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GERALDO SAMPAVOR

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 27 dic 2022
  • 9 Min. de lectura

Actualizado: 26 mar

XXII

Crónica desde la Ronda de la Pizarra

Algo raro debía de suceder en la Taberna de la Colora, era ya noche cerrada y solo se escuchaba el silencio salir por sus puerta, el rumor del agua al correr tranquila, a su ritmo por el arroyo de Maltraviso, sin que nada perturbarse su rumbo, ni siquiera los muros de contención que hacían los chiquillos para embalsar cantidad de agua suficiente para sus juegos con tierra y que al dejar de reforzarlos ya hacía tiempo que el agua había derruido, nada, solo el silencio, silencio parecido al de otros tiempos, que solo perturbaban al amanecer, los putos falangistas y las asesinas brigadas del amanecer, nada solo silencio sobre la única bombilla encendida en toda la pedrera donde se ubicaba la Taberna de la Colorá, hasta que de pronto, comenzó a martillear la zona con su soniquete de los tejos al resbalar por el cuello de la rana. Clan, Clan, Clan.

Al entrar, se notaba el ambiente enrarecido por las miradas hoscas de los parroquianos, no entre ellos, las miradas iban dirigidas a la parte donde atrás donde se sentaban los lindos, nada más atravesar la puerta el tío Chivario, me hizo señas para que me acercara a su lado – Siéntete mozo, que hoy se le ha `puesto muy mal el ojo a la cochina – Matamoros, el hombre tranquilo, el silencioso, hoy había hablado y mucho.

Sucedió que los lindos que llevaba el Piyayo para que conocieran la forma en que se divertían los pobres, pobres que ellos fabricaban claro, se habían reído del color de la carne del tío Matamoros, negro, por ser carbonero su profesión, y Matamoros, siempre en calma, tanta como para escapárseles de dos campos de prisioneros, se levantó y yendo junto a ellos, para que se rieran mejor, sacudió dos hostias, una para la izquierda, otra para la derecha, que repartió señoritos por los suelos, y menos mal que todo se quedó ahí, que ya algún habitual había echado mano a la faca, para hacer limpieza de señoritos, en la taberna de la Colorá no se hacen prisioneros, después con la misma calma, sin apartar las miradas de ellos, volvió a su sitio de la taberna que ocupaba desde siempre, y fijó su vista en el cazillo de aguardiente, y aquí pasó lo de siempre, murieron cuatro romanos y seis cartaginés; El hombre sin miedo, que le llamó alguien.

-La culpa es del hijo puta del Piyayo, por traer cabrones a la taberna, más de los que solemos estar por aquí, dijo el tío Pilonga, al mirar la cara descompuesta de la Eugenia.

-tengamos la noche en paz, ya pasó, dijo Chivario, y échanos una convida, que alguno lo pagara, y vosotros lindos, ni se les ocurra a vuecencias levantar el morro del cuenco del vino, disimulen y no vayan a entrar como puercos al maíz, y tu Eugenia, sírvele al chico la gaseosa y los cacahuetes.

-Ya va la convida, dijo la Eugenia, al ver que empezaba a mejorar la noche, con la calma de la parroquia, y tu Chivario, cuéntale una historia al chico, y a ver si mejoras la que contó ayer el Mister de los putos irlandeses.

-Ese vino Eugenia, voceó uno de los de la partida de la rana, sin dejar de golpear los tejos en la boca de la rana Clan, Clan, Clan.

Ya que hablamos de un hombre que no conocía el miedo como Matamoros; Sucedió que ha tiempo ya un Portugués, comenzó su historia el tío Chivario, que cuando menos su vida fue de aventurero, cometía sus fechorías allá por el siglo XII, y aunque de forma efímera se llegó apoderar de la villa cacerense, por poco tiempo tuvo que ser, ya que el cronista apenas dedica un reglón a espabilar esta parte de la historia, el tipo en cuestión llevaba por nombre Gerardo y el mismo se apellidaba Sampavor, es decir (sin miedo), y fue este personaje del que cuyas hazañas dieron que hablar tanto a cristianos como a moros.

Geraldo alardeaba de no conocer el miedo, y los cronistas lo calificaron como un fronteiro que hacia la guerra por su cuenta, en beneficio propio, con más apariencia de bandido, y que al frente de una partida de desalmados, tenían en el campo su centro de operaciones , donde se podían mover con total impunidad, y siempre contando con el amparo y la protección y hasta la complicidad de los propios monarcas cristianos, como consecuencia del estrago que Gerardo hacía en sus enemigos que casi siempre actuaban en las áreas de exposición de sus respectivos estados.

Las primeras noticias de este personaje son ya corriendo de campo a campo entre las cuencas del Tajo y del Guadiana, asaltando caravanas de aprovisionamiento musulmanas y atalayas y fortaleza con escasas defensas, para recoger el botín que pudiera, para a continuación correr a refugiarse en las sierras, o en el reino de Portugal donde el Rey Alfonso Henríquez, lo recogía amparándolo con la condición de que no actuara en su país.

Mandaba a sus escuchas a explorar el terreno, y según los informes señalaba un objetivo, actuaba preferiblemente de noche, y con mucha lluvia y frio, durante el día permanecía agazapado junto con su gente, evitando hacer ruidos y fuegos, para no alertar a los centinelas de su presencia, llegando la noche, con mucha rapidez salían de sus escondrijos, y portando largas escalas la colocaban en posición de asalto, desde su lugar oculto Geraldo de Sampavor, estudiaba los movimientos del centinela en lo alto del adarves, y en el momento que estimaba propicio subiendo por una de las escalas se escondía entre las almenas, al pasar junto a él el centinela, le colocaba el puñal en el cuello, obligándole a dar el ¡Sin Novedad!, acto seguido le degollaba, arrojando el cuerpo al vacío por la parte de fuera.

Y esta era la señal de asalto para el resto de la partida, que colocando las escalas trepaban por los muros hasta adueñarse del adarve, y dando espantosos gritos, se lanzaban al interior de la posición, produciendo entre los defensores una horrible degollina, saqueando todo aquello de algún valor, Sampavor no hacía prisioneros, a no ser que entre los de la fortaleza hubiera algún personaje por el que se pudiera pedir rescate.

Retenía algunos prisioneros, si le hacía falta mochileros y cargar con las escalas y pertrechos y bagajes, cuando se trataba de asaltar alguna posición cercana mora, en cuanto a la recién conquistada, y en el caso que tuviera valor, ya como monetario ya como estratégico, la conservaba, para terminar ofreciéndola al Rey de Portugal o incluso a los mismos moros, mediante rescate, en caso contrario, y al menos síntoma de intentar recobrarla por parte del enemigo, no dudaba en salir con rapidez, dejando la posición abandonada.

Y así las cosas, en poco más de dos años, se apoderó de Montánchez, Trujillo, Santa Cruz y alguna fortaleza más, corrían los años de 1164-1167, y aunque el aventurero Sampavor, siempre ofrecía vasallaje al soberano Portugués Alfonso Henriquez ya que a este le complacía y mucho las andanzas del que algún cronista lusitano llamó “O Cid Portugués” con toda la prepotencia e hipérbole del mundo, el Rey de León Fernando II, informado de los entendimientos entre el bandido y su suegro y Rey de Portugal, y temiendo que aquello pudiera perjudicar su proyecto en territorios de expansión de su reino, se mantuvo siempre alerta, tomando las fortalezas fronterizas de la Milana y Santibañez en la sierra de Gata, muy cerca de la frontera con Portugal, apoderándose también de Alcántara, que otra vez estaba en poder de los musulmanes, estando en estas, sus espías le avisan del que Gerardo de Sampavor se dirige hacia Badajoz, decidió cortar el paso al aventurero y a Rey de Portugal, su suegro, y aunque enterado Sampavor, no renuncio a sus proyectos, en abril de 1165, al poco de la toma de Trujillo, puso sitio a la ciudad de Badajoz, población esta, más poblada y mejor defendida por su numerosa y diciplinada guarnición, ya alertada de los planes del bandido portugués, esta entonces cambio de táctica adoptando la que la practicaban los ejércitos regulares, comenzó talando los campos de alrededor, intercepto os caminos por los que le pudieran llegar auxilios a la plaza sitiada, especialmente la que pudiera venir de Sevilla, hizo rodear la ciudad, y monto sitio en toda regla.

Estamos en 5 de mayo del año de 1165, cuando consiguió entrar en la plaza sitiada, la guarnición mora se refugio en la alcazaba, y desde dentro organizaron la resistencia en la espera de socorros que vinieran de Sevilla, Gerardo Sampavor, tenía fuerzas suficientes para continuar con el asedio a la ciudad, pero no para el asalto, entonces envió mensajeros a su Rey Alfonso Henríquez, solicitando refuerzos con la promesa de entregarle la ciudad de Badajoz una vez tomada, pero no contó con que los moros tenían pactado vasallajes con el monarca de León Fernando II, ya que la ciudad de Badajoz, partencia a este reino según el tratado de Sahagún y a él fue al que pidieron auxilio para que fuera en su socorro.

Por Galicia andaba el leones, arreglando asuntos sus reinos, al recibir las nuevas, al punto comprendió el peligro de que los de Portugal se establecieran en Badajoz, acudió con rapidez a socorrer la plaza sitiada, al llegar se encontró con que Alfonso Henríquez y Geraldo Sampavor, había entrado en la ciudad, y batían con mucha fuerza la alcazaba donde se habían refugiado los moros, al llegar las huestes de León, los defendían estaban en situación desesperaba, defendiéndose con bravura, pero a punto de ceder la plaza, y consiguieron Abrir una brecha en los muros en el muro exterior de la fortaleza, por donde `penetraron las tropas de Fernando II, que una vez dentro de la alcazaba, hicieron una salida rápida y conquistando una de las puertas de la ciudad las abrieron para que entrar el grueso de las tropas leonesas cogiendo a los de Portugal entre dos fuegos desprevenidos y desordenados, emprendieron la huida; Alfonso Henríquez, trató de escapar por un portillo apenas entre abierto, más la correa de uno de los estribos se le quedó enganchada en el cerrojo, hiriendo de gravedad a su montura, y el mismo monarca le quedó una pierna mal parada, pero el caballo siguió al galope hasta que el bravo animal calló desangrado, la hueste leonesa que quedó en la orilla del rio Cala, para cubrir la retirada, capitaneadas por el caballero Ferrán Rodríguez de Castro, llamado el Castellano, dio preso al monarca Portugués, conduciéndolo al Real de Fernando II.

Junto a Alfonso I de Portugal, también apresaron a Geraldo Sampavor, dispersada la tropa, la rendición fue sin condiciones, el trato que le dispenso el de león a su suegro portugués fue muy cordial, al igual que al bandolero fronteiro Sampavor, dejando a ambos en libertad, al Rey para que fuese a curarse las heridas a sus feudos, y al aventurero, con la condición de que devolviera las atalayas y fortalezas conquistadas en territorio cacerense, por tanto, leones.



Desde aquel momento las correrías del “sin miedo” las fijó como terreno para sus fechorías a lo largo del Guadiana, zonas gobernadas por musulmanes, más su época de bandidaje se estaba eclipsando, más bravo como era no cesaba en sus correrías, así en 1170 lo tenemos otra vez ante los muros de Badajoz, pero en esta ocasión, los moros olvidándose a quien debían vasallaje, pidieron auxilio al Califa de Sevilla Abu-Y’a Qub, este al recibir la petición envió un convoy con armas y vivieres, compuesto de cinco mil acémilas, protegidas por una fuerte escolta de gente de armas, más Gerardo Sampavor, consiguió salirle al paso, y con atacan do con mucha fuerza le hizo mucha muerte a las tropas moras, haciendo con el convoy al completo, pero según los cronistas esta fue la ultima hazaña del bandido, aventurero, salteador, y gran guerrero Geraldo de Sampavor, “O Cid Portugués”

Alfonso Henriquez, rey de los portugueses, escarmentado por los fracasos de la toma de Badajoz , empezó a volverle la espalda a Sampavor, y Fernando II de León aumento su recelo y vigilancia y desde el reino de Castilla Alfonso VIII, cuidaban y mucho de que no se reprodujeran los ataques a sus feudos correspondientes a sus zonas de expansión.

En esas cuestiones andaba Geraldo, cuando su más files seguidores comenzaron a abandonarle, la deserción se hacia imparable, tanto que a comienzos del año de 1172, comenzó a temer por u propia seguridad, ya pasó el tiempo en el que con astucia y valor atacaba ya solo pensaba en defenderse, al obtener escaso botín, pronto sus tropas apenas alcanzaban el número de trescientos, pero tampoco se podía fiar de ellos, y así las cosas, opto por presentarse ante el califa en Sevilla Abu-Y’a Qub, y ofrecerle su personal y hueste en sumisión, para pelear contra el cristiano, pero no contaba que el Califa era hombre desconfiado, y de Sampavor recelaba desde el robo de las acémilas enviada en socorro a Badajoz, y de forma discreta ordenó se les tuviera vigilados, y pronto descubrió que volvía a andar con enredos con el Rey de Portugal, al punto el Califa Almohade tomó la decisión de librarse de aquel traidor y de su banda de bandidos, los trasladó a África a Sililmeya (Tafilete), encerrándoles en prisiones, donde Geraldo lo descubrieron tratando de evadirse, y en el mismo instante le hizo degollar, este fue el trágico final del guerrilero “O Mio Cid Portugués”

(Fuentes Floriano Cumbreño-Villa)

(Fuentes Biografias)



Agustin Díaz Fernández

 
 
 

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