DE VEINTE ME LLEVO TRES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 10 abr 2020
- 4 Min. de lectura
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
cuando el aburrimiento tiende a tomar trazas de insoportable, siempre tienes el recurso de recrearte y perderte entre los recuerdos de las cosas vividas, o por donde quiera pasarte la mente, que para eso es autónoma, y después de internarte en los infiernos te saca, para dejarte en tierra baldía, eso sí impregnando de un hedor de azufre a tu alrededor, te lleva a cuando pensabas tenías un porvenir, y te conduce hasta ahora que solo te queda un "por ir", pero todo si les das en pensar forma parte de la vida y todo tiende a tener un porque, ¿como el gran Alejandro Dumas iba a parir un Conde de Montecristo, si antes no hubiera hecho morir al abate Farias,? ¡¡¡ohh será quizás por que todos somos un capitán Akab, buscando y al mismo tiempo temiendo encontrarnos con nuestra ballena blanca.
,No tuve la suerte, no como Aureliano Buendia, de que su padre y a través de Gabriel García Márquez lo llevara a conocer el hielo, por el contrario, yo el hielo lo conocí en las calles del Llopis Ivorra, lo vendía los hermanos capullos en barras y lo repartían en un carro tirado por mulas, no, no me llevó a conocerlo, me llevó a conocer las casetas de camineros. Íbamos en una Moto Guzzi, roja de aquellas que tenían la palanca para el cambio de marchas en el depósito de combustible, duras y muy fiables.

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Son muchas las casetas que conocí, muchas, desde Cáceres hasta Miajadas, desde Cáceres ,Valencia de Alcántara, Cáceres, Hervas, en fin muchísima, cada una diferente pero todas iguales, íbamos a inspeccionar los trabajos de construcción de las carreteras, y ver como se andaba de material, " de veinte me llevo tres" ,para el día siguiente aparecer en otra carretera distinta, pero ya de "veinte me llevo cuatro", había que untar muchas manos y llenar bolsillos varios, a las casetas de camineros íbamos a descansar, donde siempre encontrábamos agua fresca, un jergón de paja para dormir en cualquier rincón, de la sala principal y casi siempre única , y un plato de comida, recuerdo las patatas con bacalao y las sopas de tomate, echas en la lumbre donde siempre y en todas y cada una de ellas, estaban los pucheros de día y de noche arrimados a la lumbre, " ya les gustaría a esos grandes Chef, cocinar esos manjares y que les salieran tan ricos" a mí me trataban con deferencia , tan solo era un niño, imagino que era el pago de algunas deudas, y mientras mi padre hacia su cometido, yo me quedaba con la familia en la caseta..
Como si de una repetición se tratara, he visto llegar a muchas de esas casetas, a la pareja de la Guardia Civil, a lo largo de la geografía de la provincia de Cáceres, parecidas tanto, que yo siempre he pensado que eran las mismas, misma cara de maldad, mismo mirar endiablado, apestando a agrio, ordenando en casa ajena, imagino que en su casa les harían poco caso, por eso en la calle se comportaban como hijosputa, los he visto llegar, con sus zurrones y sus carabinas al hombro, entrar en la vivienda sin pedir permiso, meter sus sucias narices en los pucheros comerse la comida de los demás y partir el pan ajeno con sus manos, sucias, asquerosas, sin impórtarles que eso era el único sustento de la familia, ya venían con los zurrones llenos, de las casas de la buena gente del campo, donde también habían pedido el impuesto revolucionario, ese impuesto de me llevo lo que me da la gana porque soy el que mando, y a callar o te llevo al cuartelillo, donde dejaban al personal sin nada que comer, se bebían el vino hasta mas no poder, el café y se hartaban de copas de cazalla, cuando terminaban con todo, se iban , dejando en el sitio, un apestar ocre de miseria y ruindad, pero la vida debía seguir su curso, hasta la próxima visita claro, de veinte me llevo tres.
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Noches cambiando bidones, hacia atrás, por la mañana hacia adelante, de veinte me llevo tres o cuatro si te dejabas, tardes-noches en la taberna del pueblo de turno, invitando pistolas de vino o botellas de litro, a los jornaleros, para calmarlos cuando no llegaba del jornal puntual, casi nunca llegaba, vino agrio peleón que les revolvía los estómagos y les callantaba las cabezas, hasta que se olvidan de los problemas, y , pero por la noche y al día siguiente, debía de seguir el trasiego de los materiales, hasta que firmaban el visto bueno, hasta el próximo mes, pero con el 3% en los bolsillos bien repartido, que esto no es nuevo que los de los porcentajes viene desde el principio de los tiempos, ( donde veas a un Español veras un ladrón) de veinte a veces me llevo cuatro.
Otro día, otro pueblo ,otras caseta, otros camineros, otra pareja de guardia civil, distinta pero la misma a la vez, la misma grata acogida los mismos guardias cobrando su particular impuesto revolucionario, el mismo jergón de paja en cualquier rincón para pasar las noches, las mismas patatas con bacalao, las misma sopas de tomates, todas las mismas todas distintas, y siempre ,siempre, de veinte me llevo tres.

Agustín Díaz
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