CRÓNICA DE ALISEDA II
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 11 nov 2021
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CRÓNICA DE ALISEDA
CÁCERES
II
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
El cura Merino en Aliseda.
“las huestes del Cura Merino, se llegaron el atardecer del día anterior, montando el campamento para pasar la noche y que descansara la gente, en la finca donde de solían poner las carboneras, pegando a la carretera, en dirección de Valencia de Alcántara, sobrado el cura, poca atención presto a la seguridad, lo que dio pie a que los escuchas de los Voluntarios Cacereños dieran aviso al buen militar Espino, posiciono este a su gente en las trincheras naturales que le ofrecía la naturaleza a media falda del monte Pericuto, y ordeno que llegando el dia, alguna gente de tropa se dejara ver, desde el alto en el que se divisa la pata de gallina que da la impresión de parecer el pueblo de Aliseda desde este punto de la vía, llegando desde Cáceres, se enceló el Cura Merino a la vista de tan poca tropa, y ordeno tocaran el tambor de marcha, siempre a la vista del Cura, la gente del Brigadier, tomo por el cruce de la carretera de Alburquerque, para comenzar la subida al monte, el demente del Cura Merino, avisado por un lugareño que el monte no tenía salida, más que camp a través difícil o por donde subían, ordeno al corneta tocar a degollina, no quería prisioneros, cuando de repente, con gran estruendo de fusilera, vio el cura mermada sus tropas, en medio del camino y sin parapetos a la vista, otra descarga de las tropas del Brigadier Espino, dejo en cuadro a las tropas absolutista del Cura, que con su locura anima a morir a los suyos, los voluntarios cacerenses, bien parapetados y aprovisionados de munición, no dejaban de matar, hasta que el Cura Merino, vio que era imposible la empresa, las tropas absolutistas fueron derrotadas y puestas en fuga, dejando atrás mucho muertos y algún herido, los liberales, aprovecharon la ocasión de la victoria, con las gargantas roncas y caras ennegrecidas del humo de pólvora quemada, viendo que algún muerto propio también les había hecho las tropas del Cura, enterados de que había recibido ayuda de algún paisano local, para saquear el pueblo”
De un pasado floreciente y de mucha antigüedad, ofrece el pueblo de la Aliseda, que no solo ha venido a confirmar la antigüedad proclamada por varios historiadores, si no la sospecha de lo mucha edad de su fundación.
Se encontraron ruinas en la falda de la montaña denominada Cabeza Rabbi, las sepulturas de trazas ibéricas halladas en la ladera de la propia montaña, los dijes y amuletos siderales dracmas siracusanas y denarios romanos recogidos en los contornos de la villa, los sillares descubiertos en el subsuelo de las fincas próximas al caserío, en que se pueden contemplar grabados miembros humanos, cavernas de las que fueron moradas de los hombres primitivos, y no muy lejos, los dólmenes célticos y minas abandonadas, que revelan un rico y antiquísimo laboreo.
El 29 de febrero de 1920, unos obreros, vecinos de Aliseda, cavando en el ejido de la villa para sacar tierra para la fabricación de tejas, encontraron en una sepultura de incineración, gran cantidad de alhajas de una muy esmerada factura de oro, plata y piedras preciosas, y objetos de inapreciable valor, que hoy se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional, y en los que figuran:
El Tesoro
(Así lo describe Miguel Ángel Ortí Belmonte)
Una diadema el mismo tipo que la ibérica o fenicia de Jávea, se compone de tres cuerpos, en centro formando un rectángulo con dos vértices triangulares, un hábil orfebre unió las distintas piezas, pero no todas, por cuya cuestión ha quedado reducido en tamaño, el rectángulo está dividido en tres fajas o zonas, adornada la primera en su mitad, a lo ancho, y en la otra mitad, a lo largo, por golpecitos de cordoncillo de oro dispuestos en forma ovoidea y quedando un hueco central, formada por plaquitas adornadas con cuatro rosas tangentes y cuyos pétalos puestos de filo se agrupan alrededor del botón, que solo conserva uno y es una turquesa, la tercera zona esta tambien adornada por un cordoncillo, pero solo a lo largo y festoneada por un fleco de cuentecitas de oro.
Las piezas triangulares esta rodeadas de cordoncillo de oro, en su interior, botones que tuvieron piedras preciosas y una ornamentación vegetal de finísima labor de repujado, las arracadas aunque destrozadas por manos pocos hábiles, forman con la diadema, el aderezo más soberbio que tiene España en su arte antiguo, no hay nada en valor artístico con que compararlo, el cuerpo central es de forma de morcilla, liso y con broche en su terminación para el lóbulo de la oreja, a su alrededor se va agrupando la ornamentación de botones, campanillas abiertas y cerradas, que imitan lotos, palmetas y gavilanes afrontados, las campanillas tenían su corola llena de esmaltes, su decoración es punteado granuloso, tan marcada en la diadema, brazaletes y piezas del cinturón. Cada arracada, además del broche, lleva una cadena para suspenderla del pabellón de la oreja, sujeta por una anillita al roleo del ultimo tallo, ya que, por su gran peso, no hay lóbulo que puedo resistirla sin lastimarse.
Tras una larga peregrinación y muy accidentada, por tiendas confesonarios, comisiones, academias, y tribunales, que dieron mucho que hablar, fue a parar a manos del estado, quien, estimando su inmenso valor, histórico y artístico, lo recabó para sí, piezas que hoy figuran en el Museo Arqueológico Nacional, bajo la denominación de Tesoro de Aliseda.
De su procedencia, hablan los estudiosos, ya de los orfebres de Sidón o ya de los de Tiro, bien de los Cartagineses o de Griegos, tal vez de Egipcios. Ya que en ellos se encuentran signos, dibujos y manifestaciones artísticas de toso estos países, de donde se deduce como de origen fenicio, que eran gente que fabricaban productos, y asimilaban cuantos elementos de ornamentación podían dar valor a sus productos, y que los transportaban a todos los pueblos a donde arribaban sus flotas.
Y los de Hesperia (España) eran los más favorecidos por ellas, y por fenicio se tuvo generalmente el Tesoro de Aliseda, aun cuando los lotos, ibis, grifos, campanulas y escarabajos, abunden en su decorado, toda se fía en que si no fue Fenicio fue Cartaginés, que viene a ser lo mismo.
Tambien tuvo la Aliseda su castillo, ue estuvo situado en las afueras, pero no lejos del pueblo, coronando un cerro en el camino de Alburquerque, del que no quedan ni los cimientos, sin ser posible determinar su fecha de construcción, y que su dueño no tuvo nunca jurisdicción señorial sobre la villa, y que esta fue de siempre villa realenga a pesar de haberse creado el Marquesado de la Aliseda por el Rey Carlos III, en favor de doña Isabel de Moctezuma camarera de la Reina doña Maria Amalia, titulo que por enlaces matrimoniales, vino a para a la familia trujillana de Orellana.
La crónica del siglo XVIII, nos cuenta que:
Es vicio general en estos naturales el del fumar continuamente, a lo que puede contribuir la situación y el fácil tránsito a Portugal, aunque dicen que se han enmendado un punto de contrabando, son muy aficionados a la caza y tiene también sus bailes y juegos de barras. No hay abasto de carne, pero si de vino, aceite y jabón que se arrienda al que lo pone más barato a beneficio del pueblo, sin sacar otro provecho, los pesos son iguales a los de la villa de Cáceres, pro las medidas son mayores como se hacían antiguamente. Hay una casa Ayuntamiento y contigua a la cárcel de una sola pieza y algunas prisiones, pero de poca seguridad, por lo que es necesario poner guardas a los reos. En la casa de Pósito existe el archivo de papeles del pueblo, cuyas llaves no están custodiadas como deben, residiendo el oficio de hipotecas en la cabeza del partido, En esta aldea hubo diferentes escribanos cuyos protocolos que comprenden parte del siglo XVI, están en poder del actual escribano, pero con poca o ninguna custodia.
Tiene posada particular pero poco decente, los caminos que salen de este pueblo, así reales como de travesía, no son más que sendas que pudieran repararlos los mismos vecinos con más razón que otros para cumplir con el motivo de las exenciones que gozan.
Confina su término con la dehesa Mediacacha, propia del conde Torres Arias y desde ésta a Peñaquemada , perteneciente a Cáceres, tiene legua y media, desde el sitio denominado el Hito, hasta la Salabarquera, legua de largo, y en sus circunferencia la acompañan los pueblos de Aldea del Cano, distante una seis leguas, Puebla del Zangano, que dista cuatro, y al Norte Malpartida y entre esta la villa de Arroyo del Puerco, todos pertenecientes a la diocesis de Coria, de cuya ciudad dista once leguas.
Es realengo este pueblo, pero sin jurisdicción pedánea y la ordinaria, residen en los jueces de la villa de Cáceres, no hay noble alguno, pero no es behetría, es decir no se les permite elegir dueño alguno, aunque no se permite a los vecinos de Cáceres avecindarse en este pueblo, por el peligro que resultaría a aquella, a causa del expresado privilegio y exención de contribuciones reales.
(Fuente Publio Hurtado-Castillos)
(Fuente Orti Belmonte)
(fuente biografias)
(fuente siglo VIII Extremadura)

Agustin Díaz
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