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UN HOMBRE BUENO

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 30 mar 2020
  • 6 Min. de lectura

Crónica desde la calle cuba de mi Llopis Ivorra.

Un hombre bueno, nada más y nada menos que un hombre bueno, hoy mi Llopis Ivorra recuerda a un hombre bueno, en realidad nunca estuvo en el olvido porque a las personas queridas y apreciadas nunca se les olvida del todo a pesar de la distancia y tiempo y mucho menos cuando se trata de un hombre bueno, siempre queda el rescoldo medio apagado medio encendido de lo que un día fuera hoguera en el rincón recóndito de los recuerdos y que cualquier mención o sugerencia o ráfaga de melancolía haga que la llama se avive en el sitio especial que ocupa por merecimientos propios en el corazón.

Si echamos la vista atrás y nos ponemos a pensar en todas las personas conocidas, se llega a la conclusión que no han sido tantos los hombres buenos que he conocido, he conocido a gente honrada, trabajadoras, bondadosos, cariñosos y de trato amable, pero lo que se dice hombres buenos en su totalidad han sido pocos más bien escasos. Yo por mi deambular por estas tierras extremeñas a lo largo de mi vida laboral he conocido a gente de distintos y variados pelajes, como diría un lugareño el comido pan de muchas tahonas y toreado en innumerables plazas, mucha gente he conocido si mucha, cuarenta y dos años de patear por la vida dan para conocer a mucha gente, y mucha también olvidé por esos caminos, algunos también dejaron huella otro solos recuerdos gratos en su mayoría y otros solo merecieron indiferencia al pasar de soslayo y nunca merecieron ser recordados por lo intrascendente, Pero si, una vez conocí a un hombre bueno, de esos que no existen calificativos para definirlos.

pero que nada más acercarse se nota y se ve que es un hombre bueno, se aprecia en el trato en la bondad del sujeto, en el cariño que desprenden en sus formas de actuar y de estar, un hombre bueno y tierno como el pan recién hecho, que por otro lado era su profesión, profesión que empezaba cuando el resto de los mortales se iban a la cama, robando sueño al sueño, robando oscuridad a la noche siempre con la sonrisa puesta, esa sonrisa que solo pasean la gente de corazón puro, la de la buena gente, sin una mala cara ni una mala acción amigos de muchos y conocido por todos ,remataba el jornal haciendo el reparto del producto elaborado durante la noche, esas negras y largas noches, terminando hacia el mediodía una jornada de quince o dieciséis horas de duro trabajo diario, pateaba calles y fincas con el pan recién horneado en los hornos de la Rumalda, todo por el bienestar de la familia, amistades todas la de la ciudad, conocidos y amigos todos por su carácter bonachón, jamás despreciaba un vaso de vino por que no se fueran a molestar los que invitaban, y puedo asegurar que eran muchas las invitaciones diarias, por eso porque tan solo era un hombre bueno, sin ruido apenas con pasos leves para no molestar subía a su casa la mediodía para comer poco, porque comía poco para después y tal vez por el sopor del vino y por el cansancio de tantas horas de trabajo echarse una larga siesta, hasta la hora de comenzar de nuevo su jornada laboral.

En aquellos años de tristezas comunes para rodos los habitantes de este país, y para una ciudad como Cáceres de miseria por haber estado más atrasada que el resto, recién acabada una guerra horrible y fratricida donde todos fuimos perdedores, peor aún para la gente trabajadora aquellos años terribles de posguerra que siguieron hasta bien avanzado el siglo, hacía, que la gente con pocos posibles vivieran donde podían o donde encontraban cobijo, en los hornos apagados de cocer la cal en chabolas prefabricadas por ellos mismo o en comunidad como las corralas o sitios semejantes, este hombre bueno, nacido en la calle más popular del Cáceres folclórico y festivo, vivía en la casa grande de esta calle, con su padre, madre y un hermano algo mayor, los otros dos hermanos el segundo y el pequeño ya habían salido en busca de su fortuna, y junto a otras cuantas familias de alquiler con derecho a habitación cocina compartida y aseo común debajo de las escaleras que daban acceso a la segunda planta.

El padre de este hombre bueno era de esos flojos, flojo para el trabajo que no para echar horas en la taberna más cercana, de esos que no acudía a trabajar cuando hacía calor ni tampoco cuando hacía frio, gustaba más de esperar a la temperatura ideal para salir en busca de trabajo y así se le fue la vida dejando lo del trabajo para otro día, el hermano que con ellos compartía hacienda y estrecheces estaba enfermo de un aire de primavera y de una ulcera de estómago que le privaba del privilegio de ganarse el sustento, así que entre la madre lavando ropa ajena y con el oficio de este hombre bueno iban matando la gazuza, cuando era día de cobro llegaba con el pan ganado con el sudor que producía el horno de la Romalda y el magro jornal, se repartía entre todos los vecinos de la corrala, para que por lo menos ese día pudieran comer caliente, después a esperar que algún que otro vecino proveyera, así iban pasando los días, el hombre bueno continuaba a sus quehaceres de pan por la noche y reparto por el día, por entonces con un borriquillo y un carro y hasta en cierta ocasión caracterizado de época y junto al pollino fueron figurantes del film basado en la novela del gran Alejandro Dumas, el Tulipán Negro, protagonizada por Alain Delon, Virna Lisi y Adolfo Marsillach.


Teatro Principal Cáceres - Tahona la Rumalda

Pero los avatares de la vida o por mediación del hacedor de las cosas hicieron que este hombre bueno, cierto día de primavera conociera a Angelita, chica “Calabazona” que este es el gentilicio de los nacidos en D. Benito provincia de Badajoz, mayor de diez hermanos e hija del guardagujas-jefe de estación del ferrocarril la Valduerna ubicada a pocos km de Cáceres, y como bonito es el aire para el candil y aprovechando que el noviete de la chica era muy viajero que aunque natural de Mérida vivía de su puesto de trabajo en Galerías Preciados de la capital, como jefe de ventas de su planta, el hombre bueno aprovechando tanto viaje del vendedor, cierto día le metió las cabras en el corral y le quito la merienda del zurrón y dijo a Carlos que así se llamaba el susodicho, “ garrote dentro, o garrote fuera “ y a Angelita le dijo, tu estarás dura pero yo tampoco tengo prisas, hasta que las segaron y no importo que estuvieran verdes, se casaron un verano de 1.954, tuvieron dos hijas y un hijo, Francisco González, “ Kiko” que es el nombre de este hombre bueno.

Por febrero seria, o quizás principios de mayo, atardecido ya, casi de noche, llamo a mi puerta un mensajero con malas nuevas, lo recuerdo como si fuera ahora, es más estaba dando grasa aa unas botas camperas, la parca me dijo con voz compungida, la parca dice que vaya preparando el equipaje, que le espera impaciente, que tiene celos de que otro se le adelante y se lo lleve con él, que tanto ha oído hablar de este buen hombre que quiere tenerlo a su lado para que le asesore y le haga compañía, que comprende el disgusto pero que se lo tiene que llevar para que hiciera pan solo para ella, si tuviera reloj para medir los sentimientos jamás se hubiera atrevido a llevárselo, pero la vida es solo eso vida y la vivimos de prestado, hasta que el amo la reclama, la parca lo reclamó y lo hizo sin permitirle hacer equipaje para el largo viaje hasta la eternidad, fijo hasta el día en el calendario , y nos dijo dos meses, lo único que no se atrevió fue a fijar la hora mala, aún recuerdo cuando y sin dormir, cansado de la larga jornada de trabajo se presentaba por las tardes en mi casa a bordo de su Simca 900 , a ver a mi hija mayor, si estaba dormida no andaba entrando, ni quería el café que se le ponía, se daba la vuelta y se iba a su casa, porque tengo que decir que este hombre bueno era y es el padre de mi compañera.

Dos meses dijo la Parca, dos meses y para mí, y así fue, a los dos meses y con apenas cincuenta y dos años, un atardecer de últimos de mayo se le vio desaparecer de entre los que le querían, con el saco del reparto del pan al hombro y las llaves del Renault 4-L en la mano, lo más bonito hubiera sido que en el mármol hubiera quedado esculpido nada más y nada menos que fue un hombre bueno



Agustín Díaz

 
 
 

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