SUCEDIÓ AYER
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 3 ene 2022
- 5 Min. de lectura
UNA HISTORIA DE AYER
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Hace algunos años, muchos, lo conocí, y ya andaba de vuelta de muchas cosas, en realidad de casi todas, no sé si venia o iba de unos de sus paseos de los que tenía por costumbre, entró más que nada por ponerse a cubierto de un chaparrón de aquella tarde de una primavera, repartió la mirada por el local, por costumbre supongo, por captar el ambiente de los parroquianos, hombres taciturnos callados en su mayoría rumiando sus soledades, oliendo a tiempos pasados no por eso mejores, trasegando vino de medio pasar, eso si había habido suerte y echado alguna peonada, al fiado las más de las veces, el corro de mirones detrás de la mesa donde se juegan la convidada a las cartas al subastado, 110 dice el mano, 114 tengo yo cerrado, le canta el compañero, los que miran se callen y saquen tabaco, se oye a uno que lleva el as, la media y el rey de mano, animada anda la mesa del domino con su clan , clan ,clan, pito doble y cierro , o el peculiar sonido del clon, clon, clon, clin, clin, de los tejos al encontrar la boca de la rana.

Por aquí una conversación a media voz, siempre con la mira repartida, por el acaso, de algún parroquiano que chaqueteara, aunque se sabían entre gente amiga, de confianza, el hambre crea esas amistades entre los que nada tienen, en una repisa detrás del mostrador, un receptor de radio, con el dial en la sección de discos dedicados, donde suena el pasodoble suspiro de España.

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Tomó asiento en la mesa que yo ocupaba, después de saludar afectuoso y pedir permiso, algo cansado se le notaba, quizás de la pesada mochila que desde hacía tantos años llevaba en sus espaldas, y sediento, ojos acuosos y mirada perdida al infinito, a lo vivido o lo hace mucho olvidado o dejado al olvido, por querer recordar más que nada, tras un rato de silencios solo roto por los jugadores de las mesas vecinas y de echar otro tiento al clarete me contó su historia, entre humos de cigarros de picadura, compartimos una botella de vino. Estamos en el barrio del Carneril, en la taberna de la Eugenia “La colora”
Vera me dijo, yo nací en el año 13 en 1.913 claro está , en una familia de pobres , tan pobres que por no tener no tenían ni apellidos propios , padre y madre por igual , trabajadores del campo, parias, proletarios, vendían su sudor honrado por lo que el amo le quisiera dar si es que encontraban amo a quien servir, eran de aquellos llamados hombres del amo, que con tal de darles de comer aunque fuera mal, estaba todo dicho, nunca tuvieron nada y cuando tuvieron un poco de tierra no la pudieron cultivar, porque esta les sirvió como yacija.
Menor de tres hermanos, desde muy pequeñitos quedaron a sus padres, primero padre, a la poquito madre, en el cementerio de cualquier pueblo de la sierra de los Ibores, anduvieron con la caridad hasta que una tía soltera o posiblemente por eso, se hizo cargo de las tres criaturas, para que por lo menos tuvieran donde recogerse cuando venían los fríos, los sacó hacia adelante con la venta de café a granel , oro viejo, sabanas y mantas y la venta de tabaco para liar traído sabe dios como de Portugal, ¡malos tiempos corrían para la gente pobre, como siempre!, y se empeñó en que aprendieran por los menos lo más esencial, leer escribir y cuatro números, para sacar algo de provecho a la vida, si es que se podía y si la vida, la puta vida les daba una oportunidad, y así pasaron los años en su pueblo natal de las Huertas de Ánimas (Trujillo).
Aquel maldito mes de Julio, aunque se escuchaban ruidos de sables, y se podía oler el miedo, el personal andaban cada uno a los suyo, buscando como comer al día siguiente, si se podía, él, me dijo, andaba cuadrando los metros de piedra, alquitrán y echando cuenta de la pólvora con la que cebar cada barreno que había que colocar para aplanar la zona de carretera que le habían encargado de construir, cuadrando números para presupuestar la obra, porqué el si había aprovechado los desvelos de su tía Flores , se llamaba, y ya finada mucho años atrás. Sucedió que, al dejar a la novia en su casa y marchar para la suya, aquel recién anochecido de un día mediado el mes de julio, le pillo una guerra, y le pillo en forma de cura , que a la escondida de un enorme alcornoque que había en la plaza Chica, aunque él no era practicante, si apreciado en general por su generosidad , le dio a entender que se fuera, que no pasara de allí que en la otra plazuela por donde tenía que pasar sin remedio para ir a su casa le estaban esperando una cuadrilla los falangistas para detenerlo, ¿por qué? no lo entendía, ni entonces ni ahora, el solo se dedicaba a su trabajo, a vivir el día a día, y aunque con la bolsa triste, planes de casamiento con su novia de toda la vida, lo mismo era por eso, por envidias mal entendidas , por hacer bien con los más menesterosos no lo entendía entonces y sigue sin entenderlo, salió con lo puesto aquella noche , a buscar refugio donde le dejaran y pronto se vio en las sierras de Guadalupe-Alias con el maquis , donde estuvo de monte en monte durante dos años , en el monte se enteró de los paseos, de las sacas de madrugada, del aceite de ricino , de los cortes del pelo al cero, de las palizas de las humillaciones en público, de vecinos que jamás volverían a serlo por culpa de otros vecinos, a los que tuvieron que tragar hasta que murieron de viejos, de los que hicieron desaparecer y jamás encontrados, de la maldad humana que había visitado España para quedarse más de cuarenta años para escribir como les dio la gana una triste historia de este país por que ganaron una puta guerra.
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Corría Agosto del 1.938 cuando un bando indultaba al que no tuviera mancha de sangre, fue destinado al frente de Valladolid cuando ya no había frente que defender ni frente que atacar, tenía 26 años había perdido tres años de vida y la juventud, parece mentira me decía, que en esos tres años tantos y tantos perdieron la juventud salieron de casa unos niños para regresar unos ancianos, más sumisos si cabe aún, derrotados todos , porque todos fueron los perdedores, y regresó a las Huertas de Ánimas a casarse con su novia de toda la vida, sin dinero, sin trabajo, sin alegrías , casi sin presente y casi sin futuro, tan solo poseía el documento que lo identificaba como desafecto al régimen .
Mientras se perdía entre sus recuerdos, en las mesas de alrededor, se escuchaba, las cuarenta, me doblo al cuatro, o el clon, clon, clon, clin, del juego de la rana.

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Agustín Díaz
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