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SAN FRANCISCO JAVIER I-CÁCERES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 24 feb 2024
  • 8 Min. de lectura

Actualizado: 26 mar

                 LA PARROQUIA DE SAN MATEO VII

                      CONVENTUAL DE JESUITAS I

Crónica desde la Ronda de la Pizarra.

Hacia ya hasta 156 de la canonización del Santo Ignacio de Loyola, más o menos, eso quiere decir que estamos a un 30 de septiembre del año de 1698, cuando ocurrió que, un caballero natural de la villa cacerense y cuyo nombre era Francisco de Vargas y Figueroa, que era señor de Mayoralguillo, y disfrutaba varias vinculaciones, es decir que podía disfrutar del producto de estas ya sean arrendamientos o frutos que se generen, pero no podían enajenarlas, estas posesiones en determinadas familias quedaban inutilizadas, lo mismo que en instituciones impedían su reparto ya fuera por herencia o por venta o enajenación ya fuere el que fuere el motivo, así estaba las cosas del señor de Vargas y Figueroa, pero el pobre hombre no tenía ni quien les dijera lindos ojos tiene, y al morir dejo voluntades de que toda su hacienda, que era regular, pasase a manos de la compañía de Jesus, para que se fundase en la villa de Cáceres casa-Convento de padres Jesuitas para que predicasen y enseñasen a los que dieran en morar en sus casas y encomendado el patronato para la fundación al Concejo de la Villa para que ayudase a la compañía de Jesus a llevarlo a efecto.

Y como no podía de ser otra manera, el ayuntamiento acepto el cargo y el reto que le confería, y se obtuvo licencia Real para tal fin, que fue revalidada por el municipio la fundación del colegio, los padres jesuitas en primer momento ocuparon un edificio que se les ofreció en la calle Puerta de Mérida, ubicado entre la puerta y la confluencia de la prolongación de la plazuela de la Enfermería de San Antonio.

Desde este lugar acometieron el traslado a la casa que les dejo en herencia, la Casa de Francisco de Vargas y Figueroa, situada en el numero 4 de la cuesta que baja de San Mateo hacia Santa Maria, ahora llamada calle de la Cuesta de la Compañía, y de qui pasarían años más tarde a la impresionante mole de su casa-convento, con su hermosa iglesia, estos dos edificios convento e iglesia constituyen un conjunto de obra maestra de la ciudad Monumental de Cáceres.

Pero la venida de estos padres Jesuitas a instalarse a la vieja villa produjo muchos y grandes disgustos y descontentos entre la gente avisada y lucida acompañada de los intelectuales de la villa cacerense, que haberlos haylos, levantaron chismes y mentiras los lenguarones y desocupados y envidiosos varios, tambien tuvieron que soportar con los litigios, y es que nada más aparecer por la villa un hijo del de Loyola, se desencadeno la gran enemiga contra ellos.

La todopoderosa familia Golfín les puso pelitos reivindicando el mayorazgo de los Vargas, también le puso pleito el Duque de Abrantes, este por el Maestrazgo de la casa Sande, y ambas litigios fueron ganados por los litigantes, pero entonces el ayuntamiento, por aquello de la compensación, les dio a Campos Matías, Palomas, y Peña Quemada, pero la familia Saavedra les arrebato esta ultima finca judicialmente, y resulto que ya habían sido vendidas tambien las otras dos, se le otorgó la de San Simón, estas fincas estaban por los alrededores de Cáceres, pero al punto los celos a los Jesuitas volvieron a renacer, y en unión de sus cuitas Dominicos, Franciscanos, que ya estaban establecidos en la villa de antiguo, el colegio de San Pedro, el clero parroquial y hasta los maestros de gramática latina, y como no gentes particulares.

El resultado de esta enemiga contra la Compañía y a resultas que estando ya en la villa cacerense el Padre Tirso González, corría el año de 1665, que contaba con la autorización del consistorio para levantar el colegio de los de San Ignacio llegamos a 1700 y aún estaban a la espera de principiar las obras de ejecución, que fue el motivo por el que el Padre Juan Antonio del Busto, arremangándose la sotana se fue para el Consistorio a recordarles lo que hace cuanto a, habían prometido, y según noticias algo se empezó a mover y así de pronto se nombra una comisión y comisarios con la intención de que intervinieran en las obras y acordaron que debía de tener tres cátedras, de lectura y escritura una, otra de gramática y una tercera de Moral.

Y por fin dieron comienzo las obras, más el tiempo pasaba y ya estamos en el año de 1745 y todavía andaban en discusiones sobre que casas derribaban para por fin poder emprender la edificación, hasta que cierto día dieron en acotar los cuatro solares que pertenecían a la familia del fundador Francisco de Vargas y Figueroa, La torre del Cubo, antiguo solar de los Moragas, la que fuera casa del judío Mosés cohen, otra de Jerónimo de Carvajal, una de Álvaro B. de Ulloa, más otra de la familia Becerra, y algunas que otras sobrantes de la vía publica donadas por el ayuntamiento, Juan Sanchez Lobato, natural de Garrovillas de Alconétar fue el encargado de la dirección de las obras y con título de arquitecto diocesano, y el resultado fue, un edificio solido y grandioso, donde destacan las dos fachadas, casa-convento e iglesia, que sur y oeste limitan el atrio del edificio en ángulo recto a donde se llega por unas muy anchas escaleras, las de la izquierda al convento a la iglesias las de la derecha, con porticos franqueados por paredes y las muy logradas columnas, a uno y otro lado de la fachada se elevan dos esbeltas torres campanarios, todo el conjunto es renacimiento con algo de barroco.

Y por fin llegamos al año de 1752, año en que se dio por concluidas las obras de fabrica y ya en mayo de este mismo año se coloca el altar mayor, celebrando una gran fiesta en la que oficio el obispo de Coria-Cáceres y predicó Pedro de Ovando, este Ovando era padre de la Compañía de Jesús, el retablo del altar mayor es de 1753, y los altares laterales son de 1754, con fecha de 3 de octubre de 1775 dan precias tres misas cantadas, tres vigilias y ofrendas dobles, y en solemne procesión se trasladan los restos de su fundador Francisco de Vargas Figueroa y Sande desde la iglesia de Santa Maria donde reposaban a la iglesia de la Compañía, cantándole oficio de difuntos, quedando depositado en una cripta junto al altar mayor con el epitafio:

         “Aquí yace el ilustrísimo y reverendísimo señor don Francisco de Vargas y Figueroa, fundador de este colegio de la Compañía de Jesus, murió en 3 de octubre del año de 1698”

La cuestión de retablos, efigies y cuadros, fue prevenido y socorrido por el ayuntamiento y así, San Ignacio de Loyola, San Luis Gonzaga, la Purísima Concepción, San Francisco de Borja, San Francisco Javier y hasta San Jorge fueron los elegidos para ocupar los altares del templo.

Más poco duro la alegría en la casa de los de Loyola, al poco tiempo les llego la expulsión a los de la Compañía de Jesus de los dominios de España, y corría el año de 1767 cuando los jesuitas tuvieron que arremangarse las sotanas y abandonar su casa, y se dejo de practicar la enseñanza, los claustros y las cátedras se convierten en hospital, almacén de efectos estancados, cuartel, salón de bailes, y escenario de mítines políticos, hasta Segismundo Moret, el de la mina de Aldea Moret, si ese, ofreció banquete cuando la venida de Alfonso XII a inaugurar la línea de ferrocarril, pero la iglesia la abrían al culto de cuando en vez.

Y como pasa el tiempo, ya llegamos al año de 1899 y por donación que les hizo el Obispo de Coria Ramón Peris Mencheta, al cual pertenecía se apropiaron de ella los misioneros de la Preciosa Sangre, esta Orden fue fundada en Roma en el año de 1815 por el virtuoso Gaspar del Búfalo y que fue beatificado en 24 de julio de 1904, fua a esta congregación a la que dejo todos sus bienes el Marques de Ovando, don Mariano Vicente de Ovando y Solís*, con la condición de que se establecería en Cáceres una residencia.



*Don Vicente Mariano de Ovando Solís y Perero (1783-1864), III Marqués de Ovando (en su origen, marquesado de Brindis), fue un rico hacendado cacereño, que en varias ocasiones rigió la villa. En 1824 fue nombrado gentilhombre de Cámara de Fernando VII. A la muerte del monarca en el año 1833 apoyó la causa del Infante don Carlos, convirtiéndose en un destacado carlista. Cuando los ejércitos liberales afirmaron la corona hispana en la cabeza  de Isabel II tras el abrazo de Vergara en el año 1839, decide emigrar a Italia, donde contraerá matrimonio ya sexagenario. Será en aquel país donde tenga conocimiento de la Congregación de los Misioneros de la Preciosa Sangre, institución de gran prestigio por aquellas fechas debido al testimonio evangélico y misional de sus miembros a lo largo de todo el territorio italiano. El Marqués don Vicente Mariano, conmovido por la labor de aquellos sacerdotes, hará testamento en el año 1856 a favor de la congregación legándoles gran parte de su fortuna, entre las que se encontraban la Casa del Sol y la Casa de la Cuesta de la Compañía con la finalidad de que se estableciera «un Instituto del PP. Misioneros del Búfalo,

“si llegara el caso que no haya dificultad que esta asociación o Instituto se funde como Comunidad Religiosa perpetua es mi voluntad hacerles entera y absoluta donación de todos los bienes y rentas durante su existencia”

 En su exilio en Italia conoció don Vicente Mariano a Gaspar del Búfalo, fundador de la congregación de “Misioneros de la Preciosa Sangre” y le concedió el usufructo de la Casa del Sol, cuando falleciese su esposa. La orden se estableció en 1899 y aquí continua, aunque la propiedad es del Obispado de la Diócesis de Coria-Cáceres. Aunque don Vicente de Ovando fallece en el año 1864 en Turín, no será hasta el año 1898 cuando llegue el primero de los padres misioneros a la ciudad de Cáceres, don Bartolomeo Corradini. Don Vicente Mariano, dejó como heredero de todos sus bienes, después de la muerte de su esposa, al Obispo de Coria-Cáceres y usufructuarios de los mismos a los Misioneros de la Preciosa Sangre. En el año 1870 el sacerdote cacereño don Antonio Palomo, escribió a Roma, al Superior General de la Congregación, don Juan Merlini, dándole a conocer el legado y comunicándole que sería bueno para la ciudad aceptarlo. Merlini respondió que deseaba se llevase a término dicha obra. Después de todos los preparativos pertinentes llegó El patrimonio de los misioneros de la Preciosa Sangre y el legado del Marqués de Ovando en Cáceres, y llega a  Cáceres el primer misionero de la Preciosa Sangre, Bartolomeo Corradini, el día 15 de noviembre de 1898, siendo bien acogido por el Obispo, el clero y todo el pueblo, concediéndole la Iglesia del Instituto (perteneciente al Colegio de los Jesuitas, antiguo Instituto). A este sacerdote le seguirán otros como el padre Octavio Zavatta y el hermano Luis Bufalini ejerciendo ambos su apostolado en misiones populares. En el año 1901, por orden del Sr. Obispo, se erigió la Cofradía de los Luises, que se había desechado en la parroquia de San Mateo. El primer misionero español fue don Críspulo Andrada Pozo, del Casar de Cáceres. En el año 1910 es enviado don Juan Antonio Guerra a abrir una nueva casa de la Congregación en Valencia de Alcántara, que años después se cerró. En el año 1924 se abrió una galería subterránea de comunicación entre la Casa del Sol y la iglesia, que aún se utiliza, en la que los misioneros han trabajado en el ministerio de la palabra. Los padres italianos estuvieron en España hasta el 11 de mayo de 1939, fecha en la que llega el primer misionero de Alemania, el padre Otto Grunwald, después vendría el padre Otto Schneider.

(Fuentes Publio Hurtado-la Parroquia)

(Fuentes J. Ramos Y Oscar de San Macario-Patrimonio)



Agustin Díaz Fernández

 

 
 
 

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