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(VIII) INDIANOS CACERENSES - VASCO PORCALLO DE FIGUEROA

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 27 abr 2020
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 24 jul 2022

VASCO PORCALLO DE FIGUEROA

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Vasco Porcallo de Figueroa y de la Cerda, (Cáceres, 1474-Puerto Príncipe, 1550), Fue de los que bajo el patrocinio del comendador de Lares, (Fray Nicolás de Ovando), marcharon a la Española en busca de fortuna, por ´s que no fuera insignificante la de su familia, después de haber servido en España e Italia, en donde salió triunfante en varios desafíos.

Ayudo a Ovando en la reducción de las provincias de Higüey  y Jaragua, y obtenido en  recompensa cuantioso repartimiento agrario y de indios, se estableció en la Trinidad (isla de Cuba) a la que paso con diego Velázquez y en donde ejercía una autoridad limitada. Cuando Velázquez se aprestaba para conquistar la Nueva España, explorada por Juan de Grijalva, Porcallo fue uno de los capitanes en quienes puso los ojos, aquilatando en su justo valor  las raras prendas que lo adornaban, en competencia  con el mismo Grijalva, con Baltasar Bermúdez, dos sobrinos del propio Velázquez y el extremeño Hernán Cortes, que al final prevaleció, merced a las recomendaciones de sus amigos Andrés de Duero y amador de Lariz, secretario aquel, tesorero este, y ambos consejeros y factótum del gobernador.


                                     Hernan Cortes 

En vez de resentirse por tal preterición, intercedió con éxito cerca de Velázquez en favor del agraciado, cuando diego, dando oído a los envidiosos que le precedían la futura insubordinación del valiente extremeño, trató de armar nueva flota para seguirle y destituirlo del mando que le había conferido y nombró a Porcallo jefe de ella.

Vivía tranquilo en su opulencia, socorriendo a las armadas que tocando en cuba, marchaban a nuevos descubrimientos y conquistas, como lo hizo en 1.527 con la de Pánfilo Narváez, gobernador de las provincias comprendidas entre el rio de las Palmas y el cabo de la Florida, cuando llego a la Trinidad, el también extremeño Hernando de Soto en 1.537, camino de la Florida, cuya conquista le había sido encomendada. Este que en anteriores campañas había sido compañero de Porcallo, apreció, cual sutil seria para la que iba  acometer, el concurso que podría prestarle su antiguo amigo, dada la pericia y su riqueza.



Y le insistió para ello, y de tal modo le pintó las necesidades de la patria en aquellos apartados países, que Vasco Porcallo, sintiendo hervir en sus venas el entusiasmo juvenil, de decidió a ser de la partida, aceptando el puesto de Teniente General que Soto le ofrecía. Así pues en 1539 se unió a su amigo y conquistador extremeño Hernando de Soto, acompañándole como teniente general de la Armada camino de la conquista de la isla de la Florida, con ocho navíos, carabelas y bergantines, manteniendo numerosas batallas con los indios, en una de las cuales falleció Hernando de Soto. Asimismo participó en la conquista de Nueva España, México, junto a Hernán Cortés, con quien visitó a Carlos V en 1539 en la Corte, junto a otros expedicionarios, en momento de gloria, siendo recibidos con honores en la corte de Carlos V.

Varias veces entro en lid, Vaso con los indios, y merced a su intervención no sufrieron más de un descalabro las tropas conquistadoras, pero convencido de que los años pesaban más sobre él que la férrea armadura, y de que la senectud está divorciada de la vida del campamento, repartió sus armas y pertrechos entre sus camaradas, y dejando con soto a un hijo que había llevado consigo, volvió a la Trinidad a pasar los días que le restaban en el tranquilo hogar , habiendo tenido la suerte de ver aumentada su espléndida fortuna, con el descubrimiento en sus propiedades de ricas minas de oro y plata.



El mismo se configura como un personaje de no muy grato recuerdo en Cuba, al que la mayoría de los historiadores denominan como cruel encomendero, feroz, infame o sanguinario soldado, Pastor Guzmán le describe de “noble innoble, gran fornicador, pícaro redomado y señor feudal de horca y caudillo”, la historiadora María Antonieta Jiménez Margolles le tilda de pavoroso y Eduardo Zayat Bazán escribe que, el español más odiado y temido por los siboneyes era el Capitán Vasco Porcallo de Figueroa.

Si bien fray Diego de Sarmiento Sotomayor, religioso cartujo deja constancia de que es ,la más cualificada persona de esta isla, de linaje y hacienda, además de generoso y animoso, y es mucha parte para sustentar esta villa y la de Sancti Spíritus. Asimismo señala que todos le respetan como a padre por sus buenas obras.

También el inca Garcilaso de la Vega le define como ,hombre generoso y riquísimo, que ayudó magníficamente para la conquista de la Florida, y Marcos Antonio Ramos apunta que el conquistador cacereño es figura pionera y hasta legendaria de nuestra historia, uno de los propulsores de la colonización y desarrollo de Cuba.

Las crónicas señalan que Porcallo era especialmente adicto a mujeres indígenas. Y aunque, oficialmente, se le reconocen cuatro esposas y trece hijos, el historiador Eusebio Leal Spengler subraya que recorría aquellas zonas cargado en una litera, le precedían sus mujeres indias y más de 350 hijos naturales que tuvo con ellas, Venegas Delgado le atribuye más de cien hijos y Franck de Varona escribe que muchos camagüeyanos y cubanos de otras partes de Cuba son descendientes de Vasco Porcallo de Figueroa y de la Cerda. Al parecer las princesas indígenas Caucubú y Tinima fueron sus más profundos amores.

En 1513 Vasco Porcallo, en el transcurso de una fiesta que ofrecía Manatiguahuraguena, cacique de la región de Guamuhaya, a Diego Velázquez, gobernador de Cuba, Porcallo puso sus ojos en Caucubú, "piedra de oro" en lengua india. Caucubú, hija del cacique, se conformaba como una hermosa doncella y esbelta como la propia jocuma, que llamaba la atención. De larga y negra melena, sus ojos, penetrantes y atractivos, brillaban y deslumbraban al mismo sol. De piel acaramelada, sentimientos bondadosos y una luz que deslumbraba a tantos. Pero Caucubú, estaba enamorada de Naridó, Cara Roja, un joven pescador y cazador, que le correspondía, con quien se encontraba en medio de una inmensidad de cedros, jagüeyes y otras especies arbóreas de la zona. Hasta que Vasco Porcallo, poseído por la inmensidad de su poder y riqueza, obsesionado con los encantos de Caucubú, pidió a la soldadesca que la trasladaran a su albergue; si fuera preciso, al precio que sin límite que se estipulara, y, en última instancia, de forma bellaca, por la fuerza.

Caucubú, avisada de las pretensiones de Porcallo y antes de quedar sometida a la pretensión del conquistador cacereño, echó una mirada hacia el poblado, mandó un beso entre lágrimas a su gente y paisajes, y se adentró en la Cueva de las Maravillas para encerrarse en un definitivo cautiverio, donde, un día, se ignora si de hambre, de pena, de soledad, o, quizás de amor, perdió la vida…

Poco tiempo después, Naridó también falleció. Unos cuentan que de un espadazo de daga española, otros que de dolor bajo el llanto constante ante el sol y la luna, y otra versión relata que el joven fue capturado por la soldadesca y torturado hasta la muerte.



Más tarde se enamoró de la princesa Tínima, (Sabaneque, 1490), joven de impresionante belleza, atractiva, hija del cacique Camagüebax, y que recibió el nombre del río más cercano al poblado que lleva sus aguas en medio de una muy tupida vegetación. Camagüebax dominaba la región aborigen en Camagüey, ejerciendo el mando entre los ríos Tínima y San Pedro, donde los castellanos fueron muy bien recibidos y con generosa hospitalidad.

Tras múltiples e infructuosos intentos para conquistar el corazón de Tínima, y una vez que los españoles mataron a su padre despeñándole desde lo más alto de la cima del cerro Tuabaquey, la misma fue forzada a desposarse ,con el arrogante y temido conquistador Vasco Porcallo, y, que, después de bautizada, fue conocida como Elvira Tínima de Mendoza.

Tínima sufrió mucho desde su desposorio con Porcallo, no había día que no dejara en sus dependencias y en su alma todo un mundo de dolor, hasta que, desesperada por tanta desgracia, sufriendo a la vez con el exterminio de sus gentes, marchó tierras arriba del río, entre el coraje, el amor propio y la pena. . Aún hoy la leyenda indocubana cuenta que Caucubú y Tinima emergen por los aires, de cuando en vez, con la belleza de sus estampas.

Tras fallecer Porcallo en Puerto Príncipe, en el año 1550, sus restos fueron enterrados bajo el altar mayor de la parroquia de Santa María de Puerto Príncipe, la actual Camagüey.

(Fuentes Indianos -Publio Hurtado – Biografías –Juan Cruz.)




                         Vasco Porcallo de Figueroa

Agustín Díaz

 
 
 

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