LA CASA DE LAS CULEBRAS
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 12 may 2022
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 4 abr
HISTORIAS DE LA VILLA CACERENSE
Casa de las Culebras
Crónica desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
Existe un solar extramuros, en la calle Muñoz Chaves número 13, para ser más exacto esquina con el callejón denominado de San Benito, junto a al edificio de la Audiencia Provincial, aunque ahora se le denomina Casa de las Culebras, en pasados tiempos se la llamaba Casa de don Alonso de Espadero que fuera su fundador, allá por el siglo XVI, un inmenso solar reedificado en el transcurso del siglo XIX.

La historia del nombre de esta casa, y según cuentan algunos estudiosos del tema, y otros desocupados y amigos de habladurías y chismorreos, que de estos también tenemos en Cáceres nuestra ración y media, fue la ocupación de la casa, ya en ruinas, por una banda de titiriteros y domesticadores de fieras varias, y que al levantar el campo, notaron la falta de dos serpientes, que se debieron de escabullir entre las ruinas del caserón, y que ya enterada la gente de ello, la dieron en llamar Casa de las Culebras.
Otros los más lenguarones sin duda, se refieren como nombre de la casa, al apodo que el pueblo concedió a las dos últimas propietarias, doña María y doña Juana de Rojas y Espaderos, estas fueron las que vendieron el solar en ruinas a don Carlos y don Marcelino Godínez de Paz, ¡cabe imaginar la catadura de las dos señoras para tal apodo!
Pero, hay más, y es que algunos otros desocupados dieron el hablar de la casa, que el nombre le venía de mucho más antiguo, y que se la atribuían a una frase humorística que uno de los hijos de don Rodrigo de Espadero, hijo este jugador y rufián que fuera hasta en dos ocasiones concursado por los acreedores, y que contando con una notable fortuna murió pobre, y que era este nombre le aplicaba a su padre, cuando le pedía dinero y se negaba a facilítarselo, y que decía:
“Mi padre tiene una culebra que le guarda el caudal, hasta tal punto de impedir distraer un maravedí para ayuda a sus hijos”.
¿Cuál de estas versiones es la cierta? Como decía el tío Marugan, que era pastor de ovejas ¡Averígüelo Lucas!
Las crónicas cuentas que este caserón fue levantado con las riquezas que don Alonso de Espadero, trajo del nuevo mundo, y que pasado el tiempo fue propiedad de los Condes de TresPalacios, siendo el ultimo tenedor el Conde de la Camorra.

Corría el siglo XIX, cuando y tras unas reformas que llevo a cabo su propietaria doña Asunción de Espadero, al punto y en 1846, se convirtió en casa de alquiler, casona muy pretendida por los familiares de los reos, ya que la cárcel principal se encontraba en los sótanos de la entonces Real Audiencia de Extremadura, antiguo hospital de la Piedad, edifico que se encuentra por frente de la Casa de las culebras, y separados por un callejón que llaman de San Benito, callejón hoy cerrado por rejas y por ambos lados.
El motivo del cierre de este callejón fue el gran número de quejas que se recibieron, porque al parecer y por las noches, las parejas aprovechaban la estrechez del callejón, como la oscuridad para fornicar, o para alivio de algún apurado para aliviarse de aguas menores o mayores, que eso no nos lo cuenta el cronista, y es que la villa cacerense, de siempre fue y es muy de meapilas y cagavelas.

Y es que los familiares querían estar lo más cerca posible de los reos, con el motivo de inculcarles ánimos, acudiendo a los juicios, y verlos, aunque solo fuera un momentito, y era precisamente le callejón el que le ofrecía esa posibilidad.
Encadenados, mugrientos, aguantando las malas condiciones de salubridad, con la poca luz, y escasa ventilación que les entraba por unos ventanucos a la altura del suelo por el Callejón de San Benito, lugar donde se reunían días tras días, los familiares para entrever quizás por última vez a sus seres queridos.
En ciertos y señalados días los balcones de la Casa de las Culebras, se ocupaban al completo, formando gran algarabía los vecinos que tenían acceso a ellos, como si de procesión de la patrona de la villa cacerense se tratara, para observar el paso de los condenados a muerte, en su macabra marcha hacia el cadalso del garrote vil.
(Fuentes Publio Hurtado-Castillos)
(Fuentes Hinojal San Andrés-Cáceres y sus Piedras)

Agustin Díaz Fernández
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