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(VII) INDIANOS CACERENSES - PEDRO CORVACHO

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 26 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 24 jul 2022

            PEDRO CORVACHO

                     CÁCERES

Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Soldado emprendedor, ávido de lo extraordinario y desconocido, fue unos de los cacereños que acompañaron a Colón en su primer viaje al nuevo continente, nacido en la villa de Cáceres siendo en 1.470, muerto en el fuerte Navidad principios de 1493.

CORVACHO.

Cuentan que un caballero alemán, de apellido Corvach, vino a España a tomar parte de la contienda bélica contra el moro en el siglo XI, y ya en la batalla de las Navas de Tolosa, se distinguió como valeroso adalid Ruy Corvacho, descendiente del primero con solar emplazado en Logroño.

A punto fijo no se sabe de su llegada a tierras cacerenses, pero debiera de ser por el siglo XIV, por que ya en el siglo XV, abundaban aunque no en demasía por la villa de Cáceres con este apellido, y dándose las circunstancias que perteneciendo a la misma familia, unos gozaban de la calidad de nobles y otros pertenecían al estado llano, sin duda por que interrumpida la descendencia de varón en varón, e interpuesta en la línea una mujer, los hijos de esta perdían tal cualidad, aunque siguieran disfrutando del apellido nobiliario.

Los que gozaban de la consideración de hijosdalgos, tenían por escudo de armas dos castillos y diez panelas de plata en campo de gules con una espada que tenía el lema: A el valor y Lealtad.

El primero de esta familia que perpetuó su nombre, fue Pedro Corvacho, único cacerense que acompaño a Cristóbal Colon en su primer viaje a descubrir las Indias Occidentales, posesionado el Genovés de la Isla, volvió a España a dar cuenta de su descubrimiento, dejando en ella a un destacamento de treinta y siete soldados, al mando del cordobés Rodrigo de Arana, pero fueron tantas las tropelías y vejaciones que cometieron aquel puñado de españoles, con la gente de la isla, que resolvieron volverse contra ellos dando fin de todos, incluido Corvacho.

Se quiso con motivo de la Tienda Asilo, nos cuenta Publio Hurtado, esculpir en el salón de sesiones los nombres de cacereños ilustres por sus hechos, entre los candidatos apareció el nombre de Pedro Corvacho, como conquistador del nuevo mundo y lo indico como merecedor de aquel honor, pero repasando su biografía, como podrían designarlo como acreedor de tal galardón, ¡ no se si lo hicieron o no, pero sí que le pusieron su nombre a una calle cacerense!

Según don Publio Hurtado, sus majestades los Reyes Catolicos, no queriendo exponer la vida de sus súbditos, en expedición tan arriesgada, a la que toda persona de ciencias de la época presagiaba un fin desastroso, autorizaron al almirante Colon, para que sacase la corta dotación de su flota entre los delincuentes condenados a remar en galeras, y siendo Corvacho uno de los tripulantes de las carabelas expedicionarias, es de presumir que fuese uno de los condenados por la justicia


Fotografia tomada desde la calle Pedro Corvacho #Cáceres

Fue Pedro Corvacho testigo y coparticipe de los temores y alegrías del eximio genovés, su peregrinación sobre las ondas del Océano, marchando aun término que cada día parecía más lejano y más pavoroso, era mil veces más meritoria, que la de tantos preconizados como valientes, como después surcaron aquellos derroteros que conducían a un mundo virgen y lleno de atractivos.

Más si a su nombre cupo la gloria de quedar inscrito entre los de los primeros descubridores, no fueron dignos de la menor loa los hechos que a la par de sus camaradas llevó a cabo en aquellos remotos climas.

Colón después de sus primeros descubrimientos, resolvió volver a España a dar cuenta de ellos a los Católicos monarcas, más no pudiendo reembarcar a toda la gente por la deserción de la Pinta, carabela mandada por Pinzón, determinó quedarse en la Española, isla hospitalaria y al amparo del cacique Guacanagari , al que tantos obsequios y atenciones debían los españoles, ( Hasta la llegada al Nuevo Mundo, la relación entre Colón y Pinzón era buena, algo que cambiará de forma radical tras el descubrimiento. Colón, ya convertido en almirante, comienza un cambio de actitud hacía el marino de Palos, El 21 de noviembre Martín Alonso se adelantó con la Pinta, separándose de las otras dos naves y consiguiendo, con ello, llegar al destino que tenían marcado, la isla de Babeque. En el diario de Colón, extractado por fray Bartolomé de las Casas, se dejó constancia de unas serias acusaciones contra Pinzón por aquella separación ​ Sin embargo, según diversos testimonios​ de los pleitos colombinos estas acusaciones podrían no tener fundamento, tal como afirman diversos autores. Esta enemistad entre ambos líderes se mantendría así hasta el final del viaje, como consta tanto en el diario como en los pleitos. Finalmente Pinzón se reunió de nuevo con Colón, y el resto de la flotilla, el 6 de enero de 1493, cuando Colón se disponía a regresar a España).


El 12 de diciembre de 1492 se construye el Fuerte Navidad


Cristóbal Colón, perdió su nave capitana, la Santa María, al encallar a media noche en un banco de arena de la isla La Española, o Haití para los nativos. La pérdida de la Santa María aconteció cuando Colón se hallaba descansando tras dos días sin dormir, mientras se encontraba al timón un grumete sin experiencia. Con ayuda de los indios, Colón envió lo que quedó de la Santa María a otra de las naves, la Niña. Con los restos de la Santa María se construyó el 12 de diciembre de 1492, el llamado Fuerte Navidad, en recuerdo de la fecha del desastre, al que trasladan la artillería de la nave destruida. Aquí quedaron 39 hombres, entre ellos un cirujano, un sastre, un tonelero, un carpintero, un calafate y un bombardero, con provisiones para un año y semillas para sembrar. El fuerte quedó al mando del alguacil Diego de Arana. El 16 de enero de 1493, Colón emprendió el regreso a España. Cuando vuelve al fuerte Navidad, durante su segundo viaje, sólo halló la construcción destruida y la guarnición aniquilada por los indígenas isleños.

Quería aprovechar las circunstancias Colón, para dejar una pequeña fuerza que aprendiese la lengua, usos y costumbres, de los isleños y recogiese noticias de los lugares en donde existían sus descantadas riquezas, con el fin de utilizarlas cuando volviese a España. Mandó construir el fuerte de Navidad, confiriendo el mando de los treinta y siete soldados que en dejó, siendo Pedro Corvacho, uno de ellos, al Cordobés Rodrigo de Arana, se hizo a la vela para la península, no sin haber dado antes a todos saludables consejos, relativos a su modo de ser unos para con los otros, y sus relaciones con los indígenas.


Más aquellas prudentes exhortaciones tardaron en darse al olvido, lo que tardó en borrarse de las aguas la estela que iba dejando en pos de si la nave del almirante.

No satisfecho Arana ni los suyos, con las dos jóvenes haitianas que Guacanagari, envió a cada uno de sus huéspedes para cubrir sus necesidades, se entraban de rondón en las casas de los indios y atropellaban a sus mayores y a sus hijas, robaban cuanto encontraban a mano, mataban y violaban, maltrataban a los pacientes insulares, y se internaban en el país en busca del codiciado metal, vamos que pusieron especial empeño en contravenir, todas las recomendaciones del almirante Colón.

Conducta tan desenfrenada, dio lugar a que el cacique Caonabo, más resuelto que Guacanagari, reuniese a sus soldados, los acechase, y hoy a un grupo que desertaba del fuerte, mañana a otro, los fuese cazando y destruyendo sucesivamente, acometiendo por último a la fortaleza que defendida solo por onces hombres, fue tomada y acuchillados sus defensores.

Allí pereció Corvacho, sin honra ni provecho, ni para sí ni para su patria, victima como sus compañeros de las concupiscencias y la codicia, cuyos cadáveres insepultos fueron abandonados, por los matadores a la asquerosa profanación de los enormes saurios de aquellas lagunas y pantanos.

(Indianos –Publio Hurtado) (Biografías)




Agustín Díaz

 
 
 

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