SUCEDIDO DE ANDAR POR CÁCERES
- Llopis Ivorra-AgustinDiaz
- 28 sept 2022
- 6 Min. de lectura
SUCEDIDOS DE ANDAR POR CÁCERES
Crónicas desde la calle Cuba de mi Llopis Ivorra
En esta vetusta villa como es la cacerense, en esta que es la ciudad feliz, no Hace muchos años, y por el aquel de ser villa de poca población, como es Cáceres, o como era, todos nos dábamos por conocidos, o casi, ya fuera por vecinos del mismo barrio, por estar en el mismo colegio o de los juegos en el rodeo, ya fuera por familiares de amigos, de cines, de piscina, de partidas en el local de la Oje, o del bar del sindicato, o de la plaza mayor y en cambio de cromos o aventuras, más tarde ya los encuentros serian en otros sitios de la misma villa, así las cosas, Cáceres en su totalidad era como una gran familia.
Más esto que estoy diciendo corresponde a la ciudad de Cáceres capital, ya que es su provincia la segunda de las ciudades españolas e extensión, sumando hasta un total de 19.868 km2, formado parte de la Extremadura, si, de esa Extremadura de la emigración, la misma del paro europeo, donde solo viven, o medio viven, jubilados y funcionarios que de estos y desde el reinado de Carlos IV, con la fundación de la Real Audiencia de Extremadura en 1790, está la villa llena.
Una región está la cacerense en fin, no forma parte de la España vaciada, bonita palabra, si no de la España desierta, producto de cuarenta años de malos gobiernos, de subvenciones de la quema de dineros procedentes de los fondos de conexión europeos, en proyectos fallidos y de poca imaginación, del tren de la risa europeo, somos el hazmerreír del mundo entero, y el presidente de todos los extremeños pide respeto, cuando él es el primero que no respeta la Extremadura, mantenedores de vividores que no han trabajo ni trabajaran en su vida de charlatanes y en muchos casos come panes sin oficio vividores de la política, que no han hecho otra cosa que medrar en los partidos políticos hasta tocar comederos en el pesebre del común, esta tierra donde jamás de premió a la gente trabajadora, y como si no supiera los males que envejecen y empobrecen a esta tierra del color pardo, sus señorías para engañarnos como si fuéramos lilas, dicen crear una comisión para averiguar por qué la Extremadura se vacía, con sus dietas, despachos, choferes y gastos y más gastos, listas que son sus señorías, que buscan las vueltas para acarrear más problemas, jamás ofrecer una solución, andan siempre estos malos políticos hociqueando y entrando en estas lides como puercos al maíz. Ahora andan a meternos con calzador y alevosía, una puta mina de litio, en el centro de la ciudad, pocos huevos, ovarios, cosas de hombre y cosas de mujer, si se lo consentimos al felón de Vara, que hasta se atrevió a dar un golpe de mano al PSOE, pero los mansos de las bases de la Extremadura lo volvieron a elegir como cabestro, ¡ cuando tengamos democracia plena, y listas abiertas, se podrá poner en su sitio a este caballerito de las nuevas generaciones del PP, metido a socialista de taberna.
Más el interés que me puso hoy ante el papel y pluma, es el contar un sucedido de aquellos de andar por Cáceres, y la parrafada anterior no se a cuento de que salió, y esto fue un sucedido, yo creo que sería por el mes de febrero, aquellos febrero de lluvia y viento como eran los febreros de antes, que inundaban las calles de mi Llopis Ivorra de aquel barro colorao.
Corría por aquel tiempo por la villa cacerenses, un tipo ya finado, gran aficionado al futbol, de esos que los entendidos llaman forofos, o holligans los llaman los ingleses de la misma Inglaterra, del futbol y del vino de taberna ahora de la Catalana, ahora de la Colora, y que se le solia ver los domingos de futbol, acudir a la ciudad deportiva a ver al C.P.Cacereño, cargando delantero tras haber trasegado varias o muchas, pistolas de vinaco que aunque bien bautizado ponía las cabezas a las tres menos cuarto, club el Cacereño del que fui socio desde niño, hasta la presidencia del Sr. del Sol, ya finado, pero esto es otra historia
Siempre animando a su equipo, como buen aficionado, y con el pellejo repleto de vino que le hacía ponerse un punto violento y más si le añadimos que formaba parte de aquellos trasnochados caballeros legionarios, si mezclamos, futbol vino y legión, no sale una bomba a punto de explosionar. Se le veía ir y venir de Cáceres a Badajoz, a Mérida, a Plasencia, allá donde jugase su equipo en una bicicleta B.H, de aquellas bicicletas de posguerra que pesaban un potosí, y que por aquel dicho de no hay parto sin dolor ni cateto sin transistor, solía ir acompañado de uno aparato de radio de dimensión regular, por lo grande, para escuchar los resultados de todas las ligas a través de aquel tablero deportivo de RNE o el tiempo de juego de la SER, el personaje tendría nombre como es natural, pero yo no recuerdo haberlo sabido nunca, más si el apellido y que este era el de Canales.

Más estamos en febrero, jugaba el C.P.Cacereño, en la ciudad deportiva, campo de tierra por entonces, y medio inundado por las lluvias, formando unos charcos generosos, partido de la máxima rivalidad regional Cacereño-Badajoz, y sucedió que con las gradas calentitas por los errores arbitrales según la afición local, prorrumpió en enorme griterío donde menudeaban a voz en grito los insultos para el trencilla y su señora madre, y que había para guardar el orden y la moral varios policías de la llamada armada, o grises, sentados en sillas de madero, pongamos en el graderío de sol, de aquellos policías, que al parecer era más propenso a no dejar pasar ni una, en cuanto a altercados posibles, y quizás actuado por su celo de autoridad pública, donde no podía permitir que el vulgo pusieran en entre dicho el recato y los buenos modales que la moral pública exigía, ese policía de cuyo nombre no deseo acordarme, otro sucedido, no se le ocurrió otra cosa para acallar al vulgo, que desenfundar su pistola reglamentaria, y con ella apuntando hacer un movimiento de recorrido por la totalidad de la grada, lo que dio origen a que conforme apuntando a un lado del graderío, se podían escuchar los silencios, más que en taberna al paso de la procesión, que de eso la vetusta villa cacerense sabe un rato, que acojone oiga, máxime cunado se conocía el currículo del tipo en cuestión, otro dicho es el que si le entregas una gorra a un tonto, este le parce que le han ascendido a general, pues arriésguense a pensar si al mismo tonto se le entrega también una pistola.
Más entre tanto silencios, se oye en el graderío una única voz Cacereño, Cacereño, Cacereño, rararara, o como anime su afición a este equipo, si, era el ínclito Canales, que no se sabe si por el vino trasegado o por lo de caballero legionario, o tal vez por su amor a los colores blanquiverdes de su equipo del alma, era el único que no estaba acojonado en aquel graderío de la Ciudad Deportiva, donde jugaba sus partidos el equipo de la capital cacerense, le impuso silencio el policía, obedeció Canales, más el partido entraba en sus últimos minutos, y la gran rivalidad regional también se reflejaba en el marcador, empate a uno, cuando el gran Mori, si aquel extraordinario delantero que triunfó en primera división años más tarde con el Celta de Vigo, que incluso llegó a ser seleccionado para la nacional, marcó un gol de falta de bellísima factura, por toda la escuadra, que hizo enloquecer al graderío, y al punto de sacar del centro del campo el C.D. Badajoz, el trencilla dio por terminado el partido con una gran victoria por dos a uno a favor del Cacereño.
En esto andaba el graderío aplaudiendo y abrazándose de contento, el policía mirando con cara de un cura en puticlub, cuando desde la grada salta el amigo Canales, con su transistor en la oreja, corre la banda perseguido por el policía pistolero, entra en el terreno de juego, el policía la va a la zaga, Canales con su carga de vino salta ligero un enorme charco, y ca en medio, de pie, el guardia intenta lo mismo y cae muy cerca de él pero de barriga, y averigüe Paco, lo que sucedió en el graderío, todos aquellos silenciosos acojonaos, al ver saltar a Canales, lo vitoreaban, y abucheaban al guardia, al verlo caer al charco aquello reventó de las risas y chuflas, y se puede asegurar que por la cara con la que miraban el emporcado pistolero, que a su vez con los ojos febriles de loco, miraba al graderío con la mano colocada en la funda de la pistola, entonces empezó el movimiento en la grada, carreras, empujones, todos aquellos reidores trataban de quitarse del punto de mira del inconsciente guardia, y que de no intervenir un sargento del mismo cuerpo de la policía armada al mando y conseguir retirarlo, Cáceres hubiera salido en la prensa nacional por el sucedido en el campo de futbol, por una gran desgracia.
Más todos sabíamos que, Canales, era inofensivo, y solo trataba como cada domingo abrazar al portero local, era conocido por todos los jugadores, directiva y afición y hasta del estamento arbitral, era conocido por todos y de todos menos por aquel pistolero policía.

Agustin Díaz Fernández
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