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CONQUISTADORES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 20 abr 2022
  • 6 Min. de lectura

CONSQUISTADORES


Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra

Corría la última década del siglo XV y los reyes de castilla y de Aragón, Doña Isabel y don Fernando, dieron termino por fin a la epopeya de la toma del reino de Granada.

Ya habia desistido el monarca portugués, de las guerras que no ha mucho dirimiera para reivindicar sus presuntos derechos a la corona castellana, saliendo victoriosos en el envite el poderío de los católicos monarcas, y ya ondeando al viento el pendón de Castilla, en lo más alto de la torre de Comares en la fabulosa Alhambra de Granada, el pueblo en general se agarraba a la ilusión de una paz duradera, que restañase tanta perdida moral como material durante siglos habia experimentado.

Más el anuncio de esta duradera paz, no ofrecía aliciente ninguno a los grandes batalladores de la tierra cacerense , extremeña en general, no se imaginaban haciendo vida en la monotonía de la vida agricola, y penosa en demasía, acostumbrados a la bulliciosa vida de campamentos, guerras y saqueos, no veían el lucro en la ganadería y la agricultura que no era inmediato, que habia que darle su tiempo para obtener beneficios, cuando tenían por costumbre apropiarse con rapiña del botín del enemigo vencido, o el, saqueo de villas y fortalezas, como estos hombres rudos en demasía, iba a acostumbrarse a la delicadeza de las manos del artesano, quienes vivían en la brutalidad de los modales de la soldadesca, no se podían detener a deshacer el nudo, si no como hizo el gran Alejandro Magno con el nudo Gordiano cortarlo con su espada.

Ya cumplida la misión y dando por terminada la empresa, desechas las mesnadas que fueron precisas para llevarla a cabo, los más de mil aventureros que habían participado en aquella etapa de la unidad nacional, volvían a sus hogares destemplados y de mal humor, dando por mejores los tiempos pasados junto al Rey Enrique IV (el impotente) tiempos en el que todo era nubes de humos y regueros de sangre.

Más, en alguna una ocasión se habían cruzado en los reales granadinos o por las antecámaras palaciegas, con aquel modesto Genovés, que taciturno, más por su penuria por la que pasaba, por la injusticia y la ignorancia con que lo trataban, iba mendigando audiencias a los reyes castellanos, donde les ofrecía un mundo que ya habia ofrecido a otros reyes con resultados negativos.

Y es que a don Cristóbal, que como a un visionario, y maniático con aberraciones científicas, lo Santos y doctores de la iglesia lo desautorizaban y despreciaban.

Más como las grandes empresas tuvieron de siempre sus mecenas su católica majestad doña Isabel, aun en contra de su esposo Fernando que oponían mucha resistencia a tal empresa, e invertir el escaso haber de las cuentas del reino en esa aventura, y tambien teniendo en contra el dictamen de las cortes hispalenses y salmantinas, doña Isabel tomo a su cargo el proyecto del viajero extranjero, para ello, para llevarlo a cabo ofreció sus propias joyas.

Y en estas llego el día 3 de agosto de 1492, y el alba sorprendió atiborrado el puerto de Palos en Huelva, cuyos habitantes se habían desplazado hasta él, para desear buen camino y buena mar a los viajeros, a un centenar de viajeros que con pertrechos de guerra, abrazan a sus familiares, madres, hermanas, mujeres, novias, que acongojados por la aventura daban su adiós a los seres queridos, con la intuición que nunca más serian vistos, y maldiciendo a aquel aventurero almirante extranjero que, con tenacidad conducía al sacrifico a aquellos esforzados.

Y llego la hora, por fin llegó la hora, y aquellas maltrechas carabelas, acometieron la más grande y gigantesca gesta jamás registrara la historia, por fin levaron anclas y navegando hacia lo desconocido, dejando en el puerto de Palos sus vidas, sus historias, sus casas, sus familias, sus ilusiones, sus deudas, y sus grilletes.

Y pasaron días, y meses y ni una mala nueva que contar, más fueron días y días de pruebas, penando en los que en puerto quedaron.

Las promesas de Colón, que por el pronto conseguían disipar sus desgracias, en breve se perdían al contactar la triste realidad, de solo ver agua, y más agua, y más allá agua.

En varias ocasiones quisieron sacrificar al Genovés, el único obstáculo que les impedía retornar a la madre patria, más el aventurero marino, que olía el peligro, lograba con su elocuencia, y genio abortar cualquier intentona.

Consultando las cartas de navegación de continuo, velando las noches, y arengando y animando a la tripulación de día, luchando con la bravura del Océano, fato de vivieres, y con la brújula engañándole, jamás dejo de sentir la esperanza y el destino inmortal.

Sucedió que, en la madruga del día 12 del mes de octubre del año de 1492 , Rodrigo de Triana, a la sazón vigía de la carabela Pinta y según el diario de a bordo del almirante Cristóbal Colón grito:

“Tierra, Tierra a la vista”

Grito que hizo estremecer el corazón de los expedicionarios, y el mismo mar que los rodeaba trajo las buenas nuevas a las costas españolas, viniendo a reivindicar al marino Genovés, al que sus detractores tildaban de loco, otorgándole la patente de sabio.

Los recelos y las contrariedades que la atrevida empresa habia concitado sobre si el de Génova, de súbito se transformó en sentimiento general de admiración para el viajero geógrafo, el más grande y el más ignorado, que al implantar el estandarte de Castilla en aquel mundo desconocido y nuevo, abría un campo inmenso a la ciencia y a las artes, tambien completaba la tarea de completar el globo terráqueo.

Más para quien aquel grito de “Tierra a la Vista” el que se haga la luz, fue para a aquellos matachines, perdonavidas, y bravos con espadas en alquiler, y degolladores por un por dios en cualquier taberna, y que después de la contienda contra los musulmanes, y ya sin rencillas de sus señores en las que tomar parte por unas monedas, ni parcialidades concejiles en las que tomar partido, bostezaban de hambre y aburrimiento en sus destartaladas casonas, o soñaban con mejor vida pasada con una jarra de vino en cualquier banco mugriento de cualquier tugurio, esperando un Jesús en una partida de dados, para desenvainar sus mohosas espadas.

Así con la buena nueva del grito de “tierra a la vista”, engrasaron espadas y dagas, ajustaron el codal y blafoneras, encajaron el gorjal, y enfundaron de nuevo las manoplas, y corrieron hacia aquel paraíso de la creación, en donde los rayos del sol eran más brillantes, más vivos los colores y más puras y armoniosas las manifestaciones vivas de la naturaleza, infinitas cordilleras, insondables ríos con asombrosas cataratas, tambien terroríficos volcanes, arboles gigantescos y vieron la jauja de redondear una cuantiosa fortuna en cuatro días, más grande que las conocidas en el viejo continente.

Porque allí, en aquella tierra de provisión, en aquel mundo por conocer, contaban los exploradores, el oro puro reventando las entrañas de la tierra, se ofrecía a los avaricia de los intrusos, en filones inagotables.

Se despoblaron las ciudades y aldeas, a aquella tierra acudió la cuarta parte de los españoles, primero lo soldados, tras ellos menestrales, gargoteros, (criados de tropa) y campesinos, todos sedientos de riquezas.

Al punto regresaron algunos de los poderosos, estos fundaron grandes casas, y potentes Mayorazgos, haciendo realidad aquel sueño de riquezas,

Más otros no volvieron, algunos fueron lanzados al océano por la fuerza de tempestades, las del Océano y las de los hombres, fueron arrojados por la borda, sirviendo de aperitivo de tiburones, muchos hubo que extenuados por el hambre y la fatiga, o envenenados por los dardos de los indígenas, quedaron por el camino cruzando montañas o por senderos de las salvajes selva. ¡ Estos muertos jamás se contaron ¡, ni se dieron cuentas de ellos.

Pero viendo el poderío de riquezas que mostraban los pocos indianos al regreso de la madre patria, sirvió para mantener abierta la esperanza de emigrar para encontrar el tan buscado Dorado.

Si el movimiento fue general de navegación hacia nuevo continente, ninguna de las provincias envió más hijos que las dos Extremeñas hacia América, durante aquel primer siglo de descubrimientos y conquistas.

Cierto es, que en España no habia otra provincia, que reuniera las condiciones para tal aventura, toda que en Extremadura habia sido donde más tardo en apagarse los ecos de aquella guerra civil , guerra de banderías, que tanta habia hecho corre por las calles y callejones de la villa cacerense, y por toda Extremadura en general, y que, producto de estas, habia quedado el residuo catastrófico de aquellas milicias, mesnadas de gente de la guerra y el dolor, que quedaron inservibles para todo o que no fuera ganarse la vida con las armas.

Gente siempre propicia a acudir donde hubiera follón y botín, y al ser los principales conquistadores del Nuevo Mundo hijos de Extremadura, allí acudieron sus deudos, amigos y familiares, y en bandados de gran numero, paisanos de estos, que nada más desembarcar empezaban a urdir la forma de prosperar.

Así llego Hernán Cortes, desde Medellín, para conquistar Méjico, Francisco Pizarro desde su tierra natal de Trujillo, para conquistar Perú, de Jerez de los Caballeros, Vasco Núñez de Balboa, descubridor del Océano Pacifico, Juan Núñez de Prado, descubridor de Tucumán, y que partió de Badajoz, Francisco de Montejo, salió de su pueblo Brozas, para conquistar Yucatán, y descubrir la isla de Cozumel, Pedro de Valdivia, Capitan General y conquistador de Chile, natural de Villanueva de la Serena, Pedro de Alvarado, Hernando de Soto, Juan Maraver y Silva, y alguno más, y a la par que ellos, gente de apellidos tan ilustres de Cáceres como, Sandoval, Portocarrero, Tapia, Hinojosa, Chaves, Orellana, Holguín, Moscoso, y algunos más, estos reconocidos capitán por lo que no es de extrañar que con ellos o tras ellos, marcharan la mayor parte de la juventud de Cáceres y por consguinte de toda la Extremadura.

(fuentes Biografías)

(Fuentes Publio Hurtado-Indianos)


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Agustin Díaz Fernández



 
 
 

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