PRINCESA
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 31 mar 2020
- 4 Min. de lectura
Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra.
Llegaba tarde, aunque se había dado toda la prisa que pudo, llegaba tarde, por eso pulsaba con nerviosismo y ansiedad el botón de llamada del ascensor, se le habían pasado las horas sin darse cuenta, y es que aquel día había tenido mucho que hacer y lo que le quedaba todavía, pero jamás hubiera querido llegar tarde y menos aquel día, para ella esas visitas eran fundamentales eran su vida, quizás él no se daría cuenta de que llegaba tarde, total solo eran veinte minutos pero ella si lo sabía y no se lo perdonaba, - pero y este maldito ascensor que no baja, - ya, ya baja por fin la vecina del 3º B seguro, es la que se entretiene de conversación con la puerta del ascensor abierta.- preparando sus cosas se le fue el tiempo, luego la lluvia y el autobús que se le escapó por los pelos, ahora el ascensor todo le salía torcido aquel día, precisamente ese día.
Cuando abrió la puerta se fue derecha como siempre a darle un beso a su abuelo, ella se había hecho cargo de pasar al menos un par de veces por semana, por ver como estaba y si necesitaba algo, para asegurarse de que todo iba como debía de ir, ya había notado que desde hace un par de meses se le olvidaban las cosas, se había vuelto descuidado y estaba preocupada, le preparo su tazón de café negro y con poca azúcar o casi ninguna como a él le gustaba en realidad descafeinado, descafeinado desde hacía un poco de tiempo, ella esperaba que el abuelo no se diera cuenta, y el callaba para no disgustarla, ambos lo sabían y lo dejaban estar, después daba una vuelta por la casa como buscando una cosa jamás olvidada , solo para cerciorarse de que todo estaba en perfecto orden de revista , siempre tenía la casa limpia, y después revisaba el frigorífico para cerciorase que no le faltaba nada, aquel día estaba más vacío que de costumbre, otras veces el abuelo se olvidaba adrede de comprar, era la excusa para salir con ella a la compra y darse un paseo para hablar de sus cosas y pasar el rato y ella lo sabía, pero desde hacía poco los olvidos eran generalizados y la tenían preocupada, empezaba a tener problemas para recordar las cosas recientes.
Como esa tarde llovía, no podían salir a comprar ni a pasear, total la compra no le corría prisa, así que se sentaron en la salita, mirando el televisor sin verlo cada uno sumido en sus propios pensamientos, el con su tazón de café, ella con una Coca-Cola, aun en esas circunstancias siempre hablaban sobre sus cosas, sobre la familia sobre ellos , aquel día la conversación era mínima, permanecían enfrascados cada uno en su historia que era la misma para los dos pero diferente, porque la misma historias tienen varias versiones según la cuenta los que la ha vivido, ella con los ojos lloroso con la mirada apartada para que él no la viera llorar, no quiera disgustarlo aunque estaba segura que él sabía todo sobre ella, no, aquel día precisamente no.
Él estaba pensando cuando después de enseñarla a andar ella dio sus primeros pasos y se fue a abrazarlo, de cuando y de madrugada le espantaba los dragones de las pesadillas, cuando se le quedaba dormida en sus brazos y la arrullaba en su cunita, y como se preocupaba por algunas décimas de fiebre velándole las noches, los juegos, como se la caía la baba el día que le dijo Yeyo, con aquellas palabras balbuceantes, recordaba sus primeras letras escrita y como le enseño los números y a diferenciar los colores, las risas los juegos, las tristezas y las alegrías compartidas que las sufría y las disfrutaba por igual, su primer día de guardería y en primer día de colegio donde abrazados no querían desprenderse uno de otro con los ojos anegados en lágrimas porque no quería apartarse de su yeyo hasta que alguien se la llevo para las aulas con los demás niños, su niña su princesa, la había visto crecer y convertirse en su nieta su amiga su confidente, su princesa.
Ella pensaba , en aquel forzudo que cuando se despertaba con las pesadillas se lo encontraba en su habitación luchando contra los monstruos que la asediaban y le atormentaban el sueño, el que le enseño las primeras letras las primeras sumas y restas, aquel que la defendía de aquel horrible niño que le tiraba de las trenzas, aquel era su yeyo, el que tenía respuestas para todas su preguntas que jamás la defraudaba aquel yeyo que pasara lo que pasara siempre estaba a su lado con ella animándola protegiéndola, el que siempre se ponía de su lado el que le aconsejaba sobre lo divino y de lo humano y de las cosas de la vida, aquel que con solo mirarla ya sabía cómo le había ido el día, aquel que pasara lo que pasara siempre la querría, pro que aquel hombre daba y daría su vida por su princesa.
Por eso le angustiaba tanto haber llegado tarde aquel día, precisamente aquel día, ese día en que quería darse y darle un poco más de tiempo del habitual, pero todo le había salido al contrario de sus deseos, lo miró y ya no pudo aguantar más el llanto, el abuelo se levantó y abrazo a su princesa también con los ojos llenos de lágrimas, así pasaron la tarde llorando en un abrazo interminable eterno, los dos lo sabían, aunque habían tratado de ocultarlo, y lo averiguaron hacía ya tiempo, su princesa mañana se marchaba a una universidad lejana y el ingresaba en la residencia de ancianos.

Agustín Díaz
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