde de los animales, poco sacaría por entonces sobraba poco, vamos que se comía poco, porque haber no había para esos despilfarros de ricachones y hacendados, pero se apañaban. Un año, y sin saber muy bien el por qué ,le regalaron a mi padre un cerdito, como andaba dando trabajo a los menesteroso por donde quiera que iba pues le estaban agradecidos, y decidieron reservarlo y engordarlo para la matanza en el mes de Diciembre, al cerdito me refiero claro está, para lo cual lo ingresaron, en la pensión de mi tía, más concretamente lo llevaron al tinado del barrio de la charca Musía, donde se ataban los perros con longanizas. Llego el día y se hizo la matanza, chorizos, lomos, patateras, tocino, morcillas mucha carne y dos y digo dos bellísimos ejemplares, dos jamones esplendidos, que alegría, que hartazgo de comida, que espectáculo más grandioso, es como alcanzar el cielo para los creyentes, no tengo palabras para definirlo me entran ganas de llorar, que alegría más grande, ya saben del cochino hasta los andares se aprovecha. En la calle Cuba, donde vivíamos en el nº 5, había y todavía habrá en los pisos que sus propietarios lo crean conveniente, un armario-despensa en el pasillo, frente por frente a la puerta del salón, bueno pues se colgó la matanza en la espera de mejores días, dejando en toda la vivienda un tufillo de esos que alimentan, abríamos la puerta de la despensa y mirábamos hacia arriba mirando las vituallas, como diciendo quien te pillara, que se nos hacia la boca agua, la mirábamos como miramos ahora el televisor, nos quedábamos ensimismados, mirando aquella obra de arte, como si fuera un programa de José Luis Moreno, y eso que en aquello años no existía la televisión, bueno si pero era cosa de gentes de abolengo, eran malos tiempos para el estómago, corrían en realidad eran malos tiempos para todo


Mi hermana Florentina, la mayor y nacida en el año 40, el año después de la guerra y denominado el año del hambre, creció con la cosa que había que comer todo lo que se pudiera conseguir, y como que no hay perros flacos sin pulgas, y pensando que el hambre es mala compañera de viaje, así un día, pensó que había que echar un tiento a los chorizos solo por ver si el estado de curación era el debido, y para que no se notara la merma dejando medio hilo de chorizo en el colgadero, , pues se comía el hilo entero, yo la descubrí y me daba un poco, porque yo lo de la comida también lo hacía regular, mi otros hermanos Elena y Andrés era más prudentes o no tenían esa cosa del hambre y mi hermana María de los Ángeles no había nacido todavía. Tanta fue la afición a las viandas de la despensa. que se notó la merma, y aquel día y al otro también, lo que se repartió en casa no fueron choricillos ni morcillas patateras, ni siquiera tocino fresco con vetas, ni un poquito de queso de oveja o de cabra si no ostias, ostias y no solo en blanco y negro que fueron ostias en colores que mi madre era una artista a la hora de repartirlas, a mi hermana Florentina y a un servidor. Pasado un tiempo, y mirando de reojo hacia el techo, se dio en pensar y ya saben cómo es el refrán del listo y el hambre, que como estaría unos de los jamones y dicho y hecho, se preparó un plan de ataque y asedio para reducir al enemigo, y ya esta subida Florentina en una silla con el asiento de mimbre de colores verdes y blancos haciendo cuadritos, han pasado los años pero me parece que lo estoy viendo ahora mismo, y con un cuchillo en la mano, dio en cortar la pata del gorrino poquito a poco y por la parte que pegaba a la pared, y doy fe de que ese jamón es el manjar más bueno que probara yo en muchos años, quizás todavía no lo haya superado, pero acaeció que por esas cosas de las casualidades de la vida, casualidad o por que las cosas suceden porque si, sin más y tienen que suceder.

Se presentó visita en casa, y debía de ser gente de alcurnia o de bien, o cuando menos de trato superior a las visitas acostumbradas, y después del saludo y del cuanto me alegro y cuánto tiempo y la familia y demás reglas de cortesía, se le ofreció un refrigerio y una vez habiendo tomado al asalto el salón comedor, y ocupado poltronas y atrincherados tras la mesa comedor, cuando mi madre decidió, abrir un jamón para los visitantes, ¡ Ay, Ay, y ahora que, cuando la mujer le dice a mi padre, que descolgara el jamón y el hombre se presenta con aquello en la mano, al que solo quedaba la parte que se veía desde abajo y la cuerda colgadera, vamos ni la mitad de lo que en su día entrara en la despensa, lleno de orgullo como un jamón de los de pata negra y convertido ahora en unos huesecillos y un pelín de piel, pues eso las ostias fueron al por mayor, durante más de una semana ni Florentina ni yo comíamos a gusto, pues era donde mi madre nos cogía descuidados, y había que ver el arte de soltar la zapatilla y zas…zasss.., en mi casa no sobraba pero hambre no pasamos y menos con la habilidad de mi hermana Florentina.



Agustín Díaz

 
 
 

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