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SAN FRANCISCO EL REAL-CÁCERES

  • Foto del escritor: Llopis Ivorra-AgustinDiaz
    Llopis Ivorra-AgustinDiaz
  • 1 feb 2024
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 26 mar

                     LA PARROQUIA DE SAN MATEO V

                             SAN FRANCISCO EL REAL

                                        CÁCERES

Crónica desde la Ronda de la Pizarra

Eran tiempos de crecimientos, y la Orden Franciscana andaba en su fase de expansión multiplicando sus conventos, estamos en la segunda mitad del siglo XV, concretamente en el año de 1472, se llegó hasta la villa cacerense con el motivo de fundar un cenobio el Freile Pedro Ferrer, y cuentan los que lo saben que este buen fraile era pariente cercano del propio santo del mismo apellido, por el motivo indicado fue el motivo de su venida a Cáceres, acompañado de unos de sus frailes, y enseguida se puso mano a la obra es decir a pedir las autorizaciones oportunas para tal efecto, primero al ayuntamiento, este lo denegó, fundado en el precepto de sus fueros, que indicaban que no se permitiría a ningún instituto religioso regular que estableciera su residencia en la villa.

Entonces, con la negativa en el bolsillo, o en la manga del hábito, veíamos al buen freile correr por las calles de villa murada por el romano, de visita de casa en casa de los regidores, más ninguno de estos estaba por la labor, por lo que el Padre Pedro Ferrer, harto de estar harto, desairado y sintiéndose ninguneado, pillo la maleta, el borriquillo en el que habia venido, coloco en él sus manteos y algunos libros de su uso y en compañía de su compañero fraile tambien, patío de Cáceres una mañana dirección ermita del Espíritu Santo, pero ocurrió que, a la altura donde hoy se ubica el Convento de San Francisco el Real, se le debio mover la carga al burrillo por aquello de que las prisas no son nunca buenas consejeras, y el padre Ferrer por lo que parece, con ellas estibó mal que bien su ligero equipaje, y en esas estaba cuando, dio en pasar por el lugar don Diego García de Ulloa conocido como “El Rico” este hombre era a la sazón uno de los grandes magnates de la villa y que se dirigía a visitar unas huertas de sus propiedad que por allí tenía.

El Fraile, observando que el borriquillo habia perdido una herradura, se atrevió a pedir una limosna que cubriera el gasto de calzar al animal, el de Ulloa, le contestó que sintiéndolo mucho y aunque quisiera no podía socorrerle, ya que no acostumbraba a llevar dinero encima, y más cuando iba a las huertas, insistió el fraile que mirarse bien, don Diego le replicó que no era necesario, que de ello estaba seguro de que no llevaba dinero, volvió a insistir el fraile que mirase, y el caballero ya con el cabreo puesto e indignado, para demostrar que el no mentía, introdujo su mano en un bolsillo y ¡Oh sorpresa encontró en el una moneda de oro.

El efecto que causo en el de Ulloa este hecho inverosímil y no pudiéndolo achacarlo a otra cosa, lo tuvo por milagro ¡vaya por Dios!, que casualidad, y entonces bajándose del caballo echose a los pies del santo varón pidiéndole perdón y rogándole que volviera a la villa, que él Diego García de Ulloa “El Rico” prometía que haciendo uso de sus influencias dentro del Concejo para que el fraile cumpliera su deseo de fundación de convento.

Y sucedió, que los dos frailes y el de Ulloa, regresaron a la villa, que muy lejos tampoco estaban, y Diego refirió el milagro, y el ayuntamiento teniendo en cuenta el poderío de la casa Ulloa, se revelo del fuero de la villa, y concedió a autorización al Padre Pedro Ferrer para que cumpliera con su misión, y para ello toda la nobleza cacerense colaboró en el empeño, y seria con bula del Papa Sixto IV de fecha del día 3 de diciembre del año de 1472, el convento surgió en el mismo sitio que habia tenido lugar el milagro y que por aquello de las casualidades, el terreno pertenecía al propio Diego García de Ulloa, que como no podía ser de otra forma, lo cedió gratuitamente, este fue el origen del convento Franciscano Terciarios, que en un principio perteneció a la provincia de Santiago, pasando después a la de San Miguel, hay noticias que para su creación dieron limosna la Reyna Isabel la Católica y el Cardenal Mendoza.

quedan noticias de que en este monasterio se celebraron varios capítulos provinciales, y reunió una extensa biblioteca, tuvo noviciado y escuela de Teología Escolástica, y fue sede del archivo general de la provincia.



Ya en 1525 ocurrió un trágico sucedido en este monasterio con doña Maria de Ovando y es que:

la construcción del convento de San Francisco, en las afueras de la villa de Cáceres, los Reyes Catolicos, y al Arzobispo de Toledo y el Obispo de Coria, dieron limosnas para iniciar las obras, este desprendimiento hizo que la nobleza cacerense los imitaran, que, en el templo, en los claustros , en la sacristía y demás dependencias, acotó capillas y sepulturas, correspondiendo a doña Maria de Ovando, costear el cuerpo de la iglesia, desde el promedio hasta la puerta de entrada, al ser esta obra, la que suponía mayor gasto, y donde el caso que, la fervorosa dama ofrecía además costear el retablo del altar mayor, además de la verja que habia de cerrar la capilla, la provincia eclesiástica de Santiago, a la que el convento pertenecía, trato de darle en agradecimiento, el patronato de dicha capilla mayor, varias sepulturas en la iglesia, y otros derechos y preminencias, pero doña Maria, con impaciencia por sobreponerse a los demás protectores y mangonear en el templo a capricho, no espero a que o prometido fuese hecho consumado, anticipándose con desatención hacia los demás, en sus funciones de patronazgo y abusando de ellas, ordenó colocar el escudo de armas de su casa por toda la iglesia, tanto en el interior como en el exterior. Cubriendo tambien el escudo de los reyes Catolicos, y fue tanta la desconsideración con la que actuó, que los caballeros que tenían en el edificio sus capillas, se rebelaron contra la usurpadora, entablándose dura guerra entre esta y aquellos, viéndose los ninguneados caballeros a entablar querella ante la congregación de la Provincia de Santiago, que conoció de ella en Salamanca, en el mes de septiembre de 1524, presidida por el General de la Orden Fray Francisco de los Ángeles.

Decretó el cónclave, que la capilla mayor fuese de doña Maria de Ovando, y que ésta pudiera tener en ella hasta seis sepulturas, pero que quitase de la fachada sus escudos de armas, y que se conservaran los colocados en el interior, con esto, ni doña Maria quedo contenta, por parecerle poco lo que se le concedía, ni sus contrarios por parecerle en demasía lo concedido, y así las cosas la trifulca siguió en aumento, tanto, que el General de la Orden, envió a la villa cacerense, al Provincial fray Antonio de Guzmán, para que observando de cerca y de primera mano que es lo que pasaba, pusiese remedio a tanto mal, y con autorización para que, si fuese preciso revocase lo decretado.

Así lo hizo el padre Guzmán, por patente de 6 de marzo de 1525, dejando a doña Maria de Ovando, las seis sepulturas y quitándole todo lo demás, ¡ Quien la oía ¡ desatóse en improperios e insultos contra la Orden Franciscana, y encendió la ira de su nieto Diego Mesía, hasta el punto de acometer y dar muerte dentro de la iglesia conventual a García Golfín, señor de la Casa Corchuelas, uno de los opositores a los planes de doña Maria de Ovando, la Orden Franciscana, ahora le quitó las sepulturas, luego se las volvió a dar, mujer de carácter y temple, que de haber nacido varón, hubiera rivalizado a los más temerarios capitanes.

la virgen de la Estrella ocupo su hornacina en este convento de San Francisco el Real, procedente de este convento de la Concepción que ya en 1843 se encontraba en ruinas, se aprovecharon materiales y elementos arquitectónicos y ornamentales  para construir la capilla del cementerio, en esta capilla se encuentra la escultura en mármol blanco de la Virgen con el niño, esta imagen procedía de la fachada del Convento de San Francisco con la advocación de la Virgen de la Estrella, esta Virgen fue la que mando tallar a un escultor de Badajoz el Obispo Sancho Antonio de Velunza y Corcuera en el año de 1726, para colocarla en la hornacina del recién construido Arco de la Estrella y donde nunca llegó a estar ya que fue sustituida por la encargada por Bernardino de Carvajal y Moctezuma.



Más este santo varón del padre Pedro Ferrer, vivió en el monasterio que el fundara hasta 38 años, y sucedió que, poco después de que ocurriera el milagro de la moneda, Cáceres se vio arrasa por una pertinaz sequia que tenia sediento el campo, y tan grande fue la sequia que hasta el vino guardado en la bodega del convento que para uso y disfrute de los monjes y celebraciones de misas tenia, veíamos a diario al padre Ferrer, pordioseando por las calles de la villa cacerense quien le diera ni un cazillo de vino para consagrar las misas y la curación de enfermos, y cosa rara, ni entre los mas desfavorecidos de los pobladores de la villa, encontró quien lo tuviera ya que la sequia habia hecho que todo el personal terminara con las reservas, cosa rara, pero en fin, atinó cierta mañana el buen fraile en acercase a casa de su benefactor Diego García de Ulloa en busca del zumo fertilizado de la uva, el de Ulloa, le negó aduciendo y perseverando que no quedaba ni una gota en sus bodegas, bodegas de por sí bien provistas de siempre y del mejor caldo que por estos lares se consiguieran, que por el amor de dios mirara le dijo el fraile, ya estamos, le contestó don diego, coño que trabajo te cuesta volvió a lo suyo el padre Ferrer, venga casino que eres un fraile cansino y pedigüeño, y entraron los dos en la bodega y, ¿oh, sorpresa, encontraron todas las barricas repletas de un caldo extraordinario de color rojo, maravillado quedo el caballero, tanto que volvió a decir que era milagro, otro milagro más del fray Ferrer, y hasta la casualidad quiso que los dos milagros fueran en presencia del mismo caballero, ver para creer, santo varón este buen freyle.

Y como tampoco podía faltar, otro santo más tuvo entre sus muros este impresionante monasterio de San Francisco el Real, y es que sucedió:

 Cuando tenía poco más de 18 años, el inquieto Juan de Torres organizó en Cáceres, en 1520, una partida de 30 personas, que se erigieron en seguidores de los comuneros, que no querían al nuevo rey Carlos I, un joven de 20 años que no sabía castellano, que venía con nobles extranjeros y que se llevaba el dinero para pagar sus guerras y ser emperador. Con la partida de 30 hombres, Juan tomó Garrovillas de Alconétar, luego fue a Plasencia, que era ciudad comunera, y de allí a Valladolid. El capitán cacereño estuvo el 23 de abril de 1521 en la decisiva batalla de Villalar (Valladolid), en donde Carlos I aplastó a los comuneros. Al día siguiente, en Villalar fueron decapitados los tres líderes de la rebelión, Juan Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado.

El cacereño Juan de Torres escapó de la masacre, en la que murieron mil rebeldes, llegando a Toledo con la intención de ayudar a la viuda de Juan Padilla, María Pacheco, que se ganó el sobrenombre de la Leona de Castilla porque en Toledo hizo frente a las tropas de Carlos I, hasta que se tuvo que rendir en febrero de 1522. Ella escapó a Oporto en donde murió nueve años después.

El Emperador Carlos fue implacable con los cabecillas de los comuneros, ejecutó a cien y las indemnizaciones que pagaron las ciudades rebeldes por los daños causados las arruinaron totalmente. Más el Rey ordenó buscar al capitán cacereño, del que se pensó que había huido a Portugal, sin que nadie diera razón de él, pero lo cierto es que estaba muy cerca de aquí, estaba en el convento de San Francisco, convertido en fraile.

Porque aquel aventurero metido a fraile tenía remordimientos por su vida pasada y por eso, cuando el emperador Carlos I abdicó en 1555, y se retiró a Extremadura, él fue andando de Cáceres a Yuste en 1557, Carlos I se moriría en el transcurso del año siguiente, concedió audiencia, El rey interesado, preguntó al fraile porque quería verle, y el cacereño le contestó que para confesarle el paradero del capitán Juan de Torres al que tanto buscó para decapitarle, Carlos I le dijo que cómo iba a revelar un secreto de confesión, pensando que así lo había sabido, fue entonces cuando le dijo que él era el capitán Torres. Los guardias amagaron con llevarse las manos a las espadas, pero el monarca les detuvo y se abrazó al fraile, diciéndole:

“sed buen fraile, y encomiéndame a Dios, volved a vuestro convento, que como cumplas con esta obligación, me tendréis siempre como amigo” otro santo varón.

Y según nos cuenta el cronista, justo enfrente de la puerta principal del convento de San Francisco el Real, y a unos cincuenta metros de distancia separado de este, habia hace cuanto ha, una cruz de piedra y que el pedestal de esta estaba formado por tres o cuatro gradas, que en eso le fallaba la memoria, y donde se paraban a hacer un alto lo que paseaban por este lugar, y eran muchos al ser sitio para ello por las sombras que procuraban los Olmos sembrados en una parte y otra del paseo, estos personajes casi todos eran gente de alcurnia de la villa cacerense, prohombres y gente del bien vivir, y próceres, y que en mas de una ocasión se resolvían en este improvisado parlamento asuntos varios, como de orden público y controversias del concejo de la villa y sus administradores, así como se armonizaban matrimonios desavenidos, y allí también se aplacó el enfado de padres intransigentes, se redujo a la obediencia a hijos díscolos y se reconfortaba a algún espíritu martirizados por las miserias de este mundo.

Y seguimos andando en el tiempo, y ya llegamos al día 17 del mes de octubre del año de 1823, este fue un día aciago en que se vistió de luto toda la villa cacerense, y es que este día hicieron su entrada en Cáceres las tropas de Juan Martin “el Empecinado” que, repitiendo los estragos realizados por las tropas francesas en la guerra de la Independencia, y con motivo de que se habían refugiado en el Monasterio algunos miembros absolutistas, le  prendieron fuego, llegando a quemar veinticinco de las celdas y causando daños de sacrilegios.

Monasterio, Hospital, Hospicio, cuartel, sede del Complejo Cultural de la Diputación Provincial de Cáceres.

(Fuentes Publio Hurtado-La Parroquia)

(Fuentes Biografías)

( Fuentes García Morales-Ventanas)



Agustin Díaz Fernández

 

 
 
 

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