SAN MATEO II - CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 4 dic 2023
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 26 mar
LA PARROQUIA DE SAN MATEO
DE LA VILLA CACERENSE II
Crónica desde la Ronda de la Pizarra.
En el capítulo anterior veíamos que:
a petición de don Juan Galíndez, cura de ella.
Ya en el transcurrir del siglo XVIII, se cambiaron retablos e imagines, con motivos de la exclaustración y desamortización, y es que quedando en desamparo o vendidos muchos conventos , ermitas y santuarios, sus edificios y retablos, llegaron a la parroquia de San Mateo dándole cabida a ellos, llegando a desterrar a las que de antaño ocupaban el lugar, resultado de estas sustituciones que no quedara ningún santo fuera de sus avocaciones de las que en otros tiempos diese nombre a sus altas capillas.
Un sucedido tuvo esta iglesia de San Mateo, y es que tuvo un párroco, esto seria terminando el siglo XVIII, y que con motivo de proporcionar comodidad a la feligresía allanando el suelo, ordeno arrancar cien y más losas fueran de granito de granito o de alabastro las que lo cubrían, machacándolas y volver a enlosar con ellas nuevamente el pavimento, con ese hecho se produjo la desaparición de muchos blasones distintivos de muchas familias de la nobleza que allí tenían sus enterramientos, donde figuraban nombres, fechas e inscripciones que tal vez y según nos cuenta el cronista, podrían haber dado luz a muchas sombras de la historia cacerense, o de las personas fallecidas en loor de santidad como el Padre Rosalio.
Este hecho de las lapidas fue la iglesia de San Mateo la primera en hacerlo, para seguidamente las demás iglesias seguir el ejemplo.
Una de las últimas modificaciones fue llevada a cabo ya en el año de 1913, y fue acometida por el párroco llamado Santiago Gaspar Gil, y por lo que los entendidos en este arte de edificaciones dicen que con tantas reformas y en distintos siglos se perdió lo que tenia de artístico, aunque predominan en el los estilos ojivales y del renacimiento.
La Iglesia de San Mateo, cuenta con una nave espaciosa, que desde el altar mayor hasta la puerta de la entrada tiene treinta y cuatro metros con noventa centímetros por nueve metros y ochenta centímetros de ancha, franqueada por ambos lados de capillas, que, en cruceros, retablos, laudes, cartelas y frontales de gran interés para los estudiosos de la heráldica, destaca y causa admiración arco que sostiene el coro por su mucha extensión y el rebaje de su punto.

El Papa Alejandro VII, por bula concedió el 19 de mayo del año de 1664, concedió hasta veinte años y siete cuarentenas de indulgencias a los fieles que confesados y comulgados visitasen esta iglesia en los días de la circuncisión del señor, todos los santos, la ascensión y el sábado infraoctava (los seis que cuentan de una festividad y la octava) del Corpus.
Con el correr de los años, y de los siglos, vinieron más Papas y más indulgencias, y llegó el Papa Clemente XIV, y redujo el número de lugares de asilo que anteriormente eran todos los lugares sagrados, a uno o dos de cada pueblo, el obispo de Coria, designo como lugares inmunes las iglesias de Santa Maria y San Mateo.
De esta parroquia, sale o salía, ustedes disimulen mi ignorancia, en el día de Jueves Santo y tras el sermón de la penitencia, la procesión de la sangre, esta procesión hasta 1836 salía del convento de San Francisco el Real, y que a esta procesión tenían obligación de asistir el clero de las cuatro parroquias de la villa cacerense.
Alhajas, ropajes, bienes y efectos que esta iglesia poseía y que pertenecían al culto, eran de una grandísima riquezas, nada valor escaseaba, más hay que tener en cuenta que la feligresía de esta iglesia de San Mateo, era el emporio de la nobleza cacereña, y eran constantes los regalos de tal modo que aumentaban de día a día el gran potosí de la parroquia, y donde tambien afluyeron los que tenían los conventos, ermitas de su jurisdicción cuando se suprimieron, que aun en el año de 1853, según acta de visita fechada en este año, eran tantos los calices, custodias, lámparas sacras, patenas incensarios, y más de más que equivalían a una fortuna importante, ya no queda nada de aquello, la acción del tiempo sobre los objetos, las necesidades del culto, la mala administración, el despilfarro y más de más contribuyeron a ello.
Algún detalle de las alhajas, como una cruz procesional, obra del platero flamenco Jacques de la Reina, o como un cáliz labrado por su yerno Juan de Pedraza en la segunda mitad del siglo XVI, estos se avecindados en Cáceres.
La clerecía de esta parroquia de San Mateo lo componían nueve beneficiarios, uno de ellos era el cura rector, que vivían bien dotados con el producto del tercio decimal de su cilla, más llegaron tiempos de vacas flacas y se le puso muy mal el ojo a la cochina, en estos tiempos de penuria, que si la tenía el clero atrévanse a pensar como lo estaba pasando la gente del común, y esto obligó al párroco a solicitar a solicitar por la incongruidad de su cargo en 1830, que se suspendieran los demás beneficios de su cargo y se incorporaran sus rentas al curato, y es que ocurría que, pesando tanta carga sobre una sola persona, este cura no pudo con ella, y en 16 de diciembre de 1884 cuando el obispo de Coria, creó la tenencia curada de la parroquia de San Mateo.
Hasta el siglo XIII, no se comenzó a elevar los retablos sobre los altares que estaban separados de los ábsides de las iglesias, para que el páter oficiante o Preste oficiase mirando hacia los fieles, ya en el siglo XIV comenzaron a generalizarse los retablos, desarrollándose en ellos esculturas y grandes recursos ornamentales.
El retablo de la iglesia de San Mateo, no debió construirse hasta comenzado el siglo XVI, ya que según parece está acreditada su presencia en el año de 1558, una vez que se terminaron las obras de ampliación del templo, y en el mismo lugar que figura el actual retablo pero mucho más que este en altura y anchura, y en el que no habia más escultura que la de San Mateo, por encima un santo visto, y abajo sobre el altar una gran cruz de plata que por lo visto era de gran valor según figura en los libros parroquiales´.
Pero según parece tuvo este retablo algo más de dos siglos de duración, toda vez que en el año de 1765, el mayordomo de fabrica de la parroquia, solicitaba de la visita episcopal, que se le diera cierto alcance que resultaba contra don Pedro Topete para costear el retablo del altar mayor, que por pequeño habia de sustituirse, ya que acordada la construcción del primer cuerpo seguía sin principiarse esta por falta de recursos, al punto se le dio el alcance al sr, Topete que ascendía a mil reales.
En el centro del retablo, presidiendo el retablo San Mateo, que es de quien recibe el nombre de la iglesia, una cruz que abre los brazos de la que pende un cristo de la buena muerte, y por bajo esta emplazado el niño de la congregación quien tuvo gran devoción ente los fieles pobladores cacerenses, y en las tres hornacinas del lado de la epístola la efigie de San Pedro Apóstol, San Pedro de Alcántara y el patriarca San José, ocupando el lado del evangelio San Francisco de Asís y San Juan Nepomuceno y la Virgen del Rosario.
Este altar fue privilegiado por el pontífice Pio VI en un breve, por el cual concedió indulgencias plenarias a las almas de los difuntos por las que se dijesen misas en él, pero siempre y cuando el oficiante estuviese provisto de la bula Santa Cruzada.
Ovando Mogollón, Rodrigo de Ovando, nieto del Capitan Diego de Cáceres y Ovando, Francisco Rivera “el Rico” señor del Castillo de Arguijuelas, su esposa Jimena Gómez de Mayoralgo , y destacando en los muros los escudos de armas nobiliarios de Ovando Mogollón y Mayoralgo, En la capilla de estos y en el altar que ocupaba la misma orientación que el altar mayor de la parroquia, se podía observar un cuadro de las piadosas mujeres al pie de la cruz, que fue pintado en el año de 1851 por Rafael de Lucenqui.
Los Sandes tambien tuvieron sus enterramientos en este templo, Juan de Sande, segundo señor de Valhondo, la familia Sande, marqueses de Valdefuentes y Teresa Álvarez de Ulloa, esposa de Juan de Sande, que tambien muestran sus blasones, de Sande y Ulloa, Sancho de Sande y su mujer Isabel de la Cerda.
La puerta de entrada del departamento eclesiástico, se encontraba por debajo del púlpito pero próximo a él, más con las reformas este puerta quedo tapada al exterior, y en su hueco interior se construyó un altar de ánimas, y por debajo de este altar los enterramientos en sus sepulcros de Ulloa y Golfines, entre estos últimos García Golfín, señor de Casa Corchada, este García Golfín, fue aquel que por oponerse a doña Maria de Ovando, hija del capitán Diego de Cáceres y Ovando, la que quería disponer del Monasterio de San Francisco el Real como ama y señora, fue asesinado por Diego Mesía de Ovando, nieto a la sazón de doña Maria, hecho que se produjo en la misma iglesias del convento en aquel año de 1517, y por el que se produjo un escándalo de categoría y un voluminoso proceso que vino a incoar el célebre e inflexible, Alcalde don Rodrigo Ronquillo.
Este García Golfín fue el que, por disposición suya, se construyeron los sepulcros de la familia, junto con el escudo de armas de los Ulloa en honor de doña Mencía de Ulloa, su mujer. A ambos lados del retablo, dos pequeñas urnas donde se guardan reliquias de santos que posee esta parroquia, y que según nos cuenta don Publio Hurtado, estos consisten en una cabeza de las once mil vírgenes que fueran compañera de santa Úrsula y otra cabeza de aquella y dos huesos de la compañía de San Gedeón, unas se custodiaban en el convento de Franciscanos de San Bonifacio, las otras en el convento de monjas de San Francisco de Colonia.
Estas reliquias fueron concesiones que hicieron las respectivas comunidades con fecha de 26 del mes de junio del año de 1607, al muy noble y piadoso don Luis de Ávila y Monroy, que fuera Sargento Mayor de los Tercios Españoles en Flandes y consejero del Archiduque Alberto, para que los trajese a España y conservarse en su propia capilla, hay o habia más huesos guardados en las urnas , pero no se sabe a quienes pertenecían, y que al parecer estaban guardados en un arca de un templo de Bruselas, más sucedió que, en tiempos de guerra religiosa, allá por el año de 1602, entraron los herejes y los diseminaron, y aunque después fueron recogidos era imposible dictaminar que hueso correspondía a que santo, siendo los huesos recogidos los pertenecientes San Bernardo, San Cuiliano, San Reynaldo, San Leandro, San Crisosono, Santa Catalina y algunos muchos de las once mil virgenes.
Pero la casualidad quiso de encontrarse allí un teniente de nombre Alfonso Ballestero, y que era este teniente era natural de Cáceres, y que le fueran concedidos parte de ellos, que fueron los que trajo a su villa natal, y que son los que se conservan en los relicarios.
(Fuentes Benito Simón Boxoyo-Noticias de Cáceres)
Fuentes Rubio Ramos-Ermitas)
(Fuentes Publio Hurtado-La parroquia de San Mateo)

Agustin Díaz Fernandez.
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