(I)INDIANOS CACERENSES FRANCISCO PIZARRO
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 23 abr 2020
- 8 Min. de lectura
Actualizado: 24 jul 2022
(I) INDIANOS CACERENSE
FRANCISCO PIZARRO
TRUJILLO (Cáceres)
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Su procedencia fue tan oscura e ilegítima como brillante y merecidos los triunfos alcanzados en el transcurso de su vida, nacido en 16 de marzo de 1.478, la tradición lo cuenta como porquero en sus primeros años, y quizás tan bajo de oficio lo enajeno toda protección, cuando en la carrerea de las armas, buscó a su existencia más amplios horizontes.
Hijo natural del capitán Gonzalo Pizarro, desde muy joven participó en las guerras locales entre señoríos y acompañó a su padre en las guerras de Italia. En 1502 embarcó en la flota que llevaba a las Indias a Nicolás de Ovando, el nuevo gobernador de La Española. Hombre inquieto y de fuerte carácter, Francisco Pizarro no logró adaptarse a la vida sedentaria del colonizador, razón por la que decidió participar en la expedición de Alonso de Ojeda que exploró América Central (1510) y luego en la de Vasco Núñez de Balboa que descubrió el océano Pacífico (1513). Entre 1519 y 1523, sin embargo, se instaló en la ciudad de Panamá, de la cual fue regidor, encomendero y alcalde, lo que le permitió enriquecerse.

Con una persistencia inquebrantable, hizo que batallase catorce años en los territorios recién descubiertos, al mando de varios capitanes, sin conseguir ser algo, y sin que su nombre transcendiese fuera del circulo de sus compañeros de pelea, en las expediciones de Alonso de Ojeda y de Vasco Núñez de Balboa, adquirió ya alguna fama de perito militar, que subió de pronto cuando después , al servicio de Pedrerías Dávila, Gobernador de Panamá a la sazón, y cuyo territorio ayudo a reducir y poblar, enviado por este, en calidad de capitán y a las órdenes del Licenciado espinosa en 1.519, a la conquista de Paria , Nata y Cherú.
Con alientos y ambición sobrados para dirigir una expedición como jefe, y logar gloria, la que habían alcanzado otros muchos menos capaces, se asoció con dos aventureros de su temple, Diego de Almagro y Hernando Luque, militar aquel y clérigo este, que en su punto de ambición y denuedo no le cedían la palma.
Recabado el consentimiento de Pedrerías para la empresa, proporcionado por Luque los fondos necesarios, y pertrechados dos pequeños navíos partió con ellos Pizarro en noviembre de 1.524 hacia la América del sur. Son indescriptibles los sufrimientos y privaciones soportados en este viaje, las enfermedades mermaban la tripulación, y los reconocimientos que se llevaban a cabo en las costas, no respondían a las esperanzas de los aventureros, Puerto del Hambre, pueblo Quemado, y otros nombres análogos puestos a los sitios recorridos , expresan gráficamente el éxito y penalidades de aquella empresa exploradora.
En 1.526 volvieron a las andadas, sin experimentar más que nuevas decepciones y calamidades, y fueron de tal bulto que enfurecido el gobernador de Panamá Pedro de los Ríos, sucesor de Pedrerías, envió un oficial a la isla del Gallo, en donde los expedicionarios se encontraban en situación desesperada, para que recogiese y condujese a Panamá a los que aun conservasen la existencia ¡ feo trance para nuestro héroe ¡ , la alegría con que los soldados recibieron la llegada de los dos buques encargados de rescatarlos de las garras de la muerte, le predijo la soledad en que iba a quedar si no se decidía también a volver a la capital del Istmo.
Pero ¿cómo iba a cerrar los oídos a la voz del presentimiento, sirena arrulladora que en el fondo del alma le anunciaba su grandioso destino? En un arranque decisivo, tira de la daga, y trazando en el suelo una línea de Este a Oeste, dice a sus compañeros, como inspirado por el genio tutelar de los grandes acontecimientos: Amigos y camaradas, esta parte es la de la muerte, los trabajos, las hambres, la desnudez y el desamparo, la otra la del gusto, Por aquí se va a Panamá a ser pobres, por allí al Perú a ser ricos. Escoja cada cual lo que más bien lo estuviese.
Solo trece de los presentes, salvaron tras el la raya, y base tan exigua fue suficiente, merced a su intrepidez y diligencia, para cimentar el edificio de su gloria. Después de tantear la costa con algunos refuerzos enviados por sus consocios, determino venir a España a exponer a los reyes, lo que se prometía en aquellas latitudes, dadas las noticias recogidas de los mismo naturales, y sobre todo a pedir que se le desligara de toda dependencia del gobierno de Panamá, en el que no encontrabas más que rémoras y obstáculos para sus proyectos.
Su demanda fue bien entendida, además se autorizarlo para que prosiguiese sus descubrimientos y conquistas, en una extensión de 200 leguas al sur de Panamá, los Reyes le nombraron adelantado, gobernador y apitan General de aquellos territorios, corría el año de 1.529, y antes de hacerse la vela, pasó desde la corte a Trujillo, a alistar capitanes y soldados, y quien sabe, quizás a satisfacer a la vez una sugestión de humana vanidad, de aparecer grande donde en otra época fue pigmeo.
Y fue allá con nuevos y mayores elementos, y sojuzgó al magnifico imperio de Cuzco, y ensancho los dominios españoles, y remitió a las arcas de Castilla riquezas sin cuento, y todo a fuerza de desvelos y perseverancia, en medio del borrascoso oleaje de miserias de que se vio contantemente combatido, ¿ su carácter ¿ difícil, las conveniencias políticas, el interés individual y sus naturales instintos , no modificados por una esmerada educación , dieron a sus determinaciones los tonos más variados y antiéticos.

A veces cruel, a veces compasivo, noble, generoso en ocasiones, se mostraba otras, rastrero y codicioso, con la misma mano premiaba una acción heroica que un oficio bajo y vergonzoso, y a rasgos de franqueza y magnanimidad, mezclaba destellos de doblez y de perfidia con vivos de traición. Además de aquellos cargos, los monarcas castellanos le asignaron sueldos fabulosos y propiedades territoriales y mineras de suma consideración, otorgándole por último los títulos de marqués de Atabillos y de las Charcas.
Conquistando el Perú, procuró poblar su extenso perímetro, y a tal efecto fundó, entre otras, las ciudades de los Reyes (Lima) San Miguel de Piura, Trujillo y Arequipa
Y murió asesinado en Lima en 26 de junio de 1.541.
Habiendo él acordado o consentido, la muerte de su antiguo camarada Diego de Almagro, por causa de rivalidades y enemiga personal existente entre ambos hacía tiempo, el hijo del muerto se conjuró con otros descontentos y con los soldados afectos a su padre, y asaltado el palacio del Marqués el domingo 26 de junio de 1,541, cuando Pizarro estaba comiendo lo cosieron a estocadas.
(Fuentes enciclopedia Biografías, - Indianos Publio Hurtado)
Francisco Pizarro trata de defenderse del ataque de los seguidores de Almagro - Wikipedia
La salvaje muerte de Francisco Pizarro a manos de otros conquistadores españoles
Los partidarios del hijo de Diego Almagro, antiguo aliado de Pizarro, entraron en su palacio el 26 de junio de 1541 para darle «tantas lanzadas, puñaladas y estocadas que lo acabaron de matar con una de ellas en la garganta», relata un cronista sobre su amargo final
Francisco Pizarro sobrevivió a casi todo. A la ingrata tierra extremeña, al duro viaje a través del Atlántico y a una lucha contra millares de guerreros incas, pero no pudo hacer nada contra la ira de sus propios compatriotas: acabó sus días apuñalado por otros españoles en su palacio en Lima.
Entre el grupo de españoles que acompañó a Pizarro a la conquista del Imperio Inca se sucedieron las traiciones, como la protagonizada por Diego de Almagro, y los intentos por alcanzar la gloria de forma individual a toda costa, como ocurrió con Sebastián de Belalcázar y su desesperada búsqueda de El Dorado. Y quien siembra vientos recoge tempestades. Cuando Pizarro pensaba que moriría de viejo rodeado de sus fieles hermanos, junto a los cuales había dado muerte al traicionero de Almagro, irrumpieron los partidarios del hijo de Almagro el 26 de junio de 1541 en el palacio del extremeño para darle «tantas lanzadas, puñaladas y estocadas que lo acabaron de matar con una de ellas en la garganta», según la descripción de un cronista.
Francisco de Pizarro, nacido en la localidad de Trujillo (Extremadura), era un hijo bastardo de un hidalgo emparentado con Hernán Cortés de forma lejana, que combatió en su juventud junto a las tropas españolas de Gonzalo Fernández de Córdoba en Italia. En 1502, se trasladó a América en busca de fortuna y fama, no siendo hasta 1519 que Pizarro alcanzó un cargo de cierta relevancia: alcalde de la colonia de Panamá, una insalubre aldea de covachas poblada por una horda de aventureros europeos. Estando en este cargo, el conquistador debió escuchar las historias que llegaban sobre un rico territorio al sur del continente que los nativos llamaban «Birú» (transformado en «Pirú» por los europeos). Frustrado por su mala situación económica y sus pocos logros profesionales, Francisco Pizarro, de 50 años de edad, decidió unir sus fuerzas con las de Diego de Almagro, de orígenes todavía más oscuros que el extremeño, y con las del clérigo Hernando de Luque para internarse en el sur del continente.

Diego de Almagro procedía de la villa manchega de Almagro, en Ciudad Real, de donde tomó el apellido por ser hijo ilegítimo de Juan de Montenegro y Elvira Gutiérrez. Criado por su severo tío Hernán Gutiérrez, Almagro decidió refugiarse a los 15 años en el hogar de su madre, que permanecía separado de su vástago a causa de su condición de hijo ilegítimo. La madre de Almagro le entregó un trozo de pan y unas monedas y le dijo: «Toma, hijo, y no me des más presión, y vete, y ayúdate de Dios en tu aventura». Así lo hizo. Almagro arribó en el Nuevo Mundo el 30 de junio de 1514, donde iba a iniciar años después una lucrativa aventura con Pizarro. Tras aventurarse en las profundidades del Imperio Inca, la pequeña expedición de españoles se abrió paso entre miles de incas para capturar al líder local Atahualpa, en Cajamarca. «En Cajamarca matamos 8.000 hombres en obra de dos horas y media, y tomamos mucho oro y mucha ropa», escribió un miembro vasco de la expedición en una carta destinada a su padre.
No en vano, la captura y posterior muerte de Atahualpa no trajo tras de sí la caída del Imperio Inca. La guerra se alargó varias décadas, precisamente, por los conflictos internos entre los conquistadores. Las rencillas internas ente los partidarios de Almagro y los de Pizarro, que luchaban por delimitar los territorios que pertenecían a cada uno de los bandos, como si fueran ellos los propietarios y no la Corona, estallaron en conflicto armado en 1535. Tras un choque entre facciones, conocido como la batalla de Las Salinas, Pizarro cogió prisionero a Almagro y lo condenó a muerte. El conquistador suplicó por su vida, a lo cual respondió uno de los hermanos de Pizarro, Hernando, diciendo: «Sois caballero y tenéis un nombre ilustre; no mostréis flaqueza; me maravillo de que un hombre de vuestro ánimo tema tanto a la muerte. Confesaos, porque vuestra muerte no tiene remedio». Finalmente, fue ejecutado el 8 de julio de 1538 en la cárcel por estrangulamiento de torniquete y su cadáver decapitado en la Plaza Mayor de Cuzco.
El conquistador «se defendió bravamente»
Pizarro despojó de sus tierras al hijo de Almagro y le cerró el acceso al cargo que había ostentado su padre, gobernador de Chile. Pero en un nuevo giro de los acontecimientos, el 26 de junio de 1541 un grupo de veinte españoles congregados en torno a la figura del hijo de Diego Almagro, cuyo nombre era similar al de su padre, entraron sigilosamente en el palacio de Pizarro en Lima y asesinaron al conquistador extremeño. Pizarro, de 65 años de edad, murió con al menos 20 heridas de espada. En posteriores estudios, el antropólogo forense Edwin Greenwich ha defendido que por las evidencias se puede afirmar que «Pizarro se defendió bravamente» e incluso su rostro quedó desfigurado: recibió una estocada que indica que le vaciaron el ojo izquierdo y otro corte recto en el pómulo derecho.
Los agresores obligaron a las autoridades de Lima a nombrar gobernador al joven Diego Almagro y forzaron que Francisco Pizarro fuera enterrado de forma casi clandestina en un patio de la catedral de la ciudad, pero quedaron lejos de tomar ventaja en esta guerra civil entre conquistadores. El conflicto se prolongó durante años obligando incluso a la Monarquía hispánica a tomar partido. En este contexto, el hermano menor de Pizarro, Gonzalo, encabezó la Gran Rebelión de Encomenderos en 1544 contra la Corona española en protesta por la dación de las Leyes Nuevas. Él y muchos de los conquistadores rebeldes fueron ajusticiados por esta causa.

(Fuentes enciclopedia Biografías, - Indianos Publio Hurtado)
Agustín Díaz
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