FRAY TOMAS ORTI-CALZADILLA MI PUEBLO CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 17 mar
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FRAY TOMAS ORTI
Calzadilla mi Pueblo
Cáceres
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra.
El día que mi padre me llevo a conocer, no el hielo como el padre de Aureliano Buendía y de a mano de D. Gabriel García Márquez llevo al que andando los años seria el coronel más famoso de Macondo, no, mi padre no me llevo a conocer el hielo me llevo a conocer mi pueblo, pueblo en el que nací hace ahora precisamente un montón de años, tanto que dan para recordar mucho y mucho más para olvidar, un pueblo al que mis padres llegaron cierto día por asuntos de trabajo y mi madre dijo pues aquí mismo, pueblo que no conocía ya que cuando salí de él no me quedo nada para recordar ni tampoco para olvidar ya que los pocos años no daban para más, así que mi Llopis Ivorra se fue de viaje , cosa rara pues nunca viajó más allá del regato plata situado a quinientos metros de mi casa, así que en una moto Guzzi carretera y manta me llevo a recorrer la geografía cacerense y especialmente la caseta de camineros diseminadas por esas carreteras de dios o del diablo, al llegar a mi pueblo la acogida fue de regular respeto por los vecinos y fuerzas vivas, cariño y afecto pude apreciar había vuelto el “capatrac” aunque solo fuera de visita, saludos y parabienes entre vasos de vino y queso y patatera más algún lomo de matanza casera por añadidura que apareció sacado de donde se guarda lo mejor de cada casa y para ocasiones excepcionales, al dar la vuelta por la plaza en la puerta de la única taberna del pueblo me presentaron al cura que me bautizo el cual todavía le quedaban algunas rozaduras del día de mi bautizo, quiso que la circunstancias consideraran oportuno que fuera el día de nochebuena y desde el día ocho se fueron sucediendo los festejos de mi nacimiento, verbenas fuegos artificiales y vino mucho vino, tanto vino como para que la noche anterior al bautizo padre, cura y padrino se cayeran por las calles hartos de tanto trasegar de la botella a la pellica y al día siguiente e presentaran a la iglesia como tres ecce homos, allí echamos un rato de conversa y al despedirnos quiso el ex páter presentarme a tres e sus hijos mayores en edad que yo, al ver mi cara de perplejidad me comento en apenas un susurro ¡ más vale pecar por la bragueta que por robar una peseta ¡ Transit Gloria Mundi.
Al pasar por la puerta de la caseta del caminero y en la cuesta de salida del pueblo distante en un kilómetro y medio o apenas dos, y detenernos para despedirnos y agradecer las patatas con bacalao que nos preparó para comer el caminero en aquel día luminoso de primavera, mientras los pajarillos se afanaban en decentar sus nidos y las abejas en su búsqueda de las mil hojas para fabricar la miel, se escuchaban en repiqueo del martillo sobre el yunque de la fragua de mi padrino Isaías.
Y estando allí, en Calzadilla, mis pocos años escucharon por primera vez hablar de un paisano ilustre, sino el que más si el de más importancia y no es otro que fray Tomas Orti, y de la leyenda que daba el cognomen al pueblo como el del lagarto, pero vamos primero con el santo varón, que después y si el tiempo lo permite iremos con el saurio.
Fray Tomas Orti.
Nació en Calzadilla de Coria, Cáceres, Extremadura, España, y murió en Santa Marta, Colombia en 1532. Lideró la primera misión de frailes Dominicos a Nueva España. Fue el primer obispo de Santa Marta.
Ingreso a la orden de hermanos dominicos en el convento de San Esteban de Salamanca de donde se ordenó como teólogo el 11 de junio del año de 1511.
Llegó a Nueva España el 2 de julio de 1526 como vicario general de México y Comisario Inquisidor de las indias occidentales. Para fines de 1526 tuvo regresó enfermo a España junto con otros tres dominicos. Quedando en su lugar el padre Fray Domingo Betanzos a quien se le atribuye como el fundador de la orden de Dominicos en México.
En 1529 siendo protector de los indios en Santa Marta (Colombia), se erigió esta provincia como obispal y fue nombrado como primer obispo. Ejerció el cargo desde el año de 1530 hasta su muerte en 1532.
Este distinguido teólogo, tomó hábito de dominico en el año de 1.511 en el convento de San Esteban de Salamanca.
Fray Tomás de Ortiz se encontraba en Santo Domingo desde 1516 desempeñando la labor evangelizadora. En 1521 volvió a España requerido para una misión en México. El emperador Carlos V había encargado que se enviase a doce frailes dominicos a la recién conquistada Nueva España. El grupo estaba encabezado por Ortiz y llegó a San Juan de Ulúa a mediados de 1526. Esta expedición fue duramente castigada por las enfermedades, varios frailes murieron y el superior y vicario general Ortiz regresó a España enfermo. A algunos autores les resulta extraño este regreso y quieren ver disgustos entre fray Tomás y el conquistador Hernán Cortés. Quedaron en México tres dominicos tan sólo de la comitiva inicial.
Fray Tomás de Ortiz encabezó de nuevo una expedición similar, era la presencia de los dominicos en el Nuevo Reino de Granada. Desembarcaron en Santa Marta en 1529 como consta en una carta de Ortiz a la Reina. Establecieron la primera iglesia de la Orden en Colombia, comenzando su labor evangelizadora y defensora del indígena. En unas Ordenanzas realizadas por fray Tomás de Ortiz entre 1529-1530, aparece el deseo de asentar la evangelización empezando por los caciques y sus hijos. Recomendaba a los encomenderos que enviasen a la ciudad a uno o dos hijos de los caciques, entregando lo necesario para su manutención (práctica ya realizada en La Española).
La acogida por parte de los españoles no fue la deseada, hasta tal punto que Ortiz tuvo que abandonar esas tierras por acusaciones de los conquistadores. La cuestión es que el gobernador Pedro Vadillo se hizo con un gran número de esclavos, niños en su mayoría.
Fray Tomás, haciendo valer su título de protector, pidió a Vadillo que los dejase en libertad. Todo ello propició las quejas en la Corte y Ortiz fue obligado a abandonar el Nuevo Reino de Granada para explicar su modo de proceder.
Como nada había entonces, más acepto a la Santa Madre Iglesia qué la conversión de infieles, partió para América muy luego, y allí fue elegido vicario del monasterio del Chiribiri , deshabitada la llamada Tierra Firme, vino a España por más religiosos de su orden , lo que le valió para no perecer a manos de los indios, que alzados en armas por los malos tratamientos del Capitán Alonso de Ojeda, destruyeron el monasterio y mataron a sus monjes.
Con el título de Vicario General de, los regulares de su orden, volvió de nuevo a predicar el evangelio, en 2 de febrero de 1.526 llegando a México, en el mismo año después de haber hecho escala en la española, cuya audiencia, a la que se había cometido la facultad para ello, le nombró comisario inquisidor de las indias Occidentales, importante cargo que había vacado por muerte del venerable Fray Pedro de Córdoba.
Fallecieron en el penoso ejercicio de su ministerio varios dominicos que le acompañaron a catequizar idolatras y en 1.527 tornó a la patria, de donde llevo a la nueva España otros veinte, en la flota que condujo allá al Capitán García de Lerma, gobernador de la provincia de Santa Marta, donde aquellos iban destinados.
Hombre de autoridad indiscutible, tanto en el instituto al que pertenecía como en la sociedad laica, al crearse en 1.529 una silla episcopal, en dicha ciudad de Santa Marta, fue presentado para ella de la que se posesiono en 1,530 falleciendo dos años después en el 1532.
EL PROTECTOR DE INDIOS FRAY TOMÁS ORTIZ
el encausado, Alonso de Cáceres, era regidor de Santa Marta, miembro de la élite local y mantenía una agria enemistad con García de Lerma. La oportunidad le debió parecer única al burgalés para quitarse del medio a un poderoso rival. El acusado, un despiadado esclavista con muchos asesinatos de indios a sus espaldas igual que el propio Lerma, se defendió inútilmente afirmando que el indio acuchillado no era un guatiao sino un esclavo capturado en buena guerra. Y probablemente no le faltaba razón, pero de guerra o de paz, este crimen en particular -uno entre cientos- sí iba a ser juzgado y todo el peso de la ley -que hacía muy esporádicas apariciones- caería sobre él.
Las diligencias las inició, a primero de abril de 1531, el protector de indios de Santa Marta, que era nada más y nada menos que el extremeño fray Tomás Ortiz. Resulta cuanto menos curioso que un religioso que se había distinguido por su odio hacia los indios, en particular hacia los cumanagotos, y que además estaba duramente enfrentado con el creador de la institución, fray Bartolomé de Las Casas, ostentara el cargo de protector. Incluso, se da la circunstancia de que varios testigos declararon que el protector había azotado a este indio con anterioridad por alzarse contra los españoles. Miguel Zapata, testigo presentado en su defensa por Alonso de Cáceres, afirmó que, siendo informado el protector de lo que el indio había hecho contra los españoles “le dio muchos palos con una macana que si no le rogaran que no le diera más lo acabara de matar”. Merece la pena que nos detengamos en la figura, un tanto peculiar, de este dominico. Y digo peculiar porque, en honor a la verdad, también debemos reconocer que su posicionamiento fue excepcional dentro de su Orden, donde personajes de la talla de fray Antón de Montesinos, fray Pedro de Córdoba y el padre Las Casas entre otros muchos, habían alzado su voz en defensa de los indios, aunque fuese en el desierto, como aseveraba el propio Montesinos.
Fray Tomás Ortiz era un dominico profeso en el convento de San Pablo de Sevilla y natural de Calzadilla (Cáceres) . Al parecer, fue éste el primer dominico que, encabezando a un grupo de correligionarios, llegó a la Nueva España. A mediados de 1520, tras un alzamiento de los indios en Chichiribichi y en Cumaná -en la actual costa venezolana-, varias misiones dominicas, que habían sido mandadas establecer por fray Pedro de Córdoba y el propio fray Bartolomé de Las Casas, fueron arrasadas y sus moradores asesinados. El propio fray Tomás Ortiz se libró de una muerte segura porque el azar quiso que, cuando sucedieron los hechos, no se encontrase en dicho cenobio. Con el dolor de lo acontecido en su corazón se personó en España y, hacia 1525, ante el Consejo de Indias, leyó un acalorado informe atribuyendo a los indios cumanagotos los peores calificativos imaginables. Habían pasado casi cuatro años desde los sucesos, pero el tiempo transcurrido no fue suficiente para aplacar los ánimos exaltados del dominico que utilizó contra los indios calificativos como caníbales, traidores, vengativos, haraganes, viciosos, ladrones, etcétera. Y la conclusión de todo ello no podía ser más contundente: “Éstas son las propiedades de los indios, por donde no merecen libertades”. Esta disidencia de la línea oficial dominica debió debilitar mucho la firme posición que en defensa de los indios habían sostenido otros dominicos de grata memoria. Y las consecuencias prácticas de esos planteamientos neo-aristotélicos fue el retraso, hasta 1542, de la prohibición de esclavitud del indígena, esbozada ya en sus líneas fundamentales por la Reina Católica a principios del quinientos.
El informe del extremeño levantó duras críticas dentro de su propia Orden, sobre todo de fray Bartolomé de Las Casas que nunca le perdonó estas palabras, y en tiempos recientes por la historiografía las casista. Efectivamente, ya en nuestro siglo Giménez Fernández aportó datos para demostrar las actividades económicas del dominico extremeño. Incluso, utilizando una cita de Bernal Díaz del Castillo, llega a decir que cuando llegó a México en 1526 como vicario general de la Orden, sus mismos compañeros decían que “era más desenvuelto para entender negocios que no para el cargo que tenía.
Pese a que Fernández de Oviedo lo calificó de “gran predicador” parece evidente que fray Tomás Ortiz no era el mejor de los candidatos para ocupar la protectoría, cargo que ostentara por primera vez su gran enemigo Las casas. Un puesto creado para proteger a unos indios a los que fray Tomás Ortiz no parecía profesarles un especial aprecio. También es cierto que una persona así era la única que García de Lerma podía aceptar en una tierra de frontera, donde el pillaje, la ambición, las envidias y los asesinatos eran moneda de uso frecuente.
Según Giménez Fernández, el 25 de enero de 1531 fray Tomás Ortiz fue revocado del cargo de protector de Santa Marta, pero lo cierto es que hasta abril de ese mismo año estuvo entendiendo en el pleito, en calidad de protector. Desconocemos hasta que año ejerció el cargo de protector en Santa Marta, porque la única referencia que tenemos es que en enero de 1540 desempeñaba ese puesto un tal Juan de Angulo.
Pese a lo dicho, debemos reconocer que en este pleito concreto el dominico se atuvo a la legalidad vigente. Por ello, instruyó el caso y, una vez que supo que se trataba de una causa penal -cumpliendo la legalidad vigente- lo dejó en manos del gobernador. Las atribuciones del protector de indios eran justo las mismas que por aquel entonces tenía el protector de Cuba, fray Pedro Ramírez, es decir: la facultad para nombrar visitadores y la instrucción y fallo de procesos por una cuantía inferior a los cincuenta pesas de oro y diez días de privación de libertad. En causas merecedoras de una multa de menor cuantía o en delitos de sangre el protector se debía limitar a informar al gobernador para que, en colaboración con las autoridades judiciales, dictaran sentencia.
(Fuentes –biografías)
(fuente Indianos Publio Hurtado)
Pero vamos ahora con la leyenda,
Más esta leyenda que cuenta hasta con mas de cuatrocientos años según los más viejos del lugar, y que fue producto de la vuelta al pueblo de unos de sus hijos, de aquellos que partieron al nuevo mundo en busca del dorado, pues este indiano, una vez llenada su cartera con un gran potosí, decidió regresar a su patria chica, llamase Calzadilla, y como recuerdo de su periplo viajero, trajo en su equipaje una cría de cocodrilo o de caimán, averígüelo el que tenga tiempo y ganas, un saurio a la sazón, que al crecer, sembró el pánico en toda la comarca, entonces sucedió que…
Colas, si Colas se llamaba el pastor y héroe de la comarca, el gran Colas fue el que acabo con la leyenda convirtiéndose en leyenda el mismo, y es que sucedió que una bestia parda tenía acojonada a toda la comarca del Alagón y seria por el siglo XVI siglo ms o siglo de menos, que corría por estos parajes una fiera de tamaño colosal, como si hubiera salido directamente del averno para atemorizar a Tirios y Troyanos, lo lugareños no se atrevían a sacar sus rebaños a pastar pues la bestia daba cuenta de ellos a dentelladas, dando el fin con casi todo el ganado de la zona incluso se atrevió con algún paisano despistado o poco avisado que iba o venia del pueblo a la era o de la era al pueblo denominado a la bestia como de cuatro metros de largo y unos dientes afilados y horribles por lo grande, el monstruo pues así o había denominado uno que lo había visto de cerca, no se sabía de donde ni cuando había aparecido en la zona ni tampoco por qué habiendo pueblos más ricos y con más rebaños cerca muy cerca, esta bestia asesina era nada más y nada menos que un horrible lagarto de enormes proporciones , sucedió que cierto día que la horrible bestia se ensaño con el rebaño de Colas quedándolo mermado en un porcentaje muy alto, quedo rendido a los pies del cristo de la agonía y a la sazón muy venerado en la zona, que ojala se le convirtiera el callado en potente escopeta y tal como lo pedía y con qué devoción le fue concedía la petición y así pudo librar de la tiranía del lagarto a la comarca, los festejos en honor del cristo de la agonía se celebran el tercer o cuarto fin de semana de Septiembre dependiendo de cómo caiga final de mes.
Para esto me dio, el día que mi padre me llevo a conocer no el hielo como el padre de Aureliano Buendía si no a conocer mi pueblo Calzadilla.

Agustín Díaz Fernández
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